Los miro, escenificando la pantomima de un debate presidencial, y siento que no puedo desperdiciar mi voto. No puedo malograrme el hígado teniendo que optar. No quiero hacerlo, no me interesa. Y sobre todo, ya está decidido quién es para mí el candidato ideal para elegir en esta segunda vuelta.
Respuesta: Ninguno.
Fujimori y Montesinos me brindaron la cereza para coronar este pastel de repudio. No es que me haya decidido ahora, a la luz de las peripecias del Chino delincuente en Santiago o de la farsa mafiosa del Doc en la Base Naval del Callao. En realidad, desde el 9 de abril sentía que mi obligación era votar viciado. Simplemente ahora, a 13 días que vayamos nuevamente a elegir a un presidente de la república (el que hizo el peor gobierno de toda nuestra historia, según todos los pronósticos), los afanes del equipo-siamés de la última dictadura reiteran que ellos juegan su partido aparte, a fin de obtener las indulgencias que un verdadero gobierno democrático y rigurosos no les brindaría en absoluto. Y sé también que, el mal menor es en realidad el final del Perú como sociedad madura y responsable.
El Perú, luego del 4 de junio, fallecerá por un tiro en la sien a su dignidad. El Perú está moribundo, cívica y racionalmente. De acá a dos semanas, tendrá que tener un entierro rápido y discreto. Los deudos, es decir todos los ciudadanos, más que lamentarnos, tendremos que pensar mucho sobre las consecuencias de nuestra ignorancia, nuestra rabia frustrada, nuestra frivolidad, nuestra absoluta responsabilidad en lo que estamos haciendo. Y quienes votarán por Ollanta Humala y Alan García deberán asumir tan críticamente como aquellos que decidimos el antagonismo, la anarquía silenciosa del ánfora, la cuota con que contribuyó a un final inesperado, pero perfectamente predecible si es que hubiéramos tenido un poquito más de sentido de la realidad y la observación.
He escrito lo suficiente sobre Humala y García como para que los lectores de esta columna sepan lo que pienso de la actuación política de ambos personajes. No creo que sea necesario reiterarlo, pero en todo caso, déjenme decirles que ni el “comandante” representa un futuro democrático y saludable económicamente, ni el ex presidente del peor gobierno de la historia garantiza el cambio responsable. Ambos son un riesgo muy fuerte para el país (el primero por su improvisación autoritaria, el segundo por su nefasto pasado decidor). Y juntos, aunque es cierto que uno es menos nocivo que el otro, en conjunto los dos tienen una carga muy negativa que será asumida por todos quienes decidimos embarcarnos otra vez en el albur, en la palabra bonita, en los outsiders, en los sentidos y en la buena cara ante las catástrofes. Seguramente, ya veo a todos ellos gritando de acá a un año o dos que saquen al nuevo mandatario, que es un inepto, un sinvergüenza o cosas peores. Son estos mismos quienes el próximo 4 de junio decidirán entusiastamente por uno de estos candidatos.
A todos estos amiguitos de memoria frágil y amnesia selectiva, les recuerdo: miren bien lo que le harán al Perú al emitir su voto. Después ya es absolutamente extemporáneo arrepentirse.
Por mi parte, decidí votar nulo y viciado porque ninguno de aquel par me convence, me entusiasma, me da buena espina. Ninguno me parece confiable. Ninguno es un santo políticamente hablando. Y si García tiene sus anticuchos, pues Humala los tiene renovados y recargados. Y si García tiene un pasado que lo condena, pues Humala también tiene Madre Mía y Locumba. Y si García no garantiza un futuro responsable, Humala no garantiza siquiera el presente. En todo caso, elegir también puede ser una oportunidad para decidir quién merece ser nuestro presidente. Y en ese sentido ya sé quién es el mal menor.
Por eso este 4 de junio iré entusiasta a mi colegio predilecto, con mi lapicero verde directamente la cédula de votación, me demoraré todo lo que pueda en el ánfora, junto a mi papeleta de sufragio. Y viciaré mi voto, enormemente. Pero, descuiden, también votaré por Shrek, el ogro gruñón animado al que el amor le torna un ser de buen corazón. Justo como aquellos que ahora tienen amor por el Perú y, claro está, también – mucho, muchísimo más – amor por el poder. Ese será mi verdadero voto de conciencia (o inconciencia). Total, esta elección es todo, menos consciente. ¡Viva la democracia!
Respuesta: Ninguno.
Fujimori y Montesinos me brindaron la cereza para coronar este pastel de repudio. No es que me haya decidido ahora, a la luz de las peripecias del Chino delincuente en Santiago o de la farsa mafiosa del Doc en la Base Naval del Callao. En realidad, desde el 9 de abril sentía que mi obligación era votar viciado. Simplemente ahora, a 13 días que vayamos nuevamente a elegir a un presidente de la república (el que hizo el peor gobierno de toda nuestra historia, según todos los pronósticos), los afanes del equipo-siamés de la última dictadura reiteran que ellos juegan su partido aparte, a fin de obtener las indulgencias que un verdadero gobierno democrático y rigurosos no les brindaría en absoluto. Y sé también que, el mal menor es en realidad el final del Perú como sociedad madura y responsable.
El Perú, luego del 4 de junio, fallecerá por un tiro en la sien a su dignidad. El Perú está moribundo, cívica y racionalmente. De acá a dos semanas, tendrá que tener un entierro rápido y discreto. Los deudos, es decir todos los ciudadanos, más que lamentarnos, tendremos que pensar mucho sobre las consecuencias de nuestra ignorancia, nuestra rabia frustrada, nuestra frivolidad, nuestra absoluta responsabilidad en lo que estamos haciendo. Y quienes votarán por Ollanta Humala y Alan García deberán asumir tan críticamente como aquellos que decidimos el antagonismo, la anarquía silenciosa del ánfora, la cuota con que contribuyó a un final inesperado, pero perfectamente predecible si es que hubiéramos tenido un poquito más de sentido de la realidad y la observación.
He escrito lo suficiente sobre Humala y García como para que los lectores de esta columna sepan lo que pienso de la actuación política de ambos personajes. No creo que sea necesario reiterarlo, pero en todo caso, déjenme decirles que ni el “comandante” representa un futuro democrático y saludable económicamente, ni el ex presidente del peor gobierno de la historia garantiza el cambio responsable. Ambos son un riesgo muy fuerte para el país (el primero por su improvisación autoritaria, el segundo por su nefasto pasado decidor). Y juntos, aunque es cierto que uno es menos nocivo que el otro, en conjunto los dos tienen una carga muy negativa que será asumida por todos quienes decidimos embarcarnos otra vez en el albur, en la palabra bonita, en los outsiders, en los sentidos y en la buena cara ante las catástrofes. Seguramente, ya veo a todos ellos gritando de acá a un año o dos que saquen al nuevo mandatario, que es un inepto, un sinvergüenza o cosas peores. Son estos mismos quienes el próximo 4 de junio decidirán entusiastamente por uno de estos candidatos.
A todos estos amiguitos de memoria frágil y amnesia selectiva, les recuerdo: miren bien lo que le harán al Perú al emitir su voto. Después ya es absolutamente extemporáneo arrepentirse.
Por mi parte, decidí votar nulo y viciado porque ninguno de aquel par me convence, me entusiasma, me da buena espina. Ninguno me parece confiable. Ninguno es un santo políticamente hablando. Y si García tiene sus anticuchos, pues Humala los tiene renovados y recargados. Y si García tiene un pasado que lo condena, pues Humala también tiene Madre Mía y Locumba. Y si García no garantiza un futuro responsable, Humala no garantiza siquiera el presente. En todo caso, elegir también puede ser una oportunidad para decidir quién merece ser nuestro presidente. Y en ese sentido ya sé quién es el mal menor.
Por eso este 4 de junio iré entusiasta a mi colegio predilecto, con mi lapicero verde directamente la cédula de votación, me demoraré todo lo que pueda en el ánfora, junto a mi papeleta de sufragio. Y viciaré mi voto, enormemente. Pero, descuiden, también votaré por Shrek, el ogro gruñón animado al que el amor le torna un ser de buen corazón. Justo como aquellos que ahora tienen amor por el Perú y, claro está, también – mucho, muchísimo más – amor por el poder. Ese será mi verdadero voto de conciencia (o inconciencia). Total, esta elección es todo, menos consciente. ¡Viva la democracia!
3 comentarios:
"miren bien lo que le harán al Perú al emitir su voto. Después ya es absolutamente extemporáneo arrepentirse."
esta frase resume muy bien la situación actual y la compartire (dandote los creditos correspondientes).
Tu opcion de dibujar a Shrek es mas amigable para los miembros de mesa como yo que los dibujos freudianos que algunos piensan hacer. Gracias
OBVIAMENTE, mi voto también será viciado, pero no puedo elegir entre las dos porquerías que quedaron...........Como dijo anoche un periodista muy conocido, el unico que pierde es el PERU.
En fin.......
Bien, estoy de acuerdo en la mayoría de lo que has escrito, me parece que es lo más sensato, correcto y DECENTE que podemos hacer, viciar el voto, y debe de respetarse, no como un político tradicional que dice "es irresponsable viciar el voto, es antidemocrático", que mal, este señor, no piensa que va ser más antidemocrático cuando salga uno de estos dos.No nos hagamos responsables de lo que va a pasar después.
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