Suena patético que un funcionario de la secretaría general del Jurado Nacional de Elecciones, un tal Alejandro Rospigliosi, seguramente en representación de sus superiores, como recogió una información de CPN Radio, haya calificado "como una burla a la Ley Electoral" que en la campaña de primera vuelta, algunas empresas encuestadoras hayan "vendido" sus resultados a medios extranjeros, pese a que está prohibida su difusión una semana antes de los comicios.
Vayamos por partes. Las encuestas son un barómetro que, por cierto, indica las tendencias electorales del momento en que estos sondeos son realizados. No tendría sentido realizar encuestas durante toda una campaña electoral, cuando precisamente es en la semana anterior al día de elecciones cuando deciden su voto entre el 25% al 33% de los electores. No tener a la mano un recurso como el de la encuesta de por sí limita el libre acceso a información y los medios necesarios para tomar una decisión centrada y con conocimiento de causa (aunque hayan algunos torpes que crean que es precisamente lo contrario).
Esta absurda prohibición de una semana para la publicación fue creada por los interesados que no querían que su pobre votación o intencion de voto fuera conocida. Fue el temor al ridículo, la terca obstinación por ocultar la catástrofe particular lo que llevó a generar este tipo de desatino legal. Y vaya que sigue manteniéndose, a pesar de su inutlidad y su envenenado espíritu antidemocrático
Ya nos hemos dado cuenta que las encuestas no son instrumentos de adivinación ni bolas de cristal del azar y el destino, sino estadísticas aproximadas y/o perfectibles del humor coyuntural del electorado. A menudo, y cuanto más avanza la ciencia de la estadística, dependiendo evidentemente del método y de la objetividad, más cercanos al resultado final son las encuestas a días de la elección, el boca de runa, y el sondeo de mesas escrutadas. Pero, ojos, son sólo eso: muestras cercanas (lo más aproximadas o no) a la verdad; no la verdad abosluta y globalmente perfecta.
Pero de ahí a generar una corriente de desprestigio para el trabajo de las encuestadoras, en todo caso ya es un asunto subjetivo que corresponde a cada ciudadano tomar, engañarse o cerciorarse a sí mismos de los resultados.Lo que no es admisible que un organo del Estado cometa el totalitarismo de decrinos qué debemos o qué no debemos asumir como información para nuestra propia decisión particular.
Ahora los funcionarios-dictadores del JNE evaluaron con directivos de 30 encuestadoras la posibilidad de prohibir la publicación de sondeos de opinión y proyecciones de cualquier naturaleza desde un domingo antes de los comicios hasta las 16 horas de la fecha del sufragio. Se ha dicho que se estudia la posibilidad de que las encuestadoras que salgan a vender sus estudios a los clientes en el Perú o en el extranjero tengan una cláusula de confidencialidad y se responsabilicen de no entregar el material a terceras personas o medios de comunicación.
Lo que yo recomendaría a estos émulos del Estado orweliano, a estos amigos de A brave new world de Huxley, es que se dejen de ridiculeces. Siempre habrá, en el camino de la búsqueda de la verdad, una rendija, un agujero, una luz en medio del túnel siniestro que destruya toda conspiración insigne y cojuda para negar a todos los que la buscamos. Así que, descuiden, señores del JNE: Igual nos enteraremos de los resultados e igual habrán algunos anarquistas que sepan cómo seguir sacándole la vuelta a prohibiciones bobas sin ton ni son.
Vayamos por partes. Las encuestas son un barómetro que, por cierto, indica las tendencias electorales del momento en que estos sondeos son realizados. No tendría sentido realizar encuestas durante toda una campaña electoral, cuando precisamente es en la semana anterior al día de elecciones cuando deciden su voto entre el 25% al 33% de los electores. No tener a la mano un recurso como el de la encuesta de por sí limita el libre acceso a información y los medios necesarios para tomar una decisión centrada y con conocimiento de causa (aunque hayan algunos torpes que crean que es precisamente lo contrario).
Esta absurda prohibición de una semana para la publicación fue creada por los interesados que no querían que su pobre votación o intencion de voto fuera conocida. Fue el temor al ridículo, la terca obstinación por ocultar la catástrofe particular lo que llevó a generar este tipo de desatino legal. Y vaya que sigue manteniéndose, a pesar de su inutlidad y su envenenado espíritu antidemocrático
Ya nos hemos dado cuenta que las encuestas no son instrumentos de adivinación ni bolas de cristal del azar y el destino, sino estadísticas aproximadas y/o perfectibles del humor coyuntural del electorado. A menudo, y cuanto más avanza la ciencia de la estadística, dependiendo evidentemente del método y de la objetividad, más cercanos al resultado final son las encuestas a días de la elección, el boca de runa, y el sondeo de mesas escrutadas. Pero, ojos, son sólo eso: muestras cercanas (lo más aproximadas o no) a la verdad; no la verdad abosluta y globalmente perfecta.
Pero de ahí a generar una corriente de desprestigio para el trabajo de las encuestadoras, en todo caso ya es un asunto subjetivo que corresponde a cada ciudadano tomar, engañarse o cerciorarse a sí mismos de los resultados.Lo que no es admisible que un organo del Estado cometa el totalitarismo de decrinos qué debemos o qué no debemos asumir como información para nuestra propia decisión particular.
Ahora los funcionarios-dictadores del JNE evaluaron con directivos de 30 encuestadoras la posibilidad de prohibir la publicación de sondeos de opinión y proyecciones de cualquier naturaleza desde un domingo antes de los comicios hasta las 16 horas de la fecha del sufragio. Se ha dicho que se estudia la posibilidad de que las encuestadoras que salgan a vender sus estudios a los clientes en el Perú o en el extranjero tengan una cláusula de confidencialidad y se responsabilicen de no entregar el material a terceras personas o medios de comunicación.
Lo que yo recomendaría a estos émulos del Estado orweliano, a estos amigos de A brave new world de Huxley, es que se dejen de ridiculeces. Siempre habrá, en el camino de la búsqueda de la verdad, una rendija, un agujero, una luz en medio del túnel siniestro que destruya toda conspiración insigne y cojuda para negar a todos los que la buscamos. Así que, descuiden, señores del JNE: Igual nos enteraremos de los resultados e igual habrán algunos anarquistas que sepan cómo seguir sacándole la vuelta a prohibiciones bobas sin ton ni son.
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