¿Ahora qué? ¿Qué nos queda?
Elección o reelección,
para mí es la misma mierda.
(Bersuit Bergarabat, Señor Cobranza)
Elección o reelección,
para mí es la misma mierda.
(Bersuit Bergarabat, Señor Cobranza)
Juguemos un jueguito divertido que se me acaba de ocurrir, vistas las circunstancias en que navega nuestra nave política: inventémosle bailes a todos aquellos que cobran rico y por lo bajo, a todas las joyitas que se dedican a vivir del Estado en altos cargos y que han logrado un lugar en el Parnaso remunerativo público (en buena o mala ley). Seamos por una vez –o por toda la vida, como mejor te acomode (querido e hipócrita lector) envidiosos- malsanamente detestables y planteemos críticas con toda la destructiva intención del mundo, pero con un gran afán lúdico. Escojamos el salón, decorémoslo con figuritas de papel lustre y chéveres cadenas de papel higiénico, trapeemos el piso con creolina, compremos la cerveza, preparemos el ají de pollo, encendamos los reflectores (bombilla roja-azul-burdel), coloquemos en sus respectivas posiciones a los participantes y presionemos de una buena vez “play”...
¡Que empiece el can-can!
Y el can-can no significa que todos nuestros invitados sean unos mastines, aunque a veces algunos se comporten como tales. Sólo refiere a aquellos que cobran rico y son geniales, así como poderosos; hecho que nos permite antagonizar su antigua personalidad profundamente generosos, tranquilos, cordiales, buenas gentes, que luchaban por libertad, revolución, justicia y amor, con la post cargo, en la que se perciben tan estirados, mesiánicos, malvados maharajaes, tan tartufos y avaros como los personajes de Moliere, tan moralmente antropomorfos como los hombres-bestia de Rebelión en la Granja de Orwell. Pero ahora están acá, en nuestro bailetón pro-colecta de dignidad que tanto le hace falta a nuestra sociedad. Sospecho ciegamente que con su presencia, por mejor voluntad que tengan, no nos va a alcanzar ni para cubrir los costos de producción.
No pretendamos encontrarnos con concursantes duchos en el manejo de emociones y sensibilidades, no pretendamos encontrar grandes oradores, fraseólogos, arquitectos de la construcción sintáctica. No nos vamos a encontrar con Aristóteles, Maquiavelo, Weber, Rousseau, Marx, Montesquieu, ni siquiera con un Blair o un Rodríguez Zapatero. No pretendamos encontrarnos con intérpretes de las demandas y los sueños del pueblo. Encontraremos simplemente payasos, maniquís, profetas, magos y una serie interminable de impostores. Que cobran miles de soles y quieren divertirse. They just wanna have fun, como en la canción de Cindy Lauper.
Suena la música, con todo el golpe de fuerza que es capaz. Esto recién está empezando, la platea aplaude armónicamente, quieren circo (y, si se puede, un poco de pan). Usted y su ambición/ dan tanto asco/ dan tanto asco. Nadie lo respeta/ pero le dicen señor/ porque el desempleo es peor. Y ahí pasa la comparsa de los licitadores, constructores, postores, contratistas, hermanitos asociados y potentados de la leche aguada y asquerosa, los grandes albañiles de todas las grietas que le hacen con sus actitudes y mañoserías a la pared de la transparencia.
Maestros del “arreglo”, bailan con la mayor concha del mundo, porque tienen sus amigos que les hacen el lobby con lo de las leyes de contrataciones y adquisiciones del Estado (las más tramposas de Latinoamérica, según una conferencia anticorrupción organizada por la Universidad de Oxford y la CNA), genios de la “coimisión”, interlocutores cordiales de Dios y el Diablo, cultores de la religión del “diezmo” (que puede ser 15 por ciento, 20 por ciento, 25 por ciento y hasta 30 por ciento) vendedores capaces de realizar el milagro del estiércol transformado en lácteos, o asfalto o basura, según el caso.
¡Desde esta noche cambiará mi vida/ y es sabido que es peligroso decir siempre la verdad/ Fiesta/ qué fantástica y fantástica esta fiesta.
¡Que empiece el can-can!
Y el can-can no significa que todos nuestros invitados sean unos mastines, aunque a veces algunos se comporten como tales. Sólo refiere a aquellos que cobran rico y son geniales, así como poderosos; hecho que nos permite antagonizar su antigua personalidad profundamente generosos, tranquilos, cordiales, buenas gentes, que luchaban por libertad, revolución, justicia y amor, con la post cargo, en la que se perciben tan estirados, mesiánicos, malvados maharajaes, tan tartufos y avaros como los personajes de Moliere, tan moralmente antropomorfos como los hombres-bestia de Rebelión en la Granja de Orwell. Pero ahora están acá, en nuestro bailetón pro-colecta de dignidad que tanto le hace falta a nuestra sociedad. Sospecho ciegamente que con su presencia, por mejor voluntad que tengan, no nos va a alcanzar ni para cubrir los costos de producción.
No pretendamos encontrarnos con concursantes duchos en el manejo de emociones y sensibilidades, no pretendamos encontrar grandes oradores, fraseólogos, arquitectos de la construcción sintáctica. No nos vamos a encontrar con Aristóteles, Maquiavelo, Weber, Rousseau, Marx, Montesquieu, ni siquiera con un Blair o un Rodríguez Zapatero. No pretendamos encontrarnos con intérpretes de las demandas y los sueños del pueblo. Encontraremos simplemente payasos, maniquís, profetas, magos y una serie interminable de impostores. Que cobran miles de soles y quieren divertirse. They just wanna have fun, como en la canción de Cindy Lauper.
Suena la música, con todo el golpe de fuerza que es capaz. Esto recién está empezando, la platea aplaude armónicamente, quieren circo (y, si se puede, un poco de pan). Usted y su ambición/ dan tanto asco/ dan tanto asco. Nadie lo respeta/ pero le dicen señor/ porque el desempleo es peor. Y ahí pasa la comparsa de los licitadores, constructores, postores, contratistas, hermanitos asociados y potentados de la leche aguada y asquerosa, los grandes albañiles de todas las grietas que le hacen con sus actitudes y mañoserías a la pared de la transparencia.
Maestros del “arreglo”, bailan con la mayor concha del mundo, porque tienen sus amigos que les hacen el lobby con lo de las leyes de contrataciones y adquisiciones del Estado (las más tramposas de Latinoamérica, según una conferencia anticorrupción organizada por la Universidad de Oxford y la CNA), genios de la “coimisión”, interlocutores cordiales de Dios y el Diablo, cultores de la religión del “diezmo” (que puede ser 15 por ciento, 20 por ciento, 25 por ciento y hasta 30 por ciento) vendedores capaces de realizar el milagro del estiércol transformado en lácteos, o asfalto o basura, según el caso.
¡Desde esta noche cambiará mi vida/ y es sabido que es peligroso decir siempre la verdad/ Fiesta/ qué fantástica y fantástica esta fiesta.
Todos ellos se sienten libres bailando su mejor canción, ensayando su mejor dote, haciéndole la fono mímica a Madonna, because we are living in a material world; haciéndole la fono mímica a Marilyn Monroe, diamonds are girl’s best friends, haciéndole la fono mímica a Mano Negra, escúchenlo bien, su palabra es ley, saltan como condenados, gritan su poder, su mano dura, su afán proletario y su amor paternalista, pregonan sus gastos operativos, sus comandas de representación, sus cheques de gerencia, sus viáticos, su deliciosa mesa enmantelada y sus manjares, fina cortesía de los impuestos que todos pagamos (bueno, en realidad no todos, como podrás advertir, hipócrita y evasivo lector; pero, total, a nadie le consta ¿no?)
Y, pronto, la fiesta del baile, el banquete y la comilona habrán ido cediendo a la modorra. Y será hora de un lento punk de Molotov, hit me (and gimme the power) “Cuando era chico, quería ser como Superman, pero ahora ya quiero ser diputado del PRI, o del PAN o del PRD o de cualquier cosa que me dé un poco de poder”... Y pronto los que cobran se irán cansados, ebrios, risueños, poderosos en su pequeñez a dormir el sueño eterno. Pronto se irá la masa, el vasto desierto de hombres según Chateubriand, y el local se quedará desierto y quedarás sólo tú, airado e hypocrite lecteur que no sabes quién es T.S. Eliot ni has leído La tierra baldía, que te da igual quién sea Bertolt Brecht y nunca irás al teatro a ver La opera de los tres centavos, pero que tienes fuego en los ojos al observar el muladar a tu alrededor, que eres la opinión pública desempleada, poco instruida y manipulable, aunque definitivamente eres el sostén del Perú y grites que la democracia, así como pone, quita; así como aplaude, se indigna.
Putos, dirás, antes de patear por enésima vez una piedra en medio de la calle y perderte en el espesor de la enajenada ciudad.
(Lima, abril 2004)
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