En esta semana, las encuestas señalan ya que la definición final será impredecible, con una clara tendencia al empate entre los tres candidatos, en el cual Ollanta Humala tiene una leve – pero frágil ventaja -, mientras Lourdes Flores aparece estancada en segundo lugar y Alan García – sí, como lo lee – entra por los palos y amenaza arremeter en los últimos días de campaña. Más o menos así, aunque es probable una definición final en segunda vuelta entre el militar retirado y la candidata de Unidad Nacional, no se puede descartar un escenario como el de Humala-García peleando la presidencia a partir de este 9 de abril.
Esta última posibilidad, con toda honestidad, resulta un tiro de gracia a cualquier intento que demuestre la madurez cívica del electorado. No porque sea intolerable, sino porque habríamos dado el más contundente paso hacia nuestra involución, una consagración de la rabia como plan de gobierno y la amnesia como método de opción. Es hipotecar el futuro a fauces violentistas e improvisadas y, paralelamente, el premio máximo ( y vergonzoso) para quienes condujeron, por mucho, el gobierno más nefasto de la historia nacional. No hay duda, entonces, que estamos jugando con la posibilidad que el país se entregue a aventuras anteriormente probadamente ineficaces o se deje encandilar dentro de las fauces del seductor de verbo florido y comportamiento probadamente irregular. Y en este tramo ya no hay tiempo para disquisiciones ideológicas intrascendente. Se trata del Perú y su porvenir.
Es una pena que candidaturas tan interesantes como las de Susana Villarán o del decentísimo Valentín Paniagua no hayan cuajado. En el caso de Villarán existe la posibilidad de que el 2011 sea una gran opción, pero ahora pagó los platos rotos de su ingenuidad política. En el caso de Paniagua, lamentablemente queda demostrado que un hombre como él en los asuntos públicos no es lo que nos merecemos. Hay un voto claramente machista, racista, homofóbico, de resentimiento y agitación social, olvido deliberado y trasposición de culpas en dos de las opciones que se disputan la segunda vuelta. Además, ahí también quedaron los esfuerzos democráticos desde diversas trincheras para adecentar el proceso (mucho me temo que egoístas e ilusos) como los del Partido Socialista o los de Humberto Lay Sun, Alberto Borea o Luis Guerrero. Estos votos, incluyendo aquellos que irían a una candidatura afrentante a la memoria y la decencia como la de Martha Chávez, son desperdiciados. Son opciones que, desafortunadamente, están jugando para los antagonistas de la sensatez. No voy a señalar que son votos malos, sólo que esta vez, como el 2000 cuando le ganamos al dictador en primera vuelta y nos robaron el triunfo en las ánforas, jugar a la dispersión es debilitar la opción electoral más poderosa para mantenernos dentro de la coherencia, del pragmatismo y de la racionalidad.
Lo digo, claro está, por la candidata de Unidad Nacional, Lourdes Flores. No voy a negar que he meditado muchas de las cosas que me separan de Flores (su formación doctrinaria, su conservadurismo, algunos amigotes impresentables que van en su lista presidencial y parlamentaria). Sin embargo, debo reconocerle un conocimiento – y no sólo de oídas o por libros – casi enciclopédico del Perú y sus problemas, una inteligencia arrolladora, un realismo ideológico que la hace poco permeable a los dogmatismos (aún cuando ella tenga un ideario definido), una probada vocación democrática y anti autoritaria, honestidad y sensibilidad poco frecuentes en los políticos de ahora. Además, 20 años preparándose para liderar los destinos del país y un equipo técnico capacitado.
Esto lo señala alguien que no votó por ella el 2001 y que siempre ha visto con recelo - y a veces con franca antipatía – la opción conservadora de ella y sus mentores. La absoluta desconfianza que genera todo lo que se considera tradicional a veces hace que se prefiera votar por un desconocido que venda una imagen de salvador de la patria, aunque lo suyo no sea más que lugares comunes y actitudes broncas sin ton ni son, es el mayor fracaso de una clase política de la cual Flores es, aún cuando sea una de la más transparentes y calificados, representante. Pero, a pesar de las dudas que nos pueda generar una candidata que no es perfecta y ha tenido errores políticos ostensibles (el caso Tiwinza, por ejemplo), estos sin duda, no exceden en absoluto los gruesos y grotescos desencuentros de Humala y su entorno o el cinismo inaceptable de García. No es que dichas candidaturas no quieran necesariamente algo bueno y positivo para el país, pero en esta ocasión se busca lo más adecuado y eficiencia en diversos aspectos. Todas las encuestas señalan que Flores es y sería la más confiable para generar puestos de trabajo, para potenciar planes de salud y educación, para reactivar la economía y para gobernar con honestidad y transparencia.
Un gobierno sensato debe pensar en las libertades políticas, en los derechos civiles y el saneamiento de la economía, pero, sobre todo, debe generar confianza. De todas las opciones, la de Humala es una incógnita temeraria y peligrosa. La de García ya sabemos cuáles fueron sus desastrosos resultados. En ese sentido, la más confiable, según mi modesto punto de vista, es la que encarna Lourdes Flores Nano; no por ser necesariamente la mejor (el único gran candidato que conocí perdió las elecciones en 1990), sino por ser la más sensata, la menos perniciosa. Hagamos de esta decisión no una lucha entre peruanos ni una expiación de rabia contenida, sino una demostración de que también podemos elegir con racionalidad, inteligencia y pensando realmente en lo mejor para este país. Que la sabiduría y el sentido común nos acompañen.
04 abril 2006
VOTAR POR LA SENSATEZ
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1 comentario:
A propósito de nuestros candidatos y la sensatez del electorado, César Hildebrandt, siempre ácido, publicó este artículo en tono pesimista reflexionando sobre los tres candidatos con mayor opción.
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