Aún cuando no logre una curul en el próximo Congreso (como se preveía desde el momento de las inscripciones, debido a la endeble candidatura presidencial que los apoyaba y el muy poco carismático partido que lo alojaba en su alianza con Fuerza Loretana), la importante votación preferencial obtenida por Norman Lewis Del Alcázar en las elecciones generales le atribuye de facto la categoría de triunfador moral (al igual que el pastor Alfredo Yong), pero – más práctico aún –una legitimidad importante en el campo político que, muy seguramente, será usada en el corto y mediano plazo por él o por el oportunista líder de su agrupación, Iván Vásquez.
Aunque la demora casi desesperante del conteo de la votación congresal por parte de la ONPE no tiene cuándo cesar, Lewis, en el peor de los casos, ha logrado la tercera votación preferencial más alta en Loreto. Nada mal para un postulante que sólo contaba con una publicidad negativa por haber sido internado en la cárcel supuestamente acusado de delitos contra la administración pública. En efecto, la condena para el candidato parecía ser una carga terrible contra su imagen, según el torpe cálculo de sus acusadores, quienes usaron dicha parodia con el fin de atribuirle a Lewis responsabilidades que aún siguen siendo inciertas. Digamos que en este momento aún persiste la duda razonable respecto de su inocencia. Pero la forma en que los operadores políticos de la venganza usaron descaradamente la majestad del Poder Judicial para cometer perjurio, prevaricato, falsificación de pruebas, conjura y, además, violación flagrante del principio jurídico in dubio pro reo son una magnífica demostración de la tendenciosa carga contra Lewis y, además, un indicio de que algo no precisamente claro sino turbio se cernió sobre su figura.
Pero, sin embargo, lo que ha pasado en el terreno electoral ha sido un voto firme, macizo, muchas veces sentimental por un candidato al que se le percibía como víctima de una injusticia. He escuchado de muchas personas que decidieron darle su voto que no creen en Fuerza Loretana, no les interesaba la candidatura de Alberto Borea, menos comparten los métodos y la personalidad de Iván Vásquez. En cierto sentido también era un voto de protesta contra tanto cinismo y desvergüenza. Y parece haber logrado su propósito de mantener la actualidad del atropello y generar en la opinión pública una válvula de escape para hacer patente su rechazo a las artimañas y las venganzas políticas.
Claro, obvio que los llamados “triunfos morales” son insuficientes y a veces su sola denominación esconde el afán de generar “pastillas positivas” para los que perdieron. Pero, también es cierto que algunas victorias son pírricas y deshonrosas y muestran el grado de miseria humana de algunos en su búsqueda exagerada por el poder. Quizás decir que Lewis es un héroe de la democracia es exagerado, pero de igual modo tengo mucha certeza que éste no merece estar en esa celda en Guayabamba, no más que muchos que están fuera, gozando del tormento de él y su familia. Las elecciones del 9 de abril han reiterado que el tema Lewis no se ha acabado, ni en la discusión ni el debate ni en las oscuras sentencias redactadas a último momento, mucho menos en la pretensión de quitarle a un hombre su libertad por motivos viles y nada edificantes.
Aunque la demora casi desesperante del conteo de la votación congresal por parte de la ONPE no tiene cuándo cesar, Lewis, en el peor de los casos, ha logrado la tercera votación preferencial más alta en Loreto. Nada mal para un postulante que sólo contaba con una publicidad negativa por haber sido internado en la cárcel supuestamente acusado de delitos contra la administración pública. En efecto, la condena para el candidato parecía ser una carga terrible contra su imagen, según el torpe cálculo de sus acusadores, quienes usaron dicha parodia con el fin de atribuirle a Lewis responsabilidades que aún siguen siendo inciertas. Digamos que en este momento aún persiste la duda razonable respecto de su inocencia. Pero la forma en que los operadores políticos de la venganza usaron descaradamente la majestad del Poder Judicial para cometer perjurio, prevaricato, falsificación de pruebas, conjura y, además, violación flagrante del principio jurídico in dubio pro reo son una magnífica demostración de la tendenciosa carga contra Lewis y, además, un indicio de que algo no precisamente claro sino turbio se cernió sobre su figura.
Pero, sin embargo, lo que ha pasado en el terreno electoral ha sido un voto firme, macizo, muchas veces sentimental por un candidato al que se le percibía como víctima de una injusticia. He escuchado de muchas personas que decidieron darle su voto que no creen en Fuerza Loretana, no les interesaba la candidatura de Alberto Borea, menos comparten los métodos y la personalidad de Iván Vásquez. En cierto sentido también era un voto de protesta contra tanto cinismo y desvergüenza. Y parece haber logrado su propósito de mantener la actualidad del atropello y generar en la opinión pública una válvula de escape para hacer patente su rechazo a las artimañas y las venganzas políticas.
Claro, obvio que los llamados “triunfos morales” son insuficientes y a veces su sola denominación esconde el afán de generar “pastillas positivas” para los que perdieron. Pero, también es cierto que algunas victorias son pírricas y deshonrosas y muestran el grado de miseria humana de algunos en su búsqueda exagerada por el poder. Quizás decir que Lewis es un héroe de la democracia es exagerado, pero de igual modo tengo mucha certeza que éste no merece estar en esa celda en Guayabamba, no más que muchos que están fuera, gozando del tormento de él y su familia. Las elecciones del 9 de abril han reiterado que el tema Lewis no se ha acabado, ni en la discusión ni el debate ni en las oscuras sentencias redactadas a último momento, mucho menos en la pretensión de quitarle a un hombre su libertad por motivos viles y nada edificantes.
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