Coincidimos en parte con el editorial del diario La Región del día de ayer, a raíz de una carta abierta enviada por dirigentes que augura pocas posibilidades de supervivencia en nuestra región a la alianza política PNP-UPP-BPA luego de las elecciones generales y, más aún, en el caso de que el candidato Ollanta Humala pierda la segunda vuelta ante Alan García, como todos los indicios apuntan (aunque alguno de mis amigos pro-humalistas que escriben en este diario y otros se desgañiten negándolo en todos los tonos).
Pero hay algunas precisiones que siempre son necesarias en aras de preservar la verdad (aparte de señalar que hay una imprecisión en el porcentaje de la votación de Alejandro Toledo en primera vuelta el 2001, que la carta establece en 43%, pero en realidad fue 62%). En principio no es la primera vez que la lucha de facciones dentro de una misma organización genera un fuego abierto en los medios de comunicación, amenazas de renuncia, lloriqueos de incomprensión y una tensión marginal pero palpable. Lo mismo vimos en Perú Posible durante los últimos 5 años. Es decir, una agrupación informal, sin cuadros preparados, sin dinámica ideológica, que tiene arrastre sólo por el carisma de un líder mayor, que, ante la posibilidad de manejar los hilos del poder, desnuda mayúscula incapacidad para asumir el reto. Eso mismo sucede con el Partido Nacionalista Peruano, cuyas cabezas visibles, con muy escasas excepciones, son una reunión de aupados al coche con mayor o menor tiempo de permanencia. Muy pocos, estoy seguro, estarían allí si hubieran sido captados por otros movimientos políticos.
Además, el ataque frontal contra quien ganó el cupo congresal de UPP, el vicepresidente regional Víctor Isla, desnuda, en una lectura más compleja, una frustración muy grande por no haber logrado el objetivo de colocar a algún amigo en el primer lugar. Perú Posible tuvo el consuelo de ver entrar a Carlos Almerí el 2001 ante la presencia del invitado Jorge Chávez Sibina, que los posibilistas percibían como una amenaza y afrenta. En esta oportunidad, las circunstancias son parecidas, sólo que el bajo porcentaje logrado por un candidato presidencial ganador en primera vuelta – apenas 29% - ha cambiado por completo el concepto del voto de arrastre en nuestra región. En ello, el Bloque Popular Amazónico – pero no sólo él – tiene parte de responsabilidad en este exiguo resultado.
Pero eso de decir que los otros candidatos congresales eran pilares del nacionalismo loretano no pasa de ser una frase carente de argumentación. El respetable señor Américo Menéndez es un antiguo dirigente de UPP - no del PNP - y la respetable señora Eva Matute una dirigente que llegó al nacionalismo posiblemente a través de invitaciones parecidas a las que tuvo Isla, el cual además fue colocado como cabeza de lista por el propio Humala. Los tres No son precisamente “dirigentes” históricos del PNP (y en buena hora, porque si los “dirigentes” candidateasen, el porcentaje humalista hubiera sido mucho menor).
Más allá de exclamaciones y reclamos y cierta histeria, los números de Isla hablan por sí mismos. Exacto, su votación es austera y no se asemeja en nada a los aluvionales casi 50 mil que tuvieron Robinson Rivadeneyra y Antonio Palomo el 2000, ni a los 54 mil que tuvo Chávez Sibina el 2001, pero aún así aventajan fuertemente a su más cercano compañero de lista. Cuestionado y con algunas denuncias bien graves en torno a su trayectoria pública (algo que Isla debe responder cuanto antes, evidentemente), los votos del ciudadano común que tanto dicen respetar los nacionalistas lo ha erigido futuro congresista, así como a Mario Peña y – posiblemente – Enrique Pinedo. Esa es la llamada “sabiduría” del pueblo o, más bien, la tan mentada “democracia” representativa del Perú del siglo XXI.
Pero hay algunas precisiones que siempre son necesarias en aras de preservar la verdad (aparte de señalar que hay una imprecisión en el porcentaje de la votación de Alejandro Toledo en primera vuelta el 2001, que la carta establece en 43%, pero en realidad fue 62%). En principio no es la primera vez que la lucha de facciones dentro de una misma organización genera un fuego abierto en los medios de comunicación, amenazas de renuncia, lloriqueos de incomprensión y una tensión marginal pero palpable. Lo mismo vimos en Perú Posible durante los últimos 5 años. Es decir, una agrupación informal, sin cuadros preparados, sin dinámica ideológica, que tiene arrastre sólo por el carisma de un líder mayor, que, ante la posibilidad de manejar los hilos del poder, desnuda mayúscula incapacidad para asumir el reto. Eso mismo sucede con el Partido Nacionalista Peruano, cuyas cabezas visibles, con muy escasas excepciones, son una reunión de aupados al coche con mayor o menor tiempo de permanencia. Muy pocos, estoy seguro, estarían allí si hubieran sido captados por otros movimientos políticos.
Además, el ataque frontal contra quien ganó el cupo congresal de UPP, el vicepresidente regional Víctor Isla, desnuda, en una lectura más compleja, una frustración muy grande por no haber logrado el objetivo de colocar a algún amigo en el primer lugar. Perú Posible tuvo el consuelo de ver entrar a Carlos Almerí el 2001 ante la presencia del invitado Jorge Chávez Sibina, que los posibilistas percibían como una amenaza y afrenta. En esta oportunidad, las circunstancias son parecidas, sólo que el bajo porcentaje logrado por un candidato presidencial ganador en primera vuelta – apenas 29% - ha cambiado por completo el concepto del voto de arrastre en nuestra región. En ello, el Bloque Popular Amazónico – pero no sólo él – tiene parte de responsabilidad en este exiguo resultado.
Pero eso de decir que los otros candidatos congresales eran pilares del nacionalismo loretano no pasa de ser una frase carente de argumentación. El respetable señor Américo Menéndez es un antiguo dirigente de UPP - no del PNP - y la respetable señora Eva Matute una dirigente que llegó al nacionalismo posiblemente a través de invitaciones parecidas a las que tuvo Isla, el cual además fue colocado como cabeza de lista por el propio Humala. Los tres No son precisamente “dirigentes” históricos del PNP (y en buena hora, porque si los “dirigentes” candidateasen, el porcentaje humalista hubiera sido mucho menor).
Más allá de exclamaciones y reclamos y cierta histeria, los números de Isla hablan por sí mismos. Exacto, su votación es austera y no se asemeja en nada a los aluvionales casi 50 mil que tuvieron Robinson Rivadeneyra y Antonio Palomo el 2000, ni a los 54 mil que tuvo Chávez Sibina el 2001, pero aún así aventajan fuertemente a su más cercano compañero de lista. Cuestionado y con algunas denuncias bien graves en torno a su trayectoria pública (algo que Isla debe responder cuanto antes, evidentemente), los votos del ciudadano común que tanto dicen respetar los nacionalistas lo ha erigido futuro congresista, así como a Mario Peña y – posiblemente – Enrique Pinedo. Esa es la llamada “sabiduría” del pueblo o, más bien, la tan mentada “democracia” representativa del Perú del siglo XXI.
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