El último domingo, en el programa El Francotirador, Jaime Bayly entrevistó al pastor Humberto Lay Sun. Y la conversación fue relativamente serena, apacible, por momentos soporífera debido a la parca bonhomía verbal de quien se ha convertido en una sorpresa mayúscula de las últimas elecciones generales realizadas el 9 de abril.
Pero, habría que hacer un distingo en quien se coloca exactamente en la antípoda del fenómeno nacionalista que levantó a Ollanta Humala, quien se caracterizó precisamente por ser un discurso áspero, confrontacional y tenso. La propuesta de Lay y su movimiento Reastauración Nacional fue más bien sobria, austera, convergente. Al momento de escribir esta columna, roza el 4.4% de los votos a nivel nacional, lo cual, para el poco tiempo desplegado, para la pasividad del candidato y para la escasez de publicidad de gran factura y cantidad; pero sobre todo haciendo algo completamente contrario a lo que el humor del electorado señala (exactamente lo que hizo el humalismo), es un gran resultado.
En cierto modo, el pastor Lay juega un rol parecido al de un outsider político que ha descubierto una insospechada grieta en el sistema y que creíamos sólo estaba capitalizando Humala. Porque, sin ser muy conocido (aún cuando ha tenido cargos muy honorables como el de directivo de la asociaciones de iglesias cristianas y miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación), su presencia exclusiva y casi excluyente en ciertos sectores religioso, así como su imagen de ciudadano honesto e intachable (de hecho lo es), contribuyeron a generar simpatías que ni siquiera candidatos curtidos como Borea, Villarán, Diez Canseco lograron siquiera imaginar.
Hay un aspecto que no se ha señalado pero que podría ayudar y es que el voto de consigna de los llamados grupos evangélicos siempre es mucho más fuerte que el de cualquier otro partido político. Así sucedió con la labor proselitista que los llevó a colocar a Alberto Fujimori en segunda vuelta contra Mario Vargas Llosa en 1990 y luego a darle virtualmente la presidencia de la república. Ahora también puede decirse que ha primado el mismo razonamiento lógico y creemos, con toda seguridad que por lo menos una gran parte de los votos conseguidos por Lay ahora pertenecen a gente religiosamente determinada, en un país donde el 21% no es católico tradicional y el 13% tiene algún tipo de creencia parecida a la del candidato en cuestión.
Y eso también nos muestra el gran desempeño del voto de consigna en Loreto, la región donde Restauración Nacional se encarama hasta el 11% de los votos y donde un respetable señor llamado Alfredo Yong cuya participación política es casi inédita logra convertirse en el candidato más votado para congresistas, superando a viejos conocidos y figuras destacadas. Si esto no es un voto de consigna y un voto direccionado, pero efectivísimo y certero, díganme entonces cuál lo es. En todo caso, protagonismo al pastor Lay es lo que más le espera en los próximos cinco años en la vida pública nacional (algo que por salud colectiva y transparencia convendría harto) .
Pero, habría que hacer un distingo en quien se coloca exactamente en la antípoda del fenómeno nacionalista que levantó a Ollanta Humala, quien se caracterizó precisamente por ser un discurso áspero, confrontacional y tenso. La propuesta de Lay y su movimiento Reastauración Nacional fue más bien sobria, austera, convergente. Al momento de escribir esta columna, roza el 4.4% de los votos a nivel nacional, lo cual, para el poco tiempo desplegado, para la pasividad del candidato y para la escasez de publicidad de gran factura y cantidad; pero sobre todo haciendo algo completamente contrario a lo que el humor del electorado señala (exactamente lo que hizo el humalismo), es un gran resultado.
En cierto modo, el pastor Lay juega un rol parecido al de un outsider político que ha descubierto una insospechada grieta en el sistema y que creíamos sólo estaba capitalizando Humala. Porque, sin ser muy conocido (aún cuando ha tenido cargos muy honorables como el de directivo de la asociaciones de iglesias cristianas y miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación), su presencia exclusiva y casi excluyente en ciertos sectores religioso, así como su imagen de ciudadano honesto e intachable (de hecho lo es), contribuyeron a generar simpatías que ni siquiera candidatos curtidos como Borea, Villarán, Diez Canseco lograron siquiera imaginar.
Hay un aspecto que no se ha señalado pero que podría ayudar y es que el voto de consigna de los llamados grupos evangélicos siempre es mucho más fuerte que el de cualquier otro partido político. Así sucedió con la labor proselitista que los llevó a colocar a Alberto Fujimori en segunda vuelta contra Mario Vargas Llosa en 1990 y luego a darle virtualmente la presidencia de la república. Ahora también puede decirse que ha primado el mismo razonamiento lógico y creemos, con toda seguridad que por lo menos una gran parte de los votos conseguidos por Lay ahora pertenecen a gente religiosamente determinada, en un país donde el 21% no es católico tradicional y el 13% tiene algún tipo de creencia parecida a la del candidato en cuestión.
Y eso también nos muestra el gran desempeño del voto de consigna en Loreto, la región donde Restauración Nacional se encarama hasta el 11% de los votos y donde un respetable señor llamado Alfredo Yong cuya participación política es casi inédita logra convertirse en el candidato más votado para congresistas, superando a viejos conocidos y figuras destacadas. Si esto no es un voto de consigna y un voto direccionado, pero efectivísimo y certero, díganme entonces cuál lo es. En todo caso, protagonismo al pastor Lay es lo que más le espera en los próximos cinco años en la vida pública nacional (algo que por salud colectiva y transparencia convendría harto) .
1 comentario:
Frncisco, debo decir que tienes un blog muy interesante, saludos y te invito a darte una vuelta por el mío.
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