
Eldemiro era inmenso, el más alto de la clase, el extranjero, “el gringo”. Y es que no era poca cosa, con su metro noventa y tres de altura era un gigante para sus quince años.
Eldemiro impresionó desde el primer día que apareció en el aula, aquella mañana la profe de lenguaje lo presentó:
- Hoy se integra un nuevo compañero. Ven, no tengas vergüenza.
A medida que daba un paso el suelo temblaba, como si una manada de huanganas atravesara el bosque. Todos nos lo quedamos viendo: Cabello rubio, piel muy blanca como si nunca le hubiese dado el sol, y ojos profundamente azules. Era un extranjero entre nosotros, pero lo que verdaderamente llamó la atención fue su enorme tamaño, casi tocaba el cielorraso, al saludarnos sus manos eran tan grandes que podía coger la cabeza de cualquiera y estrujarlas a su antojo. Mis compañeros tenían la boca bien abierta y los ojos desorbitados. Hasta que nos saludó.
- Ho… hola, mi nombre es Eldemiro.
No se si lo mas raro fue que supiera hablar en español, que pronunciara muy bien las palabras (y no mordido como todo gringo que aparece por acá), o que se llamara Eldemiro. La profe lo invito a sentarse, nuestras carpetas eran de esas bipersonales (la compartías con un compañero todo el año) y para mi suerte la mía era la única vacía. Y otra vez comenzó a temblar la tierra con cada paso del muchacho, los lápices caían al suelo, se podía escuchar el eco de sus pisadas en los pasillos, y las aves se daban a la fuga. Estábamos tensos, una orquesta de latidos acelerados, como una buena peli de suspenso (con música y todo).
- ¿Puedo sentarme a tu lado?
- S.. ss… shh.. si…
En ese momento trató de acomodarse pero no pudo, trataba de sentarse, sacaba una pierna, se movía a un costado, tambaleaba, etc… Al verlo todos estaban consternados.
- Profesora, no alcanzo…
Y es que la carpeta era muy pequeña para él, todos nos echamos a reir, yo tampoco pude contenerme e incluso Eldemiro se tomo la cabeza y sonrió alegremente. Toda la tensión había desaparecido, era un simple compañero en un sencillo aprieto fuera de lo común; claro que la solución fue que usara toda la carpeta y se sentara de costado, mientras a mi me toco usar una banca que había por allí; pero no me importó.
A la hora del recreo comenzó el interrogatorio por parte de los chismosos del salón:
-Eldemiro, ¿de donde eres? – pregunta Anita, sonriendo coquetamente.
- Soy de aca…
- ¿De Iquitos? No te creo – contradice Jorge, tratando de no hacerlo enfadar.
- Sí, de verdacito… soy de aca.
- Pero tus papás no son de aca… - comenta Luis, mientras come pan con huevo.
- Bueno, mi papá si, mi mamá es de Dinamarca.
- Ah, ya ves, entonces eres dinamarquiano – exclama Gisella, jugando con su cabello.
- Qué bruta eres, se dice “dinamarquino” – explica Julio, acomodándose los anteojos.
- En realidad se dice danés…
Todos nos pusimos a reír.
Eldemiro nació y creció en Iquitos, su madre llego a esta ciudad dejando atrás su familia y su pueblo natal en la lejana Dinamarca; se enamoró y casó con un hombre tranquilo y dedicado a su trabajo. Le pusieron Eldemiro en honor a su abuelo paterno, al final su nombre completo era Eldemiro Peter Tuanama Kierkegaard.
Nos llevamos muy bien ese año que estudiamos juntos, en realidad se llevo bien con todos, buen estudiante, buen amigo. Pero aun quedaba la curiosidad por ser un gringo en el aula, y a veces no podía dejar de preguntar cosas.
- Oye, ¿y en que te pareces a tu papá? porque por donde te mire no tienes nada de charapa.
- Bueno, mi abuelita dice que tengo sus pestañas…