RESPUESTAS VAMPIRESAS

Por: Lupe Muñoz

En el post anterior y con los comentarios vertidos, tanto hombres como mujeres nos hemos sincerado y concluido que por estos días, en cada invitación de los chicos, siempre hay un interés carnal de por medio. Las razones, ya las hemos explicado y, aunque todavía existiese algún hombre que le cueste aceptar, así es la realidad y las cosas hay que decirlas como son.

Sin embargo, hay un pequeño detalle –quizá no tan pequeño- que está pasando por alto. El detalle es…LA PREGUNTA (la gran pregunta): Cómo y qué dicen los hombres para "invitar" -para que se escuche más decente- a la cama a su acompañante.

Hay formas y formas, pero no a todos les liga. Porque si bien es cierto, aún cuando la noche haya estado lleno de detalles -costosos o no-, aún cuando ambos tengas las ganas e intención de entrar a un hotel, aún cuando todo haya estado muy bien, puede que al lanzar "la pregunta", la embarren toditito y echen a perder la faena -ardua por cierto- y finalmente tengan que regresar solos a sus casas y con grandes pérdidas en la billetera (la mayoría repletadas de boletas sólo para la finta).

Me imagino –no soy varón para afirmarlo- que este suceso no debe ser nada fácil, más que seguro debe ser un acto de valor, un acto de decisión, casi heroico, casi, casi la sensación de un niño cuando se declara por primera vez. Nadie quiere arriesgarse a una cachetada o, lo que es peor, -ya en los grandecitos-, a la vergüenza pública de ser visto a la salida de un centro nocturno como un depravado. Las mujeres somos muy sensibles y algunas capaces de soltar un grito en plena calle tipo: ¿Qué te pasa?, ¿crees que soy? puta?. Con eso ya has ganado la atención de toda la cuadra, tenlo por seguro. Y no te extrañes si una vecina salga con una escoba y los perros callejeros empiecen a ladrarte.

Pero, como repito, hay formas y formas.Recuerdo cierta noche, saliendo de una disco con un amigo, ya el plan zanahoria que solo deja trabajar a los locales hasta las 3:00 a.m. empezaba hacer efecto y la gente ya emprendía distintos rumbos al salir del local. ¿Y ahora qué hacemos? -pregunta-. Ni idea -le respondo-. Ya habíamos bailado todos los ritmos de moda, él había bebido lo suficiente como para confundir el camino al baño con la salida, y habíamos tenido ratos de coqueteo. ¿Y si la seguimos en otro sitio? me dice con su mirada pícara. Obviamente a esa hora, donde la mayoría de locales están en pleno cierre, y después de lo nombrado anteriormente, no voy a imaginar que me quieren llevar a tomar caldo de gallina en la calle Aguirre -único sitio donde no obedecen al plan-, o en su defecto al Chato's Burguer. –un lugar más decente-. "Francamente estoy bien cansada. Mañana tengo que trabajar y lo único que ahora quiero es ir a dormir" fue mi única respuesta (…) En este caso el problema no era mi acompañante, tampoco la pregunta (creo que estuvo en la escala de lo medianamente regular), sino que no me atraía lo suficiente como para terminar en un hotel.

Pero esto sólo por poner un ejemplo; existen los más directos, los más prudentes, los más enredados, etc. Sea cual sea el método que utilicen, y por más experimentados que los hombres se consideren, un tanto difícil les debe ser realizar la grandiosa proposición al hotel. No olviden que la decodificación de mensajes en hombres y mujeres es diferente. Los hombres siempre lo quieren decir todo sin rodeos, las mujeres seguimos un proceso verbal y gesticular, a ninguna nos gusta un: ¡vamos a hotel y punto!. Por eso, chicos, de hoy en adelante, vayan preparando su mejor discurso, porque hasta en eso las "vampiresas" son muy exigentes.