28 agosto 2007

PACO UMBRAL, EN EL RECUERDO

Paco Umbral ha muerto, anoche a los 72 años, en una clínica de Madrid. La noticia me entristece y consterna tremendamente.



Fue un grande, y tuvo el privilegio de que su afilada prosa estuviera definida por el carácter personal y la vocación incendiaria de su excepcional inteligencia. Recibió el premio Cervantes y el Príncipe de Asturias y también el aplauso de cientos de miles de lectores, así como el denuesto de algunos poderosos y de varios egos sobredimensionados.

Escribía regularmente en el diario
El Mundo y lo hizo incluso hasta cuando ya no le quedaban muchas fuerzas físicas para seguir. Fue una autodidacta de la palabra, un fiero defensor de la justicia, la verdad y la libertad y un tipo dominado por el sentimiento y la emoción, que supo impregnarle directamente a sus libros. Lo curioso es que Umbral solo estudio en un colegio entre los diez y los once años, de allí lo expulsaron y nunca más volvió. Afortunadamente, porque gracias o precisamente debido a ello creció en el la rabia y la ternura para escribir y convertirse probablemente en una de las voces más lúcidas y desgarradas de España del siglo XX (y parte de este s XXI).

Umbral era un promiscuo de la palabra, con casi 100 libros en su haber. Balada de Gamberros (1955), El giocondo (1970), Las ninfas (1975) y Madrid, tribu urbana (2000) fueron algunos de sus importantes contribuciones. Sin embargo,por encima de todo, era un gran articulista, un fenomenal analista de opinión, un comentarista intenso y hasta desmesurado. Su faceta de polemista, le trajo, claro que sí (sobre todo en un mundo de gente tan estúpida y poco tolerante), procesos judiciales y ataques mortíferos en su contra. Y la fuerza del carácter que tenía era inquebrantable. Nunca calló nada de lo que quería decir, e incluso algunos creen que pudo haber forjado una mejor obra literaria, sino hubiera tenido que estar constantemente en los medios de comunicación. Ello, obviamente, es absolutamente cuestionable, sin embargo, nadie discute que el valor superlativo de su palabra ha contribuido enormemente a la literatura y el periodismo de habla castellana.

Ahora que se ha ido, queda flotando en el aire y el linaje de su apelativo queda como única y acaso última esperanza de aflorar el genio creativo que algunos no hemos logrado asir. El gran enigma de este oficio le debe un profundo reconocimiento.

Adiós, Paco querido, maestro y guia, triste salvaje de gran corazón.

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