DEL “HOTEL MIL ESTRELLAS” AL USO DE CARPAS. TESTIMONIO DE ACCIÓN SOCIAL DE UN GRUPO ORGANIZADO DE VECINOS DE PISCO (ANTONIO PEÑA JUMPA)
Nota: El profesor Antonio Peña Jumpa es uno de los docente más carismáticos y queridos de la facultad de Derecho de la Unviersidad Católica. El es pisqueño y ha tenido la desdicha de perder a su madre en el último terremoto que afectó el departamento de Ica. Este es su testimonio del regreso a su tierra natal para colaborar con las tareas de reconstrucción de la zona devastada.
El siguiente es un testimonio sobre cómo la acción social de un grupo de vecinos de Pisco tras el sismo del 15 de Agosto último vienen superando relativamente la provisión de agua y alimentos, pero particularmente han podido superar su residencia en chozas, llamadas por ellos mismo como “hotel mil estrellas”, para pasar a las carpas. A pesar de la indiferencia o ineficiencia de ciertas autoridades esa acción colectiva pudo tener buenos resultados. A continuación el relato cronológico.
El día 23 de Agosto por la mañana nos reunimos los vecinos de la cuarta cuadra de la calle Comercio de Pisco para reiniciar nuestra organización vecinal. Decidimos apoyarnos en tres principios básicos: honestidad, organización y participación. Decidimos también elegir tres delegados: uno de la zona norte, otro de la zona centro y un tercero de la zona sur. Todos nos comprometimos en apoyar nuestros delegados y participar en la solución de tres necesidades urgentes: 1) Provisión de agua y alimentos, 2) Instalaciones de carpas, y 3) Instalaciones de baños y servicios. La primera de estas necesidades se explicaba porque desde la fecha del sismo, 15 de agosto, solo se había distribuido desde el municipio una ración mínima de alimentos. La segunda necesidad se fundamentaba en el hecho de que la mitad del total de familias de la cuadra no había logrado conseguir otro refugio y por el cuidado de sus cosas y otras razones permanecía durmiendo en la intemperie. La tercera necesidad se explicaba porque la mayoría de casas de la cuadra habían sido afectadas totalmente, siendo imposible ingresar a sus servicios higiénicos.
Después de la reunión en nuestra cuadra acudimos a visitar a los vecinos de la quinta cuadra de la misma calle Comercio de Pisco. Conversamos con quienes figuraban como sus gestores o delegados y con los vecinos que espontáneamente se acercaban. Les contamos de las decisiones que habíamos tomado en la cuarta cuadra y acordamos emprender juntos nuestras gestiones. Abordaríamos primero la necesidad de agua y alimentos.
El mismo 23 de Agosto los delegados y un grupo de vecinos partimos juntos rumbo al Parque Zonal de Pisco, lugar que era un albergue para los damnificados del sismo pero en el que también se encontraba el almacén de alimentos de Pisco y donde el Alcalde tenía una oficina. Cuando llegamos al lugar nuestra primera impresión fue grande: el ingreso principal del Parque Zonal tenía una cola extensa de varias cuadras. Eran las personas que reclamaban alimentos individualmente. La segunda entrada estaba reservada para las personas que habitaban el albergue, los vehículos que llevaban los alimentos o víveres y las autoridades que entraban y salían.
Gracias a las influencias políticas de uno de los vecinos logramos ingresar al Parque Zonal de la cuadra y llegar hasta el almacén y la oficina donde se encontraba el Alcalde, regidores y un grupo de trabajadores. En el lugar se hacían paquetes de víveres para repartir individualmente y se despachaban grupos de alimentos para sectores con “cocinas populares”. Conversamos con el Alcalde sobre el reinicio de nuestra organización y las posibilidades de extensión de la misma hacía otras cuadras, calles y barrios, con el fin de dejar de atender pedidos individuales para conseguir una mayor eficiencia, pero no se convenció. Sin embargo, ante nuestra iniciativa, el Alcalde procedió a incluir nuestra relación de vecinos dentro de una orden de despacho de alimentos al lado de otros, dictó los víveres que en su entender nos correspondería y dio la orden para que el camión cisterna de agua pase por nuestra calle.
Así, conseguimos agua y alimentos por dos o tres días, aunque sin alguna certeza de cuándo nos tocaría la siguiente oportunidad. Aquella mañana habíamos tenido mucha suerte por la atención rápida dado nuestro acceso inmediato ante el Alcalde. Sin embargo, fuera del almacén y la oficina del Alcalde numerosos grupos de dirigentes o delegados de calles o barrios reclamaban alimentos. Muchos sostenían que no habían recibido ninguna ración de alimentos del municipio desde la fecha del sismo y que todos los días acudían a la oficina del alcalde sin tener respuesta.
Por la tarde del mismo 23 de agosto nos visitó un joven voluntario del Ministerio de Salud. Nos invitó a visitar y pedir apoyo del Centro de Abastecimientos del Ministerio de Salud que se encuentra en la Base Aérea de San Andrés, donde también se encuentran los almacenes de víveres, camas, carpas y todos los productos donados por entes privados o la cooperación internacional o comprados por el Estado para su distribución en los distritos y provincias afectados por el sismo. Decidimos acudir a ese lugar además para indagar sobre las carpas, nuestro segundo objetivo, antes de hacer un pedido formal a las autoridades. Cuando llegamos a la Base Aérea de San Andrés encontramos muchas personas en espera o queriendo ingresar, y también varios camiones largos (tráileres) esperando descargar víveres y productos traídos por barcos. Dentro de la Base no se nos pudo entregar ninguna medicina para nuestro botiquín de cuadra dado que todo se distribuía hacía los centros de salud, pero sí encontramos dos cosas: se nos informó que habían 300 carpas que esperaban solo la firma del Alcalde para su entrega, y, de otro lado, pudimos conseguir 240 sándwiches y paquetes de papas fritas de una firma conocida para ser distribuidos a los vecinos.
El día 24 de agosto nos reunimos muy temprano los vecinos de la cuarta y quinta cuadras. Coincidimos en gestionar ahora con prioridad las carpas. El grupo de delegados y vecinos (en adelante “la comisión”) nos dirigimos nuevamente al Parque Zonal de Pisco para hacerle el pedido al Alcalde. Esta vez no contábamos con nuestro vecino influyente así que tuvimos que integrarnos al tumulto de dirigentes o representantes de barrios presentes para hacer llegar nuestro pedido. Cuando salió el Alcalde y se dirigió al tumulto para recibir personalmente los pedidos de alimentos nosotros le expresamos nuestro pedido de carpas. El Alcalde fue tajante en sostener que no hay carpas. Cuando le insistimos que en los almacenes de la Base Aérea de San Andrés habían 300 carpas que esperaban la orden con su firma él eludió la respuesta reiterando su negación. Los miembros de la comisión apesadumbrados nos quedamos a esperar.
Al rato apareció un regidor municipal cuya esposa era amiga de promoción de uno de los miembros de la comisión. A través de este regidor nos enteramos que el Alcalde había decidido trasladar las funciones de distribución general de las carpas a las Hermanas de Caridad del Colegio Santa Luisa del Marillac (en adelante “Hermanas del Marillac”). Inmediatamente fuimos a buscar a las Hermanas del Marillac quienes nos explicaron que, en efecto, ante el pedido de carpas que ellas habían formulado a favor de los barrios donde trabajan el Alcalde había decidido darles la tarea de distribución a nivel del distrito, pero en ese momento aún no tenían ninguna carpa en su poder. Para agilizar esta gestión e incluirnos entre las listas de pedidos que ellas poseían nos pidieron una nueva relación de personas que efectivamente duermen a la intemperie, con nombre de su representante, DNI y firma. Ellas luego fueron a verificar esta relación. Así logramos empadronar 23 familias en la cuarta cuadra y 20 en la quinta cuadra de la calle Comercio.
Al día siguiente sábado 25 de agosto nos volvimos a reunir los vecinos de las cuadras y decidimos continuar con nuestras gestiones de las carpas como prioridad. Los miembros de la comisión fuimos a buscar a las Hermanas del Marillac para confirmar si les habían llegado las carpas. No habían llegado y todo parecía resumirse en un problema de movilidad que las Hermanas confiaban resolvería el mismo Alcalde. En un inicio el Alcalde prometió que llevaría la carga de carpas por la mañana, luego dijo que las llevaría por la tarde y finalmente dijo que las transportaría a partir de las 5 pm. Las Hermanas del Marillac se habían acercado a hablar con el Alcalde para obtener estas respuestas, y nuestra comisión había seguido la secuencia visitando a las Hermanas. Nuestra última visita del día fue a las 8:30 pm solo para confirmar si habían llegado las carpas al colegio Marillac, pero la respuesta seguía siendo negativa.
Al día siguiente, domingo 26 de agosto, los vecinos nos mostrábamos pesimistas en la reunión. No había ánimos de continuar con la gestión de las carpas y ya tocaba insistir con el nuevo pedido de alimentos y agua. Se nombraron tres comisiones: una que gestionaría el agua a través de las oficinas de la Empresa de Agua de Pisco que parcialmente comenzaba a operar, otra comisión solicitaría los alimentos en los almacenes y oficina del Parque Zonal, y una tercera insistiría con las carpas.
La comisión de carpas nos acercamos nuevamente ante las Hermanas del Marillac. No había noticias sobre las carpas. Nos acercamos a insistir ante el Alcalde en el Parque Zonal. Allí nos encontramos con la comisión de alimentos y con la sorpresa que el Alcalde había viajado a Lima a visitar a sus familiares y por tanto había decidido suspender el reparto de alimentos. Esto llenó de indignación a los delegados, dirigentes y comisiones que nos encontrábamos esperando. Al conversar sobre las carpas con los funcionarios que reemplazaban al Alcalde, la respuesta fue igualmente negativa.
Decidimos volver donde las Hermanas del Marillac e insistir que era necesario conversar con el Alcalde o quien lo reemplace para saber qué hacer. Estábamos decididos a efectuar cualquier acción con tal de conseguir una respuesta más apropiada sobre el tema de las carpas. Con las representantes de las Hermanas nos movilizamos hasta el Parque Zonal para que intente coordinar alguna acción. Allí inicialmente le reiteraron que el Alcalde se encontraba fuera de Pisco, en Lima, que llegaría sobre las 2 pm y que no podían hacer nada sobre las carpas hasta esa hora. A la salida de la oficina nos encontramos con el regidor que dos días antes nos había informado que la distribución de las carpas la haría las Hermanas del Marillac. El indicado regidor se sorprendió de conocer los hechos e ingresó a hablar con el funcionario que reemplazaba al Alcalde en la oficina del almacén buscando comunicarse con el mismo Alcalde. Al salir nos dio la siguiente respuesta: las carpas no han podido retirarse de los depósitos de la Base Aérea de San Andrés por “la falta de la firma de uno de los aduaneros”. Reaccionamos todos juntos y decidimos buscar la firma del Sr. “aduanero” en la Base Aérea para agilizar los trámites mientras el Alcalde retornaba. Al llegar a la Base Aérea y hablar con el General a cargo del despacho de las cargas dirigidas a los damnificados del sismo nos dimos con dos sorpresas: una, que no se requería de firma alguna de “aduanero”, y dos, con la garantía de las Hermanas del Marillac y el regidor que nos acompañaban era suficiente para retirar no solo carpas, sino también camas, colchones, frazadas, agua embotellada, galletas, entre otros.
Fue una sorpresa. Sin embargo, esta sorpresa se iba a desvanecer a los pocos minutos cuando el oficial a cargo de verificar y distribuir efectivamente los productos de los depósitos nos dijo que en efecto ellos contaban con muchos productos que podían entregarnos pero que en cuanto a las carpas solo habían el número de 120 y que se encontraban incompletas porque no habían llegado sus implementos. En otras palabras el indicado oficial nos indicaba que no había carpas disponibles en el momento.
Frente a esta situación ocurrió un hecho curioso. El personal voluntario de Defensa Civil que escuchó nuestra desesperación nos llamó a un costado y nos mostró contrariamente que las carpas sí existían. Volvimos a buscar al General y con él al oficial a cargo de las entregas efectivas que nos había adelantado una respuesta negativa sobre las carpas. Con este último ingresamos a dar una nueva revisión en los depósitos de la Base Aérea acompañados esta vez del personal de Defensa Civil. El resultado fue otra completa sorpresa: había 1,350 carpas listas para ser distribuidas.
Finalmente conseguimos la orden de salida de 240 carpas, 600 colchones, 600 camas, 200 paquetes de 6 embases grandes con agua, cientos de paquetes de galletas entre otros. Volvimos a Pisco en busca de un medio de transporte grande y por suerte en el camino encontramos el tráiler de un vecino de nuestra calle quien gustosamente se prestó a apoyarnos con el transporte. Buscamos más miembros de las cuadras y del Colegio de las Hermanas del Marillac y procedimos a cargar y descargar las 240 carpas y parte de los demás productos asignados. A las 11 de la noche de aquel día los vecinos que habíamos participado en esta tarea regresamos a nuestras chozas con nuestras carpas sobre el hombro. Estábamos muy agradecidos de las Hermanas del Marillac porque habían persistido hasta el final en la búsqueda de las carpas, y porque decidieron adelantarnos parcialmente la entrega de las carpas.
Al día siguiente, lunes 27 de agosto, después de una emotiva reunión iniciada a las 7 de la mañana los vecinos de las cuadras cuatro y cinco de la calle Comercio estuvimos satisfechos. Informamos sobre la aventura vivida para tener las carpas. La comisión de agua también informó que había tenido éxito. Luego de aclamar nuestros esfuerzos y de quienes particularmente persistieron en la gestión de las carpas y el agua, acordamos acudir conjuntamente con los vecinos de la quinta cuadra a recoger en orden las carpas pendientes. Cada uno tenía que dar fe de la recepción ante las Hermanas del Marillac y comprometerse a cuidar en el lugar las carpas. De otro lado, se acordó también que la comisión de alimentos persistiría en su gestión.
A las pocas horas notamos que todos los vecinos de nuestras cuadras estaban contentos y entretenidos procurando armar las nuevas carpas. Seguro estaban pensando en las tareas y objetivos pendientes también: conseguir nuevos alimentos, gestionar el pedido de baños y servicios, asegurar que el agua vaya interdiariamente a las cuadras, discutir el diseño de las nuevas casas que reemplazarían a las antiguas colapsadas y sobre todo conseguir los medios para construirlas. Pero lo más grandioso fue pensar que nuestros hijos y nuestros ancianos ya no dormirían a la intemperie: pasarían del frío del así llamado “hotel mil estrellas” al calor de las nuevas carpas.
Asimismo, lo interesante era pensar que los vecinos de otras calles comenzaban a imitarnos en la gestión. Los vecinos de las calles “Fermín Tangüis”, “Independencia” y “4 de Julio”, aledañas a nosotros, comenzaban a apreciar las diferencias entre estar organizados y participar en la gestión de nuestras necesidades urgentes o estar desorganizados sin participación en gestión alguna. Esto podría significar el inicio de una exigencia objetiva contra nuestras autoridades: hay que delegar funciones en personas honestas o instituciones eficientes como las Hermanas del Marillac, pero sobre todo no mentir a los damnificados ni a las personas o instituciones en las que se confía.
Nota: El profesor Antonio Peña Jumpa es uno de los docente más carismáticos y queridos de la facultad de Derecho de la Unviersidad Católica. El es pisqueño y ha tenido la desdicha de perder a su madre en el último terremoto que afectó el departamento de Ica. Este es su testimonio del regreso a su tierra natal para colaborar con las tareas de reconstrucción de la zona devastada.
El siguiente es un testimonio sobre cómo la acción social de un grupo de vecinos de Pisco tras el sismo del 15 de Agosto último vienen superando relativamente la provisión de agua y alimentos, pero particularmente han podido superar su residencia en chozas, llamadas por ellos mismo como “hotel mil estrellas”, para pasar a las carpas. A pesar de la indiferencia o ineficiencia de ciertas autoridades esa acción colectiva pudo tener buenos resultados. A continuación el relato cronológico.
El día 23 de Agosto por la mañana nos reunimos los vecinos de la cuarta cuadra de la calle Comercio de Pisco para reiniciar nuestra organización vecinal. Decidimos apoyarnos en tres principios básicos: honestidad, organización y participación. Decidimos también elegir tres delegados: uno de la zona norte, otro de la zona centro y un tercero de la zona sur. Todos nos comprometimos en apoyar nuestros delegados y participar en la solución de tres necesidades urgentes: 1) Provisión de agua y alimentos, 2) Instalaciones de carpas, y 3) Instalaciones de baños y servicios. La primera de estas necesidades se explicaba porque desde la fecha del sismo, 15 de agosto, solo se había distribuido desde el municipio una ración mínima de alimentos. La segunda necesidad se fundamentaba en el hecho de que la mitad del total de familias de la cuadra no había logrado conseguir otro refugio y por el cuidado de sus cosas y otras razones permanecía durmiendo en la intemperie. La tercera necesidad se explicaba porque la mayoría de casas de la cuadra habían sido afectadas totalmente, siendo imposible ingresar a sus servicios higiénicos.
Después de la reunión en nuestra cuadra acudimos a visitar a los vecinos de la quinta cuadra de la misma calle Comercio de Pisco. Conversamos con quienes figuraban como sus gestores o delegados y con los vecinos que espontáneamente se acercaban. Les contamos de las decisiones que habíamos tomado en la cuarta cuadra y acordamos emprender juntos nuestras gestiones. Abordaríamos primero la necesidad de agua y alimentos.
El mismo 23 de Agosto los delegados y un grupo de vecinos partimos juntos rumbo al Parque Zonal de Pisco, lugar que era un albergue para los damnificados del sismo pero en el que también se encontraba el almacén de alimentos de Pisco y donde el Alcalde tenía una oficina. Cuando llegamos al lugar nuestra primera impresión fue grande: el ingreso principal del Parque Zonal tenía una cola extensa de varias cuadras. Eran las personas que reclamaban alimentos individualmente. La segunda entrada estaba reservada para las personas que habitaban el albergue, los vehículos que llevaban los alimentos o víveres y las autoridades que entraban y salían.
Gracias a las influencias políticas de uno de los vecinos logramos ingresar al Parque Zonal de la cuadra y llegar hasta el almacén y la oficina donde se encontraba el Alcalde, regidores y un grupo de trabajadores. En el lugar se hacían paquetes de víveres para repartir individualmente y se despachaban grupos de alimentos para sectores con “cocinas populares”. Conversamos con el Alcalde sobre el reinicio de nuestra organización y las posibilidades de extensión de la misma hacía otras cuadras, calles y barrios, con el fin de dejar de atender pedidos individuales para conseguir una mayor eficiencia, pero no se convenció. Sin embargo, ante nuestra iniciativa, el Alcalde procedió a incluir nuestra relación de vecinos dentro de una orden de despacho de alimentos al lado de otros, dictó los víveres que en su entender nos correspondería y dio la orden para que el camión cisterna de agua pase por nuestra calle.
Así, conseguimos agua y alimentos por dos o tres días, aunque sin alguna certeza de cuándo nos tocaría la siguiente oportunidad. Aquella mañana habíamos tenido mucha suerte por la atención rápida dado nuestro acceso inmediato ante el Alcalde. Sin embargo, fuera del almacén y la oficina del Alcalde numerosos grupos de dirigentes o delegados de calles o barrios reclamaban alimentos. Muchos sostenían que no habían recibido ninguna ración de alimentos del municipio desde la fecha del sismo y que todos los días acudían a la oficina del alcalde sin tener respuesta.
Por la tarde del mismo 23 de agosto nos visitó un joven voluntario del Ministerio de Salud. Nos invitó a visitar y pedir apoyo del Centro de Abastecimientos del Ministerio de Salud que se encuentra en la Base Aérea de San Andrés, donde también se encuentran los almacenes de víveres, camas, carpas y todos los productos donados por entes privados o la cooperación internacional o comprados por el Estado para su distribución en los distritos y provincias afectados por el sismo. Decidimos acudir a ese lugar además para indagar sobre las carpas, nuestro segundo objetivo, antes de hacer un pedido formal a las autoridades. Cuando llegamos a la Base Aérea de San Andrés encontramos muchas personas en espera o queriendo ingresar, y también varios camiones largos (tráileres) esperando descargar víveres y productos traídos por barcos. Dentro de la Base no se nos pudo entregar ninguna medicina para nuestro botiquín de cuadra dado que todo se distribuía hacía los centros de salud, pero sí encontramos dos cosas: se nos informó que habían 300 carpas que esperaban solo la firma del Alcalde para su entrega, y, de otro lado, pudimos conseguir 240 sándwiches y paquetes de papas fritas de una firma conocida para ser distribuidos a los vecinos.
El día 24 de agosto nos reunimos muy temprano los vecinos de la cuarta y quinta cuadras. Coincidimos en gestionar ahora con prioridad las carpas. El grupo de delegados y vecinos (en adelante “la comisión”) nos dirigimos nuevamente al Parque Zonal de Pisco para hacerle el pedido al Alcalde. Esta vez no contábamos con nuestro vecino influyente así que tuvimos que integrarnos al tumulto de dirigentes o representantes de barrios presentes para hacer llegar nuestro pedido. Cuando salió el Alcalde y se dirigió al tumulto para recibir personalmente los pedidos de alimentos nosotros le expresamos nuestro pedido de carpas. El Alcalde fue tajante en sostener que no hay carpas. Cuando le insistimos que en los almacenes de la Base Aérea de San Andrés habían 300 carpas que esperaban la orden con su firma él eludió la respuesta reiterando su negación. Los miembros de la comisión apesadumbrados nos quedamos a esperar.
Al rato apareció un regidor municipal cuya esposa era amiga de promoción de uno de los miembros de la comisión. A través de este regidor nos enteramos que el Alcalde había decidido trasladar las funciones de distribución general de las carpas a las Hermanas de Caridad del Colegio Santa Luisa del Marillac (en adelante “Hermanas del Marillac”). Inmediatamente fuimos a buscar a las Hermanas del Marillac quienes nos explicaron que, en efecto, ante el pedido de carpas que ellas habían formulado a favor de los barrios donde trabajan el Alcalde había decidido darles la tarea de distribución a nivel del distrito, pero en ese momento aún no tenían ninguna carpa en su poder. Para agilizar esta gestión e incluirnos entre las listas de pedidos que ellas poseían nos pidieron una nueva relación de personas que efectivamente duermen a la intemperie, con nombre de su representante, DNI y firma. Ellas luego fueron a verificar esta relación. Así logramos empadronar 23 familias en la cuarta cuadra y 20 en la quinta cuadra de la calle Comercio.
Al día siguiente sábado 25 de agosto nos volvimos a reunir los vecinos de las cuadras y decidimos continuar con nuestras gestiones de las carpas como prioridad. Los miembros de la comisión fuimos a buscar a las Hermanas del Marillac para confirmar si les habían llegado las carpas. No habían llegado y todo parecía resumirse en un problema de movilidad que las Hermanas confiaban resolvería el mismo Alcalde. En un inicio el Alcalde prometió que llevaría la carga de carpas por la mañana, luego dijo que las llevaría por la tarde y finalmente dijo que las transportaría a partir de las 5 pm. Las Hermanas del Marillac se habían acercado a hablar con el Alcalde para obtener estas respuestas, y nuestra comisión había seguido la secuencia visitando a las Hermanas. Nuestra última visita del día fue a las 8:30 pm solo para confirmar si habían llegado las carpas al colegio Marillac, pero la respuesta seguía siendo negativa.
Al día siguiente, domingo 26 de agosto, los vecinos nos mostrábamos pesimistas en la reunión. No había ánimos de continuar con la gestión de las carpas y ya tocaba insistir con el nuevo pedido de alimentos y agua. Se nombraron tres comisiones: una que gestionaría el agua a través de las oficinas de la Empresa de Agua de Pisco que parcialmente comenzaba a operar, otra comisión solicitaría los alimentos en los almacenes y oficina del Parque Zonal, y una tercera insistiría con las carpas.
La comisión de carpas nos acercamos nuevamente ante las Hermanas del Marillac. No había noticias sobre las carpas. Nos acercamos a insistir ante el Alcalde en el Parque Zonal. Allí nos encontramos con la comisión de alimentos y con la sorpresa que el Alcalde había viajado a Lima a visitar a sus familiares y por tanto había decidido suspender el reparto de alimentos. Esto llenó de indignación a los delegados, dirigentes y comisiones que nos encontrábamos esperando. Al conversar sobre las carpas con los funcionarios que reemplazaban al Alcalde, la respuesta fue igualmente negativa.
Decidimos volver donde las Hermanas del Marillac e insistir que era necesario conversar con el Alcalde o quien lo reemplace para saber qué hacer. Estábamos decididos a efectuar cualquier acción con tal de conseguir una respuesta más apropiada sobre el tema de las carpas. Con las representantes de las Hermanas nos movilizamos hasta el Parque Zonal para que intente coordinar alguna acción. Allí inicialmente le reiteraron que el Alcalde se encontraba fuera de Pisco, en Lima, que llegaría sobre las 2 pm y que no podían hacer nada sobre las carpas hasta esa hora. A la salida de la oficina nos encontramos con el regidor que dos días antes nos había informado que la distribución de las carpas la haría las Hermanas del Marillac. El indicado regidor se sorprendió de conocer los hechos e ingresó a hablar con el funcionario que reemplazaba al Alcalde en la oficina del almacén buscando comunicarse con el mismo Alcalde. Al salir nos dio la siguiente respuesta: las carpas no han podido retirarse de los depósitos de la Base Aérea de San Andrés por “la falta de la firma de uno de los aduaneros”. Reaccionamos todos juntos y decidimos buscar la firma del Sr. “aduanero” en la Base Aérea para agilizar los trámites mientras el Alcalde retornaba. Al llegar a la Base Aérea y hablar con el General a cargo del despacho de las cargas dirigidas a los damnificados del sismo nos dimos con dos sorpresas: una, que no se requería de firma alguna de “aduanero”, y dos, con la garantía de las Hermanas del Marillac y el regidor que nos acompañaban era suficiente para retirar no solo carpas, sino también camas, colchones, frazadas, agua embotellada, galletas, entre otros.
Fue una sorpresa. Sin embargo, esta sorpresa se iba a desvanecer a los pocos minutos cuando el oficial a cargo de verificar y distribuir efectivamente los productos de los depósitos nos dijo que en efecto ellos contaban con muchos productos que podían entregarnos pero que en cuanto a las carpas solo habían el número de 120 y que se encontraban incompletas porque no habían llegado sus implementos. En otras palabras el indicado oficial nos indicaba que no había carpas disponibles en el momento.
Frente a esta situación ocurrió un hecho curioso. El personal voluntario de Defensa Civil que escuchó nuestra desesperación nos llamó a un costado y nos mostró contrariamente que las carpas sí existían. Volvimos a buscar al General y con él al oficial a cargo de las entregas efectivas que nos había adelantado una respuesta negativa sobre las carpas. Con este último ingresamos a dar una nueva revisión en los depósitos de la Base Aérea acompañados esta vez del personal de Defensa Civil. El resultado fue otra completa sorpresa: había 1,350 carpas listas para ser distribuidas.
Finalmente conseguimos la orden de salida de 240 carpas, 600 colchones, 600 camas, 200 paquetes de 6 embases grandes con agua, cientos de paquetes de galletas entre otros. Volvimos a Pisco en busca de un medio de transporte grande y por suerte en el camino encontramos el tráiler de un vecino de nuestra calle quien gustosamente se prestó a apoyarnos con el transporte. Buscamos más miembros de las cuadras y del Colegio de las Hermanas del Marillac y procedimos a cargar y descargar las 240 carpas y parte de los demás productos asignados. A las 11 de la noche de aquel día los vecinos que habíamos participado en esta tarea regresamos a nuestras chozas con nuestras carpas sobre el hombro. Estábamos muy agradecidos de las Hermanas del Marillac porque habían persistido hasta el final en la búsqueda de las carpas, y porque decidieron adelantarnos parcialmente la entrega de las carpas.
Al día siguiente, lunes 27 de agosto, después de una emotiva reunión iniciada a las 7 de la mañana los vecinos de las cuadras cuatro y cinco de la calle Comercio estuvimos satisfechos. Informamos sobre la aventura vivida para tener las carpas. La comisión de agua también informó que había tenido éxito. Luego de aclamar nuestros esfuerzos y de quienes particularmente persistieron en la gestión de las carpas y el agua, acordamos acudir conjuntamente con los vecinos de la quinta cuadra a recoger en orden las carpas pendientes. Cada uno tenía que dar fe de la recepción ante las Hermanas del Marillac y comprometerse a cuidar en el lugar las carpas. De otro lado, se acordó también que la comisión de alimentos persistiría en su gestión.
A las pocas horas notamos que todos los vecinos de nuestras cuadras estaban contentos y entretenidos procurando armar las nuevas carpas. Seguro estaban pensando en las tareas y objetivos pendientes también: conseguir nuevos alimentos, gestionar el pedido de baños y servicios, asegurar que el agua vaya interdiariamente a las cuadras, discutir el diseño de las nuevas casas que reemplazarían a las antiguas colapsadas y sobre todo conseguir los medios para construirlas. Pero lo más grandioso fue pensar que nuestros hijos y nuestros ancianos ya no dormirían a la intemperie: pasarían del frío del así llamado “hotel mil estrellas” al calor de las nuevas carpas.
Asimismo, lo interesante era pensar que los vecinos de otras calles comenzaban a imitarnos en la gestión. Los vecinos de las calles “Fermín Tangüis”, “Independencia” y “4 de Julio”, aledañas a nosotros, comenzaban a apreciar las diferencias entre estar organizados y participar en la gestión de nuestras necesidades urgentes o estar desorganizados sin participación en gestión alguna. Esto podría significar el inicio de una exigencia objetiva contra nuestras autoridades: hay que delegar funciones en personas honestas o instituciones eficientes como las Hermanas del Marillac, pero sobre todo no mentir a los damnificados ni a las personas o instituciones en las que se confía.
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