12 mayo 2007

EL CIRCO DE MI PUEBLO

Vuelvo al circo luego de mucho tiempo. La última vez, intoxicado de nostalgia, una fiesta nacional de 1995, disfruté de una función extra ad hoc en un espectáculo de barrio, en la friolenta y bizarra Huancayo. Éste no significa un ejercicio de memoria desgarrada, tan sólo es una constatación de que los años no pasan en vano. Sin embargo, es muy – harto – preferible escribir sobre las bambalinas que se cuecen debajo de una que otra carpa trashumante, antes que pensar en la humorada constante de quienes tienen que dedicarse a las cosas serias y son payasos constantes aunque involuntarios. De paso, vuelvo a la crónica, de la que nunca debí alejarme, por más que la actualidad me haya jalado como un compromiso moral por tratar de adecentar a gente que, infelizmente, no tiene remedio.

Pero, vamos, la función debe continuar. Y debe mostrarse en todo su esplendor, en presentación estelar de sábado, 8:30 p.m. El espectáculo del Circo África de Fieras, cuyo mayor atractivo consiste, precisamente, en unas fieras salvajes de aspecto atemorizante, se deja ver con su tradicional aspecto sobre el campo del José Pardo, frente al Complejo del CNI. Aún hay olor a anticucho y alma de chela de a tres por diez soles.

La prensa, a despecho de lo que la furgoneta oficial que la empresa ha puesto en servicio en la ciudad pregona chillonamente, le ha dado un titular de primera plana, anunciando el deceso, por neumonía, de uno de los protagonistas de la ferocidad amaestrada, un tigre de bengala valorizado en quince mil dólares, a quien el stress, la exhibición pública y un letal baño posterior lo llevaron a mejor vida. Sí, definitivamente mejor vida que aquélla de fiera enjaulada en un maloliente depósito, a la vista y paciencia de tanto morboso torpe (Desde aquí, planteamos la derogación y eliminación de todos los zoológicos del mundo y sus respectivos análogos). Sin embargo, también, hay un anuncio que nos pone alertas, pues el llamado “hombre más alto del mundo” estará en exhibición. A él se los presento líneas abajo, pero, dadas las circunstancias en que todo funciona en nuestro pueblo, sobre todo el boca a boca chismosón - y a veces mentirosillo - sospecho que ya saben de quién se trata.

El espectáculo no se inicia a la hora señalada. El costo de la entrada más barata es de 10 soles, para menores de edad (porque, como el anuncio de Gerencia indica, “todo niño paga”). Por los desvencijados parlantes suena una fanfarria incomprensible. Luego de ser parte de la exhibición 45 minutos más tarde, y cuando ya hemos agotado nuestra paciencia, parados haciendo la cola de rigor o sentados en unas empolvadas y sucias sillas de plástico que forman parte del palco preferencial (cuyo costo es de 40 soles por persona), el maestro de ceremonia anuncia el inicio del espectáculo. Se apagan las luces principales, empiezan a funcionar las de apoyo. Nos quedamos en penumbras.

Espectáculo a medio llenar. Un impresionante anuncio a través de los megáfonos me señala que están terminantemente prohibidas las cámaras fotográficas y filmadoras, ya que la empresa se reserva los derechos de autor. Caballero nomás, a pesar de que le digo las necesidades promocionales y noticiosas de mi labor a quien me señala la negativa – más tarde, los parlantes se llenan de la misma invocación – guardo mi digital para una más pertinente oportunidad. Una moto a toda velocidad surca la altura a través de una delgada línea de acero, llevando en su regazo al atrevido y desquiciado piloto y a su acompañante femenina en liguero de infarto. Aplausos del – ralo – respetable.

El espectáculo siempre tiene sus altas y sus bajas. El circo que nos convoca en esta ocasión aparenta ser uno de segunda categoría en medio de los más grandes shows de nivel internacional. Pero es conchudo, desafiante en sus limitaciones, con alma de grande a pesar de su pequeñez. Por ejemplo, el malabarista chileno que da inicio se le caen dos veces los respectivos palitroques, pero sin embargo, llega a salvar el espectáculo. Otra cosa es la llamada Rueda del Destino, extrañamente anunciada como la utopía realizada de Leonardo Da Vinci, donde los así llamados Zapatines nos brindan unas vueltas de emociones que pueden poner los pelos de punta para aquellos que no se aburren rápidamente.

En todo caso, la Bola de la Muerte, que en buen cristiano significa que un motociclista se avenga hacia una enorme circunferencia metálica con hoyos infinitos por donde el público pueda observar, cerrada, en la que se realizan piruetas a 100, 120, 140 kilómetros por hora. La novedad es que son dos, Paco y Oscar, los encargados de llevar a cabo esta arriesgada maniobra. Aunque sea breve, la exposición de alta velocidad genera entusiastas entusiasmos. Aunque sea calculada, su destreza igual nos provoca sofocos de noveles y entusiastas espectadores.

Pero, como siempre se dice, no hay circo sin payasos. Y en esta noche, Marquiño y Pirulino se roban aplausos y una que otra carcajada estentórea. Aún cuando el vestuario es austero y algunas de las bromas son manidas y reiterativas, de igual manera su simplonería nos desternilla en el asiento. En la interacción con el público, siempre hay una, dos y tres personas que pagan el pato. Una de las afectadas de una supuesta declaración de amor por parte de Pirulino terminó bajando al descenso de la ridiculez. La señorita llegó diva, con look a lo Olenka Zimmerman en versión regional, pero terminó siendo batida al punto que tuvo que retirarse un momento, acaso al ser parte del juego cruel y cínico de los dueños de la pelota. Punto para este dúo dinámico.

De todos modos, nunca hay acción sin reacción. Tras el intermedio, donde el equipo de marketing y mercadeo del circo aprovecha para vender todos sus espectaculares productos, entre ellos fotografías personales en llavero, glove sitcks o palitos luminosos, cabezas de Piolín fosforescente y remedos de las famosas espadas láser de Star Wars. A lo lejos, se escuchan los primeros acordes del grupo “Explosión” en el Complejo del CNI. Para el inicio del espectáculo de los tigres de bengala, ya me he comido dos platitos de buñuelos, un cucurucho de pop corn, un pancho y lo he acompañado de una Coca Cola de medio litro. Gentilmente me he rehusado a los algodones de azúcar y a las manzanas almibaradas.

A decir verdad, el espectáculo de los tigres me decepciona. No sólo porque vemos a un grupo de ellos que se sienten maltrechos, cansados, estresados, sino porque incluso uno de los cuatro (eran cinco, como ya recordamos, antes que ocurriese la tragedia) se quedó dormido en la jaula, sin preocuparse de las represalias de los dictadores de la alimentación. Nada de emocionante. Nada de nuevo, ni siquiera los rugidos amenazantes disfrazados de zarpazos mimosos.

El otro plato fuerte eran los dos metros cuarenta centímetros del hombre más alto del Perú. Margarito Machaguay, hijo de Bagua Grande, llegó como atracción y terminó dando pena. No es un gigante cualquiera. En realidad es un gigante triste, un ser humano que debe vivir con el oprobio de ser monstruoso, a pesar de su evidente nobleza, un posmoderno Cuasimodo. No me río de sus bromas forzadas, de su evidente incomodidad para interactuar con el público. Sé que debe vivir de algo, de que la gente se admire de sus enorme zapatos, que más bien parecen cajas de bolero, y de sus lentes ahumados que ocultan unos ojos que se le quieren salir de sus cuencas. Enfermo y con andar torpe, está condenado a nunca pasar desapercibido. Nada del otro mundo, pero tampoco nada para sentirnos enaltecidos. Tan sólo puro morbo agotado tras la imagen de un hombre extraordinario, muy a su pesar.

El espectáculo culmina con una invocación para que aquellos que quieran tomarse una foto con Margarito se acerquen a la pista principal y canjeen por sólo diez soles este evidente artículo de deseo. Yo paso levemente y veo la cara resignada del freak. No digo nada, tomo un motocarro hacia mi casa ,llego a ella y voy directamente hacia el televisor. Busco una película, consigo El Gran Pez, de Tim Burton y lo pongo en el DVD. Mientras sigo pensando en su calidad visual, pienso que el circo, como la vida, es tan solo un escenario lleno de mentiras que parecen verdad ¿O quizás será en el sentido inverso?

Pago doble y al contado por saberlo...

(2005)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy Santiago Enrique basurco awad

verdadero dueño y heredero del legado de mi padre Enrique Santiago Basurco Gutierrez fundador del unico y verdadero circo africa de fieras lo cual una familia de exempleados artistas sacados de un circo muy poca categoria llamado circo berolina incomparable semejanza a la creacion de mi padre y con sueños de presuncion de engañar al publico peruano y quien sabe de que otras partes más conocidos como los zapatines como cabeza de familia esta gilberto coronel o más conocido como el colegial podria nombrar a decenas de empresarios representantes y agentes circenses en el mundo asi como revistas especializadas que pueden acreditar que Enrique Basurco Gutierrez es el creador y autor intelectual del nombre "africa de fieras" y que la familia Coronel ni siquiera se asemeja a ser una burda imitación de lo que fue primero el fundador, segundo el tema de producción y espectaculo para el africa de fieras.

el circo africa de fieras tenia dos grandes estrellas que eran sus dos elefantes asiaticos un staff compuesto por propietarios y personal administrativo y el toque maestro que modestia aparte mi padre daba

tanto artista peruanos como extranjeros ya se les ha comentado de esta burda y estupida parodia que esta mediocre familia circense con falta de creatividad para conseguir un buen nombre a su empresa circense (circo montecarlo, circo de los zapatines, o de repente el circo del mosquito que resultaria un nombre simpatico para recordar al joven y exitoso comico que fue oscar coronel, hijo de gilberto coronel que tuvo gran exito como niño payaso en el circo de mi padre en la década de los 70) me pregunto yo ¿POr qué mancillar un gran nombre de lo que fue un icono circense en el Perú o les pregunto a ustedes zapatines ¿ha llegado algún momento en sus carreras primero a ser el tipo de persona que fue mi padre? ¿han podido llegar a ser o tener en su staff como presidente y gerente general a una persona de la calidad de enrique santiago basurco guitierrez? dejen ese delirante sueño de envidia de pretender ser alguien que no son y que nunca podrán ser lo que hacen ustedes al utilizar el prestigioso nombre del circo que mi padre fundo es una vulgar estafa los RETO A QUE DESMIENTAN SENDO FRAUDO DEL QUE YO LOS ACUSO A USTEDES DIRECTAMENTE FAMILIA CORONEL, de estafar mentir suplantar al circo africa de fieras perteneciente a los que ya hemos quedado como descendientes del fundador Enrique S. Basurco G. y si desean pueden acudir a los archivos de la nación a los archivos del comercio a los archivos de la municipalidad de lima y verán si es que tienen algo de verguenza o poseen dignidad y la cara para que vean los logros en premios reconocimientos y agradecimientos de nuestras autoridades incluso la del presidente Odria para con nuestro padre y el nombre de mi circo el cual ya no existe y nadie les ha autoriado para que puedan ustedes mancillar tan bochornosamente algo que ustedes nunca podrán alcanzar. Señores se necesita mucha clase para tener un circo o pretender hacer un circo con el nombre "Africa de Fieras" y nuevamente los desafio publicamente de ser necesario a llevar a cualquier instancia legal, que brinda la constitución politica de nuestro amado perú para que desmienta todo lo dicho acá y yo Santiago Enrique Basurco Awad cuarta generación de mi familia los acuso de mentirosos y estafadores. Espero el dia que deseen una confrontación en la instancia legal que deseen.

A espera de su respuesta.

Santiago Enrique Basurco Awad.