07 mayo 2007

BRYCE 2001 (ESPERANDO POR QUENTIN)

NE: Del cofre de los recuerdos, mientras aguardamos una más de las encantadoras contradicciones, mientras esperamos el casting de Kill Julius con Quentin Tarantino (contribuciones se agradecen), posteo un artículo escrito por mí en febrero del 2001, cuando Alfredo Bryce se dio una vuelta por Iquitos, a hablar con los estudiantes y el público. Confieso que en ese entonces lo quería aún más. 6 años después, creo que ese era otro asunto muy definido.


EL DISCRETO ENCANTO DE ALFREDO BRYCE.

Alfredo Bryce Echenique llegó a Iquitos el viernes, en vuelo de itinerario junto a los archiconocidos Raúl Diez Canseco y Patty Donayre. Nadie le hizo barra, nadie llevó simpatizantes que le reventarán cohetes, pasó casi desapercibido: un viejito bonachón con saco amarillo (?) al que apenas si reconocieron un par de periodistas radiales.

Pero entonces, de pronto, el mito se desvaneció y apareció el hombre. Bryce, en compañía del crítico literario y amigo personal Ricardo Gonzales Vigil y de Pedro Vásquez Ortega, uno de los mandamases culturales de la empresa que auspiciaba su presencia en Iquitos, PETROPERU, revolvió el ambiente local, precisamente porque la expectativa era grande, los fanáticos mantenían diversos intereses y claro, cuando no, siempre llama la atención la presencia de alguien cuyo nombre aparece constantemente en los medios de comunicación.

Pero Bryce, veterano en las lides del vagabundeo, pasajero constante y visitante furtivo de Europas y Américas, deshizo el cartel y nos dejó simplemente su espíritu: Alfredo tal como es.

El primer encuentro con el monstruo lo tuvo en el auditorio de la FACACENIT, en la UNAP, acondicionado para la ocasión gracias al empeño evidente de los estudiantes antes que a la desidia y la más que censurable mediocridad de ciertas autoridades universitarias, que osaron tomar la palabra y brindar la “bienvenida al Doctor Alfredo Braise” (sic). A pesar de la lluvia, el pequeño recinto estaba lleno de bote a bote y el invitado estuvo simplemente genial.

Bryce rompió inmediatamente el hielo, y dejó la palabra a esos muchachos y muchachas temerosos y aún obnubilados por tener frente a sus ojos al maestro. Con sus libros nuevos, viejas ediciones, fotografías, incluso ediciones piratas, estos chiquillos habían ido porque querían sentir el genio literario de una figura que ellos quisieran emular. Antes que ello, el genio se convirtió en amigo.

Bryce acá se mostró completamente abierto. El auditorio, al fin y al cabo íntimo y más culto (o al menos eso parecía), se entregó de lleno a escucharlo con avidez, admiración, alegría.

Y Bryce se mostró tan tierno que era irresistible no hacerle preguntas, que él mismo exigió, ante el anonadado maestro de ceremonias que acartonadamente creyó que estaba frente a los figurines pretenciosos que se mandan con el podio y a los que trata con la misma calculada condescendencia.

Bryce dialogó con la gente, y ésta definitivamente le mostró su cariño. A cada interrogante, el escritor contaba una anécdota, hablaba profusamente de Montpellier, de Europa, de los jóvenes, de libros, de sus amigos, en fin, habló de todo. Y en cada momento arrancaba sonrisas, risas, carcajadas. Y cuando tuvo que tocar temas más “serios”, igual se las ingenió para ser didáctico, divertido.

Muchos entonces supimos, de su boca, que literatura es más que pasión, oficio; un escritor se debe a la disciplina, al horario establecido. Además, el escritor debe ser visceral, debe escribir sobre las cosas que lo llaman, lo friegan, lo tocan. Sobre todo, debe leer aquello que le interesa, pero debe procurar leer de todo, no hay listado perfecto para tomar de ellos los postulados básicos del éxito literario.

No existe literatura considerada “amazónica” o “costeña”, para él simplemente hay literatura, punto (quizás recordando inconscientemente a Oscar Wilde que decía que solamente existen dos clases de libros: los buenos y los malos). Por ello, Bryce dijo que no importa que pueda venderse más o menos, pero escribirse completamente. Finalmente, el consejo para los jóvenes escritores: tener vocación, transpirar/trabajar mucho y creer en ellos mismos; todos somos únicos.

Bryce, entonces, recibió el abrumador respaldo del auditorio, lamentablemente el tiempo es corto, pero igual se dio tiempo para firmar libros, recibir besitos y tomarse fotos al vuelo. En medio de las sonrisas de las lindas anfitrionas de PETROPERU, se pierde con rumbo a la Municipalidad de Maynas, donde el Concejo Provincial realiza una ceremonia nombrándolo Huésped Ilustre y entregándole simbólicamente las llaves de la ciudad.

En la Maloca de la Concertación se respira un aire de impostación, mucho político que no tiene mucha idea de la obra del homenajeado, pero igual habla como si fuese un experto en la narrativa bryceana. Yván Vásquez, en todo caso, hace una síntesis de su etapa universitaria donde leyó –como todo el mundo- “Un mundo para Julius”. El Huésped Ilustre, genial, empieza a hablar de centralismo y desarrollo regional. Al final, se mete otra vez al auditorio en el bolsillo.

Otra vez vuela a la camioneta y parte a reunirse con el Presidente del CTAR-Loreto, Ernesto Ponce Carranza. ¿De qué hablaron? No se sabe a ciencia cierta, pero muchos creemos que charla debió ser aburrida, ceremoniosa. En todas estas ceremonias, el Maestro regaló ejemplares de sus obras (¿las leerán las distinguidas autoridades?)

Finalmente, en la noche, el evento máximo. PETROPERU, en su ciclo de conferencias magistrales 2001, lo, presenta y se manda de hacha con el tema “García Márquez: un método latinoamericano de novelar”. La entrada es libre y, como no podía ser de otra manera, el auditorio está repleto.

Pero, sorpresivamente, los asistentes empiezan a mostrarse extraños: demasiados uniformes militares en una conferencia literaria, demasiados empresarios, demasiados traje de noche y perfumes franceses, demasiadas jovencitas y jovencitos light. Al final, el auditorio del San Agustín parecía la sala de recepción del más fino “mundo de clase A”, aún cuando de Alfredo Bryce no supiese más que el nombre.

Pero igual, la conferencia es magistral. Gonzáles Vigil tiene a su cargo la presentación de la misma, dice lo suficiente y sigue su camino. Presenta a Bryce que, ahora sí, habla del miedo escénico y empieza a tartamudear, pero con la ternura que lo caracteriza. Algunos ignorantes ríen tras bambalinas, pero Bryce igual sigue en sus trece y luego, cuando empieza a contar las anécdotas de Fidel Castro y la Madre Teresa, todo el mundo se desternilla de risa.

De pronto, cuando empieza a hacer esa introducción espectacular sobre el mundo de “Cien años de Soledad”, cuando habla de la nostalgia, del recuerdo, de los planos temporales, del significado de ese amor perfecto –y de paso incestuoso- del cual nacerá un niño con cola de cerdo, después de la felicidad de conocer al final el sentido de la vida, mientras uno escuchaba todo ello, definitivamente supimos que estábamos frente a un ser, que siendo tan común, era a la vez tan excepcional.

Bryce cierra su vista con un sorpresivo regalo a una fanática, Cristina Cisneros, que simplemente no puede creer que tenga el privilegio de recibir de manos del Maestro un libro dedicado, solito, para ella.

Se cierra el telón, firma autógrafos, recibe besitos, se deja fotografiar. Y sigue su rumbo. Los fanáticos lo siguen hasta la camioneta, las lindas anfitrionas de PETROPERU presentan su sonrisa más triunfal. Bryce sube al auto y finalmente se pierde en el horizonte. Los fanáticos nos quedamos con el recuerdo y creo que ya quizás lo extrañamos.

Luego de un día de perseguirlo por todos los sitios, sentimos nostalgia de su no presencia. Acaso Bryce, precisamente, haya pensado en estas circunstancias cuando escribió, con toda justificada razón en su caso: “es cierto que uno escribe para que lo quieran más”.

(2001)

Link Bryce 2006: El cantar de otros cantares
Link: Por quien era Alfredo Bryce

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