05 mayo 2007

BUTACA DE ACERO: TESIS

De entre todos las bellas artes sobre este mundito rojo y esmeralda, escojo sin pestañear el cine. Apuesto mil a uno a su causa. Creo firmemente que el más grande placer que un ser humano puede experimentar es encerrarse en un salón oscuro, junto a muchos o ningún prójimo, y descubrir a través de la proyección de luces, colores y sonido que se engarzan en el ecran en un poco más de dos horas – las cuales pueden tornarse hasta en doce, de acuerdo al grado de adicción particular – las verdades que difícilmente llegamos a experimentar en nuestra condición de simples mortales.

El cine es algo más que un pasatiempo banal, muchísimo más que ese soso ritual de patota descerebrada - amiguitos musculosos y amiguitas provistas del síndrome de la risa fácil – que usa las salas de proyección como un point de calentamiento nocturno antes de participar de su deceso por efecto retardado (con trago, humo y columnistas de Zoociales) en la disco de moda o en algún karaoke especializado en canciones de la Nueva Ola. El cine, visto como actitud orgánica, puede ser asimilado a la categoría de ritual, vehículo desprovisto de la demoníaca tutela del azar, el cual, ficciones aparte, destapa los feos buzones por donde huyen despavoridas las múltiples fuerzas internas que sobreviven centrifugadas en el inconsciente jungniano.

El cine es la escenificación de la realidad más mordiente, de lo peor y de lo más grandioso de que somos capaces. Al mismo tiempo, es mucho más que una recopilación barata de datos de sinopsis, de palabras rebuscadas y mal usadas y de vampirización del conocimiento de otros críticos. El cine, para quien lo experimenta, es la vida misma (y todos sabemos, como señala Alejandro Sanz, que vivir es lo más peligroso que tiene la vida. Permítaseme un añadido: y, además, lo más intenso, parafraseando un artículo que escribí no hace mucho en Kanatari sobre el libro de Alberto Fuguet, titulado Las películas de mi vida).

El cine es un modo de evadir la realidad, pero al mismo tiempo una forma de potenciarla, de explicarla, de dinamitarla desde adentro y descubrir las miles o millones de aristas que aparecen en medio de la hecatombe que significa el descubrimiento audiovisual y pautado de una determinada circunstancia, de un determinado personaje, de una determinada época, de un determinado recuerdo (sueño o pesadilla).

En simples palabras: el cine reina. Punto (aparte).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hago mias tus palabras Paco. Te felicito, muy buen comentario, el mejor que te he leído.
Saludos.
Lourdes Vásquez.