- ¿Por qué son tan negros esos de rosado?
El chiquillo se pone frente a mí, como esperando que le preste atención. Tiene siete años, lleva puestos unas zapatillas blancas, un pantalón corto y una casaquilla de su equipo favorito. No es mi hijo, claramente, no lo es, pero podría ser yo, podríamos ser cualquiera cuando teníamos esa edad. A su lado, su hermano, de seis, descalzo, viene corriendo y trata de hacer la finta que nos atropella en su huída. Claramente podríamos ser mi hermano y yo, cuando teníamos esa edad, pero en verdad son mis sobrinos. El menor viene dribleando sillas y mesas con una pelota imaginaria. Lo hace bastante bien (supongo que por algo ha sido uno de los goleadores absolutos de su categoría en el Mundialito del colegio San Agustín). Se para frente a mí y hace el amague que va a patear. Yo, instintivamente, hago la de Oscar Ibáñez cuando iba a cortar el ángulo de gol de los delanteros rivales. Pum, la bola sale desviada. Ellos se ríen de buena gana. Salen corriendo a buscar sus refrescos. Saben que han hecho una travesura que, felizmente para sus intereses, no se ha consumado de modo canallesco.
Abajo, el CNI trata malamente de doblegar a su rival, Unión Supe. El primer tiempo es aburrido. El nuevo estadio Max Augustín se ha llenado casi en un 90%. El partido es octavos de final. Y hay un empate de un gol por bando luego del segundo tiempo. Parece que nos iremos a penales. La algarabía es absoluta y el público ha respondido al llamado del balompié.
Mis sobrinos llevan puestas las casaquillas de sus equipos favoritos (no son las del CNI, evidentemente) y miran el campo, con tranquilidad y entusiasmo, como cuando salen a pelotear en la pista de su barrio, sin temor que los motocarros y las motos locuaces pasen rasantes sobre ellos (y vayan a quebrar algo más que el vidrio de un mobiliario). Les digo que debemos ganar como sea. Les digo que el equipo de los blancos debe ganar al equipo de los negros vestidos de rosado para que en Iquitos volvamos a tener a sus equipos favoritos (y a sus estrellitas estrelladas) en este campo de juego. Pero, en secreto (no hay que decirle todo a todo el mundo), pienso en la pasión de estos chiquillos, convertida en necesidad excluyente, más allá de los riesgos inminentes que toman al momento de cruzar la delgada línea roja. El respetable manda insultos, interjecciones y tira botellas hacia el gramado sintético. “Llévenlos a Quistococha” grita eufórico, un hincha, en referencia a los de Unión Supe. La gente ríe emocionada. Los chibolos también.
Los tiempos no son los mismos, pero casi, casi, parecen como cuando, nuestra generación, los muchachos, descalzos, sin polo, magros y gritones salíamos de nuestras casas a hacer del fulbito de pista una odisea genial. Claro, aún no habían tantos carros ni motos y los putos motocarros (capitaneados por muchos putos irresponsables) eran un gremio que al menos respetaba el fervor de la chiquillada. El fútbol, al fin y al cabo, es un deporte de pasión y de fidelidad. Y nada mejor que un niño fiel a su divisa, a su equipo, a sus ídolos. Cuando me cuentan sobre los campeonatos infantiles de fulbito local, estilo Mundialito o Pelota de Trapo, recuerdo que es precisamente por los niños que tanto deportista malo debería pensarlo dos veces antes de salirse con sus malcriadeces y niñerías. Un bobo que juega mal por el puro gusto de ver caer a un equipo en el fondo está matando la ilusión de varios chicos que los toman genuinamente como héroes. Un incompetente que gana miles de dólares a costa de la atención hiperactiva de un grupo de hermanos y no es capaz de retribuir con pundonor, esfuerzo y dedicación ese pequeño tributo debería mejor dedicarse a cuidar salsódromos y bacanales, de por vida y gratis.
Siempre he dicho que soy hincha de Universitario de Deportes, desde tiempos inmemoriales, en las buenas y en las malas. Esta es una condición generacional, que ha pasado de abuelos a padres a hijos (y posiblemente también a nietos). Solo cuando he tenido que discutir entre hacerle barras al CNI, mi sentimiento crema ha flaqueado levemente. Porque el glorioso Colegio Nacional de Iquitos ha sido acompañante fiel de todos aquellos domingos infantiles en que mi padre y mis tíos nos reuníamos en el viejo Max Augustín para vivar a uno de los mejores equipos de fútbol peruano de los ochenta.
Íbamos mucho al estadio a corear el clásico estribillo “sí, sí, sí, arriba CNI” cuando vestían la casaquilla alba el Huevo Adriazola, Richard Vinatea y el Loco Quiroga. Y la lealtad que le profesamos (brevemente dejado en un segundo plano cuando el Hungaritos Agustinos, equipito de palomillas, tras una magistral demostración de técnica, arte e inventiva, conducidos por la dupla Candelita-Calvo, golearon por cuatro goles a cero al poderoso Tejidos La Unión y se alzaron con la Copa Perú de 1985, ante la algarabía de un pueblo que se emborrachó tres días seguidos festejando el lauro máximo del balompié macho) siempre se mantuvo, hasta el momento mismo de la derrota.
Nadie hubiera pensado que ese equipo, fundado en 1926 por un puñado de alumnos y entusiastas, hubiera podido ganar su derecho de participar en la profesional peruana por casi 20 años, en los cuales fue uno de los protagonistas principales. Nadie hubiera pensado, en épocas de centralismo, atosigante, que el CNI iba a triunfar en el campeonato descentralizado, pero, como todo en esta vida plagada de mafia, le fue arrebatado ese título mediante una liguilla no estipulada en las bases. Era 1977 (el año en que nací) y de esto modo nos enterábamos que los Delfino y los Burga de entonces no iban a permitir bajo ningún concepto que un club de provincias cometiera la osadía de disputar por primera vez una Copa Libertadores (con el gran prejuicio que aquello significaba para sus picardías). Ese equipo volvió a pintarle la cara a los equipos nacionales, metiéndoles goleadas y llegando en algún momento a disputar una nueva liguilla final en 1984, para disputar un cupo a la Copa Libertadores. Como siempre, el CNI no debía pasar, así que tuvo que ser eliminado en una noche final, ante la “U”, irónicamente, con un arbitraje descaradamente adverso.
Desde este entonces, el CNI siempre fue un sentimiento que obligaba a apoyarlo. Recuerdo que mi primer bombazo lacrimógeno fue en el Max, precisamente, en un partido de local contra la “U”. La gente se exasperó terriblemente por el resultado, y la policía, usualmente mononeuronal, lanzó los gases directamente hacia las tribunas. Una estampida, agarrado de la familia, en medio de todo el desbarajuste, y una invasión de las instalaciones del Club Tennis para calmar en las piscinas la irritación fueron el bautizo de fuego que todo chibolo quisiera algún momento. No se murió, pero al día siguiente había toda una aventura para contar a los amigos en el colegio.
El año 1992, durante la disputa del Campeonato Descentralizado, el Colegio Nacional de Iquitos (CNI) andaba maltrecho, caminando a tumbos, sin embargo permanecía situado a mitad de tabla a la altura de la fecha número 25. Faltaban cinco para la culminación del certamen y era casi imposible que en esas circunstancias el glorioso descendiera de categoría, como advertían exageradamente algunos comentaristas de entonces. Su puntaje sumaba 22 unidades. El penúltimo equipo, Manucci de Trujillo, tenía 17; mientras el antepenúltimo, Defensor Lima, portaba 20. Parecía muy difícil que el equipo norteño remontara y pasara al “glorioso”. Pero, en medio de una crisis institucional generalizada, las cosas simplemente se desviaron de su cauce. Durante ese breve y a fugaz lapso de tiempo, CNI encajó sendas goleadas (4 a 1 contra Alianza Atlético; 3 a 1 contra Defensor Lima y, en la última fecha, 5 a 0 ante León de Huánuco).En la trigésima fecha, la desolación se hizo evidente: CNI había alcanzado 24 puntos, 13 más que Hijos de Yurimaguas, pero lamentablemente 1 punto menos que Manucci (con 25) y dos puntos menos que Defensor Lima (con 26). El equipo albo perdía la categoría de forma por demás humillante y descendía a segunda. Nunca más se pudo recuperar de aquella situación.
- ¿Por qué son tan negros esos de rosado?
Han pasado 16 años, y el CNI intenta, una vez más ascender a la profesional. La lógica indicaría que como en otras ocasiones, el glorioso se quedará en buenos deseos y buenas intenciones. Pero no importa, porque, ahora, luego de 90 minutos y una tanda de penales, los albos han logrado vencer por 4-2 a Unión Supe y está en cuartos de final. La gente festeja en las tribunas y se escucha el himno característico de la blanquiverde. En Oriente, una banderola lleva un acróstico “Contigo Nada Importa”, en alusión al glorioso. Y en verdad, más allá de lo bueno o malos que sean los miembros del actual equipo, lo único que importa es la ilusión de ver a todo un pueblo feliz, manteniendo intacta la ilusión de ver a todo un pueblo festejar nuevamente el retorno a la profesional. La historia pesa. La tradición pesa. El amor pesa. Los chibolos están muy felices y yo también. Mientras salimos del Max de siempre, el sobrino mayor me dice que cuando sea grande también quiere ser hincha del CNI. Yo sonrío, grata, amplia, eufóricamente.
Ahora que venga Cablevisión, carajo.
Link: La noticia del triunfo de CNI (así como las fotos que ilustran esta nota) según la página oficial y Pro & Contra
Han pasado 16 años, y el CNI intenta, una vez más ascender a la profesional. La lógica indicaría que como en otras ocasiones, el glorioso se quedará en buenos deseos y buenas intenciones. Pero no importa, porque, ahora, luego de 90 minutos y una tanda de penales, los albos han logrado vencer por 4-2 a Unión Supe y está en cuartos de final. La gente festeja en las tribunas y se escucha el himno característico de la blanquiverde. En Oriente, una banderola lleva un acróstico “Contigo Nada Importa”, en alusión al glorioso. Y en verdad, más allá de lo bueno o malos que sean los miembros del actual equipo, lo único que importa es la ilusión de ver a todo un pueblo feliz, manteniendo intacta la ilusión de ver a todo un pueblo festejar nuevamente el retorno a la profesional. La historia pesa. La tradición pesa. El amor pesa. Los chibolos están muy felices y yo también. Mientras salimos del Max de siempre, el sobrino mayor me dice que cuando sea grande también quiere ser hincha del CNI. Yo sonrío, grata, amplia, eufóricamente.
Ahora que venga Cablevisión, carajo.
Link: La noticia del triunfo de CNI (así como las fotos que ilustran esta nota) según la página oficial y Pro & Contra
6 comentarios:
Paco creo que al equipo la falta mucho todavía, dudo que vaya a pasar a la sigueiunte etapa, fue como tu dices una ilusión, pero un equipo no campeona solo por ilusión
sé más realista y pide a la hinchada que también lo sea
chau
bueno la verdad esta linda la nota pero asi como se han dado las cosas de una clasificacion agonica solo me queda decir que al CNI no le veo mayores chances de llegar al futbol rentado, hay que ser realistas,el CNI no juega a nada futbolisticamente hablando,un abrazo a todos.
¿¿Y Hungaritos???
Lo que falta es una buena directiva con solvencia económica que contraten buenos futbolistas y dirección técnica, tenemos hinchada hay (demanda cautiva), buen escenario, etc... - el negocio esta ahí!!!. Que salgan esos dirigentes y jugadores mequetrefes!!!
Contraten a Manuel Burga como Presidente del CNI!!!
No pues, ni de broma lo de Burga...
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