06 abril 2007

SEMANA SANTA HIGH LIFE

Es Domingo de Ramos. Son las once de la mañana. IQT está envuelta en el cotidiano y calcinante sol de los medios días. Súbitamente, la Toyota 4x4 negra estaciona en un alero preferencial de la Plaza de Armas. De su hojalata embetunada descienden los Pinasco Morey.

Gonzalo ingresa lenta, silenciosamente a la Iglesia Matriz. Va acompañado de su elegante mami, de Ale con zapatos nuevos y Álvaro recién bañado. Papi no está; cosas de la política le han retenido en la ciudad capital. La familia se sienta en las primeras bancas. Gonzalo siente miradas, cuchicheos, comentarios. Su mami está envuelta en Carolina Herrera, su hermana envuelta en ropa de Miami, su hermano envuelto en chicle. Mira a la gente alrededor, a Ellas & Ellos, amigos comunes, conocidos cordiales, detestados disimulados. La Iglesia Matriz es un hervidero de susurros de la jai laif.

Entra el padre Paco, cantan los chicos de la parroquia, se ponen de pie los presentes. El padre Paco hace venias, medita, habla, reflexiona en voz alta, pide, suplica, ordena. Los asistentes escuchan, contestan, bajan la cabeza, la alzan, cantan, suplican, piden, miran al techo, miran el vestido de fulanita y el de sultanita, también el de menganita. El padre Paco hace la señal de la cruz, la confesión, el acto de fe, el gloria. Los asistentes miran el altar, el grupo de la parroquia, la sotana del Padre Paco, su anillo. El Padre Paco lanza su monserga contra la lujuria del hombre, contra el diario pecado, contra la infidelidad conyugal, contra el sexo recreativo, Dios mío. Los asistentes dejan súbitamente de dormitar. Escuchan, tuercen la boca, mueven los pies, se crispan, miran a sus costados, miran a sus maridos y mujeres. Mami mira su pantalón de vestir de cien dólares. Ale mira a sus amiguitas del Rosa de América. Álvaro mira el reloj.

Y así la ceremonia litúrgica sigue su curso, mientras, contritos, los fieles se entregan a un soberano sueño, apenas disimulado por sus bostezos. La muerte penetra en nuestros sentidos lentamente, arrojándonos a la vía satélite del odio y a las venganzas vía Internet, brama el sacerdote. Los fieles escuchan estallar un coche bomba y un niño que vuela en mil pedazos en la estación de Atocha, el 11-M, escuchan que la guerra juega a los dados en nuestras cabezas y nuestros temores y los fieles -nosotros- supuestamente lloramos mucho, lloramos en Madrid y Ayacucho, en Gaza e IQT, lloramos ya sin lágrimas que llorar. Pero en realidad no lo hacen, no lo hacemos: orgullosísimos de sus arcas, piensan cómo la harán linda este feriado largo.

Y cantan los fieles, divertidos, soberbios y avergonzados ante el Dios del amor, decididos a exprimir el último momento de actitud juerguística a la Semana Santa. Planificarán con todas las de la ley los pasos para tan magno acontecimiento, mientras se dejan ver con la actitud más apesadumbrada que puedan robarle a su lado histriónico, mientras ofrecen las ofrendas (“¿cincuenta centavos?, ¡qué platudos para miserables!”, dirá seguramente la señora trigueña y sonriente que pasa por debajo de sus cabezas los cestos sagrados), mientras reciben el Cuerpo de Cristo y el Padre los mira con detenimiento. A la salida de la Iglesia de siempre, (y siempre con anteojos oscuros) se animarán a comprarse unos simpáticos ramitos para que los bendigan la próxima vez que vengan por acá (porque de flojera nuevamente entrar a ir a pedirle este simple favor con todas los compromisos que tiene el Padre, pobre) y por estar imbuidos de espiritualidad harán una excepción y comprarán KANATARI, ese periódico de curas comunistas, el cual dejarán botado sobre la guantera del carro. Así son de livianos y lindos.

De ese modo serán felices, pues pensarán que han limpiado su imagen y, como nunca estarán pendientes de tener todo listo, tanto para el camping, para el paseo al Club de Caza y Pesca, para el partidito en el Club Tennis Iquitos, o, si se puede, darse una vueltita por Lima. Hay que divertirnos, o si no se pude salir, pues luego de estar bien bronceaditos y guapachosos, el sábado es nuevamente la oportunidad para ser los reyes de la noche.

Y también recordarán las sagradas palabras de ese destacado opusdeista llamado Juan Luis Cipriani, quien les ha recomendado fervientemente La Pasión de Cristo, la película más decididamente mediocre y más ultraviolenta que se haya tratado en los últimos tiempos sobre las últimas horas de Jesús. Y buscarán en un momento de católica indignación a aquella escoria que merece el infierno de sus palabras, un mohín desaprobatorio de nuestra buena educación y nuestra religión oficial, una palabra infamante de nuestra boca bendita, plena de pudores e hipocresías. Le harán fiesta a Mel Gibson, porque seguramente lo vieron en Mad Max, Arma Mortal y Corazón Valiente, pero muchos no se habrán percatado que en este filme él sólo dirige, pero en ningún momento actúa (a menos que haya salido una nueva versión de la que no tenemos conocimiento alguno).

Las palabras de la Semana Santa, del padrecito, de la película y de todo lo demás que la contradicción expresa, les hace cerrar los ojos y regocijarse con las historias que suceden diariamente, sobretodo con la facilidad para erigirnos en jueces implacables de la contradicción universal. La vida no puede dejarnos rezagados, por ello le ganan un pequeño espacio, suben al podio y profieren las más grandilocuentes y lamentables lecciones de falsa moral. Aplican castigos, señalan culpables, crucifican actitudes, declaran razas inferiores y definen el pecado sobre ciertos lo que su regalada gana les permite.

Mañana será el cholo, el negro, el indio, el ateo, el agnóstico, el judío, el árabe, el homosexual, el bisexual, el travestido, el serrano, el nativo, provinciano, la mujer, el niño, el viejo, el joven, el feo, el evangelista, el poco inteligente, el que huele mal, el que no sabe comer, el que recoge nuestra basura, el pobre, el rebelde, el débil, el poeta, el trovador, el izquierdista, el trotamundos, el bohemio, el auténtico, el físicamente débil, el lisiado, la vedette, la prostituta, el sindicalista, el ecologista, el periodista, el aguafiestas, el hombre que sabe lo que significa la libertad, es decir, todos aquellos que tienen la bendición de no ser “puros”. Todos pasarán por la trituradora y serán aplastados por su Maquina de la Virtud, por su Cofradía del Zombie Decente.

Y se resignarán a que el mundo gire en su eje como todos los días y, si tienen un momento, se darán golpes de azote fingidos y dirán, otra vez, que el mundo está mal, Señor, por culpa de aquellos que lo hacen así, y se arrodillarán, en primera fila, a pedir que el próximo año no sea así, Señor, y que podamos siempre seguir libres de pecado y no nos pase nada, Diosito, ni a nosotros ni a nuestra cuenta de ahorros y a nuestro bonito juego de máscaras.

Pero, ya es miércoles. Mañana es feriado. Empieza el relajo. ¡Viva el Señor, que está en las alturas, porque él también sabe divertirse, caracho!

2004

(*) Extractos de artículo publicado tres años atrás, parte de libro Historia Personal de IQT, de próxima publicación.

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