11 abril 2007

EL HUMOR INVOLUNTARIO DE LOS POLITICOS

Los políticos suelen ser tan cómicos. Demasiado. Sólo que ellos aún no terminan de darse cuenta de su aptitud para el histrionismo de café teatro. A su desternillante comicidad ellos lo nombran como aplomo. A sus radiantes compases de delirio lo confunden con personalidad. Y a su parlamento de chistes colorados lo autodenominan, con grave majestad, “plan de gobierno”.

Son unos locos los políticos. Divertidísimos. Nos sonríen por demás, hasta cuando no se lo pedimos. Uno de aquellos que me detesta con poco disimulo me brindó hace un tiempo una pelada de dientes fabulosa que poco faltó para que me colocará al borde del shock nervioso ¿Eras tú o era el fantasma de tú, Pelachín? En este caso la risa no se torna llanto, sino nauseas, pero igual, el poder es el poder, parafraseando al filósofo involuntario “Puma” Carranza.

Porque hay una vastedad de demostraciones de humor involuntario que ya han empezado a proliferar en nuestro medio y que falta poco para que los contraten como guionistas estrellas de Reca(r)gados de Risa. Vale la pena soñar con este ramillete de despropósitos:

- Cuando un político que quiere reelegirse con total concha y pana y señala, muy a pesar de su 4% y sus amigos asalariados que lo secundan, que su gobierno ha sido el mejor de la historia de Loreto, creyéndose el Supremo de Augusto Roa Bastos, incurre en humor de tipo delirante-esquizoide-maniaco depresivo-alangarcíesco.

- Cuando un político considera que hay que ser conchudo para reelegirse pero no se acuerda de sus hermosas irregularidades de épocas antaño diferentes, pero al mismo tiempo sombrías, se decanta por el humor de tipo amnésico-cuando-le-conviene.

- Cuando un político invoca la extinción de un proceso penal de irregularidades por importación de productos y luego mira al cielo e invoca a los poderes divinos, en realidad se está curando en salud y afirma ser depositario de un humor prescriptivo, más comúnmente conocido como el humor gracias-señora-ley (por ciega, manca y coja)

- Cuando un político indica que la mafia del jurado le ha birlado la posibilidad de competir y se encrespa como gallito de pelea con aquellos que sólo se han encargado de señalarle el desastroso proceso de inscripción que perpetró, los clamorosos fallos de tipo formal (impensables en una organización como la suya y en un personaje que ha pisado colegio, universidad y Congreso juntos) y la capacidad casi oligofrénica de sus personeros para arruinar una opción electoral, entonces nos encontramos ante un error de tipo yo-no-fui-señor-juez (fueron los mongoloides de mis partidarios)

- Cuando un político vuelve a la palestra como el amanecer de los zombies, o como cuando las calaveras salen de su tumba – chunga la cachunga la cahgunga lá – y se aferra a un gruñido de otoronguito y se cierra en torno a un canal de televisión y de una radio que son suyas, expiden noticias sólo suyas y alaban y loan a candidatos que son sólo suyos, entonces estamos ante un humor a-mí-qué-chu (aunque, en honor a la verdad, en este rubro hay más de un competidor de cuidado).

- Cuando un político sale de la cárcel luego de purgar penas por actos de corrupcción y se lanza nuevamente al poder, y para ello lo celebra con una fiestota total donde se juegan hasta los calzoncillos, además con grandes posibilidades de ganar, estamos ante un humor de tipo Macondo (sucede así, aunque usted no lo crea).

- Cuando un político manda a trabajar a sus proveedores y futuros concesionarios la contracampaña más asquerosa e inmunda que se avecina, jugando al innoble y siempre aberrante recurso del chantaje, la intimidación y la mierda esparcida con ventilador, su humor ya no es tan gracioso ni involuntario, sino de tipo perverso, psicopatológico, sólo apto para psiquiatras y mafiosos.

- Cuando un político cree que representa al pueblo y sólo se representa a sí mismo, a sus familiares, alguno de sus vecinos y un par de sus patas financistas y otro tanto de sus patas ayayeros, estamos ingresando claramente en el terreno del humor yo-también-quiero-mi-mamadera (¡sí, señor!)

Hay muchos más tipos de humor involuntario que representan a muchos más polítcos, los cuales irán apareciendo en el transcurso del tiempo y de la diversión. En todo caso, a juzgar por las encuestas es más bien el pueblo quien se constituye como humorista constante, ferviente y casi eterno. ¡Viva la democracia! ¡Viva la diversión! ¡Abajo el sentido común! (pero con ganas…)

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