Largamente esperada, las Ediciones Universidad Diego Portales de Chile honran una deuda con la literatura y acaban de publicar el libro 'Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas', que reúne una estupenda colección de conversaciones con el escritor chileno, seleccionadas por el periodista Andrés Braithwaite. La edición cuenta además con prólogo del escritor mexicano Juan Villoro.
En su prólogo, Villoro señala lo siguiente:
"(...)Las extraordinarias entrevistas con Roberto Bolaño equivalen a la caja negra de los aviones. Las palabras antes del accidente. No se trata de un calculado testamento, sino de la voz que atraviesa turbulencias con una última entereza.
¿Qué pensaría él al verlas reunidas? Hay que considerar, de entrada, su desprecio por los sistemas de consagración. Al mismo tiempo, resulta imposible soslayar una paradoja: los géneros menores que practica un autor —sus voces secundarias— sólo emergen con su consagración(...)
(...)La literatura de Bolaño es la casa a la que se dirige el hombre que duerme. Su sueño es de una precisa realidad.
Aquí les dejó un fragmento de una entrevista concedida por Bolaño al Diario electrónico El Mostrador de Santiago de Chile el año 2002, incluida en el libro:
—¿Quién eres tú, Bolaño?
—De Bolaño se ha dicho tanto como se ha escrito. Que cultiva el género negro, que es heredero del boom, que es exitoso, que es el mejor exponente de la narrativa latinoamericana de su generación, que es polémico por su ácida crítica a los escritores chilenos, sobre todo a Luis Sepúlveda y Hernán Rivera Letelier.
—¿No te aburre tanta adjetivación, tanta rotulación, para referirse a tu vida y tu obra? ¿Quién es Roberto Bolaño, según Roberto Bolaño?
—Ni lo sé ni me preocupa. No sé quién soy, pero sé lo que hago y, sobre todo, sé lo que no hago ni haré jamás.
—Enrique Lihn, a quien admiras mucho, escribió: “porque escribí estoy vivo”. ¿Por qué escribes tú? ¿Hay algún grado de arrogancia, como algunos escritores reconocen, en el proceso literario?
—En mi caso la arrogancia no tiene nada que ver con mi trabajo.
Sería un redomado estúpido si así fuera. El acto de escribir, por el contrario, es un acto de humildad. En el momento de escribir no queda sitio sino para la humildad. Antes que yo hubo otros escritores que se sentaron en la misma mesa, que trabajaron con los mismos materiales, pluma, tinta, máquina de escribir, computadora. Escritores enormes a los que leo y releo. Imposible sentir arrogancia. Ahí sólo cabe sentir temor o humildad. Yo no siento temor.
—Para muchos que viven en Chile, el resto del mundo no existe, salvo por uno que otro atentado. ¿Somos muy provincianos acaso?
—Los chilenos son tan provincianos como puedan serlo los argentinos o los españoles o los rusos. El provincianismo siempre enmascara otra cosa, generalmente el miedo o la inseguridad, y en este sentido, claro, hay un tipo de chileno que suele ser bastante provinciano, apegado al terruño y a sus símbolos como si se tratara de Dios Padre. En realidad, los países como entidades abstractas no tienen mucho atractivo. Las culturas sí. Tienen el atractivo de lo que envejece y cambia. Pero los países, aparte de ser, como decía el doctor Johnson, el último refugio de los canallas, son entidades más bien abstractas y pesadas. Y están destinados a desaparecer.
En su prólogo, Villoro señala lo siguiente:
"(...)Las extraordinarias entrevistas con Roberto Bolaño equivalen a la caja negra de los aviones. Las palabras antes del accidente. No se trata de un calculado testamento, sino de la voz que atraviesa turbulencias con una última entereza.
¿Qué pensaría él al verlas reunidas? Hay que considerar, de entrada, su desprecio por los sistemas de consagración. Al mismo tiempo, resulta imposible soslayar una paradoja: los géneros menores que practica un autor —sus voces secundarias— sólo emergen con su consagración(...)
(...)La literatura de Bolaño es la casa a la que se dirige el hombre que duerme. Su sueño es de una precisa realidad.
Aquí les dejó un fragmento de una entrevista concedida por Bolaño al Diario electrónico El Mostrador de Santiago de Chile el año 2002, incluida en el libro:
—¿Quién eres tú, Bolaño?
—De Bolaño se ha dicho tanto como se ha escrito. Que cultiva el género negro, que es heredero del boom, que es exitoso, que es el mejor exponente de la narrativa latinoamericana de su generación, que es polémico por su ácida crítica a los escritores chilenos, sobre todo a Luis Sepúlveda y Hernán Rivera Letelier.
—¿No te aburre tanta adjetivación, tanta rotulación, para referirse a tu vida y tu obra? ¿Quién es Roberto Bolaño, según Roberto Bolaño?
—Ni lo sé ni me preocupa. No sé quién soy, pero sé lo que hago y, sobre todo, sé lo que no hago ni haré jamás.
—Enrique Lihn, a quien admiras mucho, escribió: “porque escribí estoy vivo”. ¿Por qué escribes tú? ¿Hay algún grado de arrogancia, como algunos escritores reconocen, en el proceso literario?
—En mi caso la arrogancia no tiene nada que ver con mi trabajo.
Sería un redomado estúpido si así fuera. El acto de escribir, por el contrario, es un acto de humildad. En el momento de escribir no queda sitio sino para la humildad. Antes que yo hubo otros escritores que se sentaron en la misma mesa, que trabajaron con los mismos materiales, pluma, tinta, máquina de escribir, computadora. Escritores enormes a los que leo y releo. Imposible sentir arrogancia. Ahí sólo cabe sentir temor o humildad. Yo no siento temor.
—Para muchos que viven en Chile, el resto del mundo no existe, salvo por uno que otro atentado. ¿Somos muy provincianos acaso?
—Los chilenos son tan provincianos como puedan serlo los argentinos o los españoles o los rusos. El provincianismo siempre enmascara otra cosa, generalmente el miedo o la inseguridad, y en este sentido, claro, hay un tipo de chileno que suele ser bastante provinciano, apegado al terruño y a sus símbolos como si se tratara de Dios Padre. En realidad, los países como entidades abstractas no tienen mucho atractivo. Las culturas sí. Tienen el atractivo de lo que envejece y cambia. Pero los países, aparte de ser, como decía el doctor Johnson, el último refugio de los canallas, son entidades más bien abstractas y pesadas. Y están destinados a desaparecer.
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