La primera edición de la revista cultural Katenere, de editorial Tierra Nueva, nos trae un par de sorpresas agradables, como la visita que hizo Alfredo Bryce en Iquitos, los entreteleones de "Estanque de Ranas", la nueva novela del escritor loretano Miguel Donayre, asi como una crónica del siempre excéntrico y genial Eloy Jáuregui. El responsable es el escritor loretano Percy Vílchez y la frecuencia que saldrá es mensual. Como un preludio, transcribimos las impresiones del viaje de Bryce a Iquitos, escritas por el periodista Jaime Vásquez;
Bryce bebió del Amazonas
Bryce bebió del Amazonas
Durante dos días y dos noches Alfredo Bryce Echenique estuvo en Iquitos. La Universidad Nacional de la Amazonía Peruana, a través del Rector Herman Collazos, le otorgó el Grado de Doctor Honoris Causa. Dictó la conferencia “La escritura de mis libros” en el Aula Magna. Navegó por el Amazonas, pernoctó en el Albergue “Heliconia” en la orilla del gran río. Disfrutó de la naturaleza, de la mágica noche selvática, comió el sabroso sábalo. En suma: bebió del Amazonas y, tal como estaba previsto, la prensa nacional dio cobertura a su periplo porque no es frecuente que Alfredo viaje por el interior del país y mucho menos por la Selva. Tierra Nueva Editores, institución que organizó su visita, cumplió así uno de sus tantos objetivos.
Ya estaba por caer la tarde o, también, llegar la noche. No había el peligro aviario, lo que en buen castellano es un problema de gallinazos, con o sin plumas pero gallinazos al fin. Alfredo Bryce Echenique aparece en el aeropuerto de Iquitos como siempre: sencillo, parco pero feliz. Se sube al carro que lo trasladará al hotel y pregunta cómo debe ir vestido a la ceremonia en la UNAP. “Hay que respetar las formas”, dice mientras su asistente le pide que vaya con terno. No hay problema, dice y, después de beber el refresco de cocona se instala en El Dorado Plaza Hotel. A las 8 en punto se dirige al Aula Magna y la muchedumbre entusiasta que le recibe contagia a quien deslumbrara al mundo de las letras con “Un mundo para Julios”. Herman Collazos, rector de la UNAP, lo recibe y los aplausos ya no esperan, aunque quien escribió “No me esperen en abril” debe estar acostumbrado a estos recibimientos. Se lee la resolución, se otorga el diploma y todos debemos escuchar a Bryce. Cómo no escucharlo si en sus labios las anécdotas se hacen primorosas. Como esa que contó sobre el Congreso de Humoristas donde todos estaban deprimidos o cuando contó la desesperación de Mario Vargas Llosa por la pérdida de una novela que Bryce había escrito y que, según contó, era una de sus mejores obras. El público disfrutó con Bryce, con sus ocurrencias, con su academicismo, con su jovialidad, con sus exageraciones.
Después una cena amazónica. Chonta, paiche, chuchuasi sour. Y la tertulia nocturna entre vodka y vodka, con agua tónica, por supuesto. Hasta que se cierre “El Fitzcarraldo” porque Bryce ya había empezado a hablar y su oralidad, como su talento, son imparables. Al día siguiente vendría el plato fuerte: el viaje por el Amazonas y la pernoctación en la Selva.
Así fue. La delegación, compuesta por Bryce, su asitente y más de diez periodistas llegados desde Lima navegó por el Nanay, primero para luego hacerlo por el Amazonas, en cuya orilla esperaba “Heliconia”. Instalados en la selva, almuerzo de por medio, todos se pusieron –casi sin darse cuenta- alrededor del escritor. Hasta un guacamayo se entrometió en la conversación. No era para menos. Se habló de literatura, vocaciones, amistades, anécdotas. Un boom sobre los del boom. Tarde y noche literaria en medio de la selva. Parecía un sueño. Pero era realidad y, como en las grandes obras, la realidad superaba cualquier ficción. Al día siguiente el regreso. Ya en la ciudad esperaba a la delegación un almuerzo envidiable. Una gamitada de casi un metro esperaba en la cocha de “La Granja 4”. Una vez pescado se tenía que esperar media hora para que se abrase en la brasa. En medio de la comilona seguía la conversación. Ya llegaba la hora de la partida. Minutos antes que aterrizara el avión de Lan en Iquitos ya la delegación estaba con Alfredo Bryce y Marita Sousa Moreyra, su amiga y asistente, en el aeropuerto. Hasta que pasó a la sala de embarque seguía la charla y Bill Jarama, Jorge Carrillo, Ángel Vásquez y Jaime Vásquez, integrantes de Tierra Nueva, continuaban excitados mientras Gino Ceccarelli hablaba hasta por los codos.
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