28 marzo 2007

EXPLOSION EN EL COMPLEJO



Pálidas muchedumbres me seducen;
no es sólo un instante de alegría o tristeza,
la tierra es ancha e infinita
cuando los hombres se juntan.
(Washington Delgado)

11 p.m. Contemplo movimiento inusitado. Contemplo una ciudad y una calle invadidas de candor y deseo; una calle doblegada por bocinas y sonido. Una calle y un gran espacio; un espacio totalizado por gente. Gente como la de siempre, como la de ahora, como la que mañana quitará las llaves de nuestros aposentos y heredará esta penumbra azul marina, con estrellas a su diestra. Contemplo el sábado, noche, dentro de los linderos del más alucinante espectáculo que se presenta en IQT: Explosión en el Complejo del CNI. Sí; Explosión, tocando “El negro Zarcillo” y “El viejo del sombrerón” a través de sus poderosos y ensordecedores parlantes de 25 mil watts.

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Me aseguraron que en esta enorme extensión de terreno, que mis gratos amigos del Comité Cívico “Todos Contra el Ruido” señalan como uno de los focos de contaminación sonora más procaces de la ciudad, se enciende el verdadero espíritu regional. Aún no me consta ninguna de dichas afirmaciones; pero creo que hay una alta dosis de sensibilidad en todo esto. Paúl Valery señalaba que la piel es lo más profundo, y eso sí me consta; harto. No he venido a ponérsela fácil, pero tampoco quiero hacerme el difícil (a mis respetables veintisiete, hay cosas que aunque quiera, ya no puedo hacer). Estoy dispuesto a amar al Complejo, pero sobre todo quiero volver a enamorarme (como la primera vez, antes de que nos hicieran pelear los problemas y los sonsonetes) de ti, Explosión de mis diversiones más inconfesables, aunque esta vez la reconciliación se disfrace de afán seudo periodístico y crónica con toques jaureguianos.

Debo trabajar –metete con cámara en mano– antes que divertirme como cualquiera de los cerca de cinco mil mortales que pueblan a esta hora las instalaciones de la minita de oro en que se ha convertido el hasta hace poco muy venido a menos Complejo. Todo en esta vida es timing, sentido de la oportunidad y los regentes de este gran local que se perdía en la bruma nocturna tuvieron la espectacular decisión de garantizarle exclusividad al grupo cuando el Agricobank decidió, en una incompresible y mortal movida económica, que compartiese cartel con Kaliente. Malísima idea. Los resultados, como todos ustedes saben, son más que evidentes: El Agrico ha pasado a mejor vida y el Complejo, bueno, se entregó de piernas abiertas a los ídolos de IQT. Ahora anda con la barriga llena y el corazón muy contento, ¡sí señor!.

Por sea el caso, Explosión, con más de seis años en el ambiente musical, es obra de la mente alocada y emprendedora de Raúl Flores Chávez, su propietario y gerente. Antes del torbellino, Flores era accionista del grupo Euforia (sí, el que llevó a la fama y a la desgracia a Ruth Karina y Anita Kholer, hoy retiradas amas de casa sin oficio ni beneficio), hasta que se dio cuenta que las cosas no podían seguir con ese ritmo tan lerdo. Él siempre quiso ser el muñeco de la torta, el que manejara todo: no podía permitir ser el segundo, menos el tercero. Lo liquidaron de una empresa petrolera y ese dinero –nada despreciable- lo invirtió en comprar aparatos y conseguir el material humano para la empresa más rentable de Loreto. Digamos que no le ha ido nada mal.

Claro, Flores sabe lo que hace y sabe que es admirado, envidiado y secretamente detestado por un considerable número de ciudadanos. A mí no termina de convencerme aún sus disfuerzos de todopoderoso, cuando ordena, a través de vales que llevan su firma –de docenas en docenas- las cervezas que los paracaidistas solicitan con mucha fruición. A Flores se le regalan con lacito y todo niñas y mujeres, que buscan su plata y sus conexiones. Sin embargo, nadie puede negar que este hombre, que tiene la filosofía muy clara de que Explosión está a su servicio para ganar plata (en una noche tela puede recaudar, líquido, más de diez mil soles en una performance del grupo) es alguien que no se anda con rodeos y sabe lo que le gusta a la gente. Dejando de lado las hipocresías (y los modales de dictador de banana republic), Raúl Flores podría ser hasta el estandarte del empresario exitoso y visionario que tanta falta hace en esta región.

Evidentemente, su mérito es haber transformado el muladar en un sitio donde se divierten todos, sin excepción (aún cuando los problemas de excesivo ruido son evidentes, a pesar de los loables esfuerzos que se han hecho por amainarlo). Gracias a una fuerte inversión (que va más allá del costo del alquiler por los fines de semana, pues incluye también la remodelación de ambientes como servicios higiénicos, camerinos, estacionamiento), ha puesto al Complejo nipilita, listo para competir y desbancar a cualquier posible atisbo de competencia. Por ejemplo, es posible que el Noa Discotec vaya a quebrar debido a que no puede sostenerse frente al pulpo explosivo quitándole todos los clientes posibles, entre ellos varios insoportables que se creen toda esa estupidez de la movida “fashion” (A propósito, éste es un dato freak para el columnista de Conexión: si quieres seguir teniendo éxito con la “gentita”, vete a reportear donde la arena y la chela de tres por diez soles hacen brutal combinación. Vas a encontrar a todos esos angurrientos en fila, puestecitos y bailando como expertos los pasos del Gavilán).

Sí pues, Explosión puede preciarse de ser, actualmente, el símbolo que aglutina a todos los loretanos (o a casi todos, que no es lo mismo, pero es igual, parafraseado una canción de Silvio Rodríguez). Por eso todos hacen lo posible por llegar, a pie, en micro, motocarro, moto o autos último modelo. Explosión es el consenso y el termómetro de la movida social más fuerte de IQT. La ciudad no puede vivir sin la agrupación, porque precisamente ella le inyecta vida, alegría, fuerza y energía, les juro por mi mamacita que es verdad. Tanto que yo mismo me quedo aturdido con semejante revelación. Sin embargo, cuando te atrapa la música y el derroche de carisma, cuando quedas a merced del talento de los músicos, cuando te atrapan las bellas voces de las cantantes, cuando se incrusta en tu adrenalina la improvisación de los showmen, cuando penetra en tus ojos el último rincón de las diminutas prendas de las bailarinas, entonces no hay pero que valga. Simplemente disfrutas, con una liviandad y una pasión contagiantes. La vida tiene sentido cuando, irónicamente, el grupo toca una canción tan desprovista de sentido –al menos literal– como “el amor es así, como viene se va, a veces te hace feliz, a veces te hace llorar”. Y sudas y tahuampeas como buenazo.

Obviamente, nada de esto podría ser posible sin la presencia del grupo humano que, noche y día, se prepara para alegrar al respetable. Ahí están pues, siempre prestos, al pie del cañón, los encargados de poner el sabor, de repartir las entradas gratis entre amigos y gente que les cae bien, sobre todo de recibir y publicar los pedidos de saludos a través de los micrófonos (Últimamente, recibir saludos de Explosión en el Complejo se ha convertido uno de los símbolos de status más importantes en esta ciudad. Aquella noche, digo, sin falsas modestias, que recibí tres. Se agradece el gesto, por supuesto). Ahí están, entre otros, “Papo” Torres, animador inspirado; el chato David Núñez, compositor estrella del grupo; el siempre sonriente director musical Eduardo Aguilar, más conocido como el “Negro Colao”; así como el peluconcito Omar Santos, experto en menear los mechones de su pelo negro crespo y entonar con gallarda simpatía los acordes de “Corazón de piedra” y “Más que un amigo”.

Sin embargo, Explosión no existiría sin las Divas, con “D” mayúscula. El binomio de oro. El dúo dinámico. Las chicas dinamita: Ofelia Chávez y Betina Alván. Ellas decretan las leyes del deseo y seguramente son las chicas más queridas y admiradas por estos lares. No es para menos. Betina, en su motito setenta, con su cabellera negra larguísima y sus zapatotes taco aguja, rozando la veintena y tantos añitos, posee una simpatía y una voz impresionantes, tanto que los exagerados la han comparado con la malograda cantante tex-mex Selena Quintanilla. No, pues, diría yo; Betina es única en su género, aunque cuando canta el mix selenino, uno hasta se cree que no está en una fiesta charapa sino en un corrido charro en la frontera gringa. Sin duda alguna, Betina derrite con su sonrisa, tanto que este columnista se declara desde este instante su fan más entusiasta y militante.

Ofelia Chávez, más aquietada, es la reina y señora indiscutida de la canción. Tiene más de quince años en el oficio y se ha ganado, con justicia, el cetro que encarna en todos lados a donde va. Es fundadora del grupo y sus espectaculares piernotas destacan, además de ese porte de mujer hecha y derecha, de voz impactante que lo mismo te puede hacer los coros o la voz de “El Puli”, del hombre mentiroso, de las pandilladas o el “Toma que toma”; yo tengo un novio/ que me lleva al bahía/ que me dice vida mía/ que me dice qué calor...Ofelia está para cosas mayores, tanto que si algún día –Dios no lo quiera- se va del grupo, éste se cae inmediatamente. Nunca te mueras, reina Ofelia.

Pero, ojo; Explosión no se mueve sin las extraordinarias caderas de las bailarinas, las mujeres más apetecibles de la ciudad. No creo que algún hombre en este terruño no haya deseado, siquiera un segundo, poseer esos cuerpecitos imperfectos pero a la vez tan ricotones. Son mujeres- objeto, lo saben bien ellas mismas, pero en todo caso tiran pa’lante y no se hacen paltas. Una bailarina en Explosión gana poquitísimo (igual los músicos), tanto que uno viendo las ganancias de los propietarios tiene ganas de increparles su tacañería. Sin embargo, aunque alguna de las chicas a veces es acompañada por su mamá durante toda la noche, que la lleva y la trae, estas diosas del cumbiambeo tienen enamorados de plata que las recogen del Complejo y se pavonean con ellas, mientras las licuadoras siete velocidades se encargan de recibir lo que piden. Leyes del mercado, que le dicen. Sin embargo, yo sigo creyendo en ellas, las de ahora y de ayer, por ello nombro sin pudor a las mejores: Keyla García, Alise Vela, Yesenia Pérez (mi favorita), Karen Brito y Jazmín López. Algunas ya no están, sin embargo, siguen en el recuerdo y en la mente de todos los danzantes nocturnos de IQT.

Explosión genera toda una industria, tanto dentro del Complejo como fuera de él. Todo lo que toca, como el rey Salomón, se convierte en dorado (Me comentan por acá que una promoción escolar, en una noche gloriosa, logró recaudar más de 26 mil soles líquidos, gracias a su asociación inmediata con el grupo de moda) Los negocios de comida, los motocarros que dupletean con sus máquinas infernales, además de los nunca bien ponderados hospedajes (entre ellos la cadena especial de telos La Sombra, uno y dos, de mi gran amigo Alfio Reátegui, ahí nomás, a la vueltita del Complejo; con una atención de primera, por cierto) son una de las consecuencias inmediatas del clímax calenturiento, sudoroso, chelero y súper buena onda de la gran fiesta, el gran bonetón, la parranda inolvidable. La noche charapa tiene su encanto, definitivamente. Es cuestión de acoplarse a sus extraordinarios hechizos (¡Provecho!).

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4.45 a.m. Domingo. Embriagado de luces, sudor y alegría, procedo a darle la despedida a esta mole maciza cargada de emoción y aullidos. Entre gente de todas las edades, colores y condición social, de todos los aspectos y todas las cantidades de alcohol en el torrente sanguíneo, escucho los acordes del “Sentimiento Andino”, la melodía sinfónica que cierra la presentación de Explosión en el Complejo del CNI. Agradecido, envío un beso mental para aquella persona que me convenció de volver y deleitarme con tantas y tantas bonitas cosas que acoge IQT. Los últimos ecos anuncian que mañana es otro día, otra historia, otro trayecto marcado. Explosión es la culpable de este sentimiento, de este momento inolvidable que nos llena de orgullo. Orgullo amazónico, cómo no.

Setiembre 2004

(*) Extractos de crónica sobre la noche popular loretana, parte del libro Historia Personal de IQT, de próxima aparición en el mercado.


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