El Gran Canciller se coloca sus gafas de sol y un sobretodo púrpura. Tiene el rostro tenso, duro, hierático. Se sienta en un gran trono y mira a una cámara imaginaria (alucina que está frente a Lucía Hiriart de Pinochet). Nadie lo mira, porque es omnipresente (claro, por la voluntad divina). Tampoco desde los cuatro pisos de torre de marfil desde el cual anhela el botín preciado. Siente los ecos del Polideportivo. Siente por un lado las palabras de los defensores (El Gran Canciller también tiene una nueva figura estrella: el gran traídor que mira desde el "balcón liberal", que dirige un diario donde lo que más se repite es la palabra "caviar").
El Gran Canciller espera agazapado, tras bambalinas, mandando a su curita disfrazado a que se oponga a cualquier decisión que emane del gran botin. Es canciller de hierro, toma el té desde las alturas (no se imagina estando al lado de la Cafeta de Artes, puros modelos desnudos y harto resina; tampoco en la Cafeta de Letras; puro izquierdista caviar junior y sus compinches vejetes que aún aman a Silvio). El Gran Canciller no quiere escuchar, sólo bebe su té de manzanilla para los nervios, mientras odia en silencio que aún recuerden en el gran Botín al Lerner bueno, que hayan estudiantillos malcriados e insolentes como ese Diez Canseco que seguro es peor que su padre "proterruco", "rojo". No le gusta que en la gran misa de 90 años no le hayan hecho caso a sus demandas, odia que hayan ofrendado un embrión de feto como parte del simbolismo de la evolución científica y que nadie haya dicho nada, que nadie se haya escandalziado. Y detesta que no le hagan caso ni en Ingeniería ni en Derecho (esos Avendaño y esos Neves Mujica inconscientes y traidores, no son como el doctor De los Heros, tan religioso y además premier del gobierno de mano dura de su adorado Chino).
Sólo le queda bramar en silencio "caviar" "rojos" "libertinos", encapricharse para no ceder la Catedral y quiere quemar en su pira de inquisición a todos esos locos que le han hecho la guerra santa a su sacra y omnipotente verdad. No pues, que se queme Claudia Cisneros, que se queme Ocram, que se queme José Alejandro Godoy, que se queme Rosa María Palacios, también (por racionalista y por entrevistar a los enemigos). No más Paréntesis ni GPUC, no más ETUC ni libros de Freud, Lacan o Galileo, no más cursos de arte libre, no más psicoanálisis, ni tontódromos de vagos, no más pelos largos, ni canciones protesta, no más punkekes ni venta de libros peligrosos, no más cafecitos pro-bohemios ni profesores que no sean casados y católicos-practicantes; más José María, más historia del generalísimo Franco, más indez, más CAPU pero para la Obra, más Chile del 73, más Chino Chino Chino.
Pobre él, no hizo Té Deum, y sólo toma té, callado, en silencio, solitario, más solitario que nunca. El Gran Canciller es sólo un espectro, con sus lentes oscuros, su andar de basquetbolista retirado y sus artículos imaginarios del testamento del beato tontuelo benefactor del Gran Botín. Toma té y teme que ya no sea nada, que ya no sea nadie en medio de la soledad de la gran luz que aún sigue brillando, allá en el horizonte (menos que una cojudez, como los "derechos humanos" que tantas insurrecciones le han dado a su estampa de represetante de Dios en el mundo)
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