09 marzo 2007

EL ALMA AL AIRE DE ALEJANDRO SANZ

A finales de 1992, había cumplido 15 años y culminaba el cuarto año de secundaria en el San Agustín con relativa tranquilidad. Los colegiales nos preparábamos para una etapa nueva de vacaciones. Entre tanto, íbamos de vez en cuando al Salonazo del Club Tennis o, si el cuerpo lo permitía, al Agricobank. Ya se había puesto en marcha el Chupódromo de las calles Brasil con Huallaga (y la gente libaba cerveza en la calle, sobre banquitas pintadas de azulo o sobre cajas de soporte de la rica espumante). La tele no era muy divertida, salvo por algunos episodios de Los años maravillosos. En la radio, que para nuestra generación oscilaba entre emisoras como Panamericana (“con todo”), Loreto y, muy de ven en cuando, Tigre, se sucedían de vez en cuando algunas canciones de Jerry Rivera, Locomía, Natusha y Talía. Fue en esa época, cuando escuché por primera vez a Alejandro Sanz.

Pisando Fuerte” era la canción del nuevo fenómeno que, según nos contaban los locutores, estaba arrasando los charts de música española. Y fue el primer aviso de que un cantautor extrañamente seductor (irregular para el medio de la baladita pop que se escuchaba en “El club de los gatos enamorados” con Héctor Felipe). Su canción era simple, pero algo se movía dentro de la forma cómo la interpretaba. De modo que, en medio de todas esas vacaciones cómplices, apareció el fan en ciernes que todos llevamos dentro. Y Sanz devolvió con digna calidad este creciente interés.

Porque Sanz impone su presencia en la melodía. Y denota el fraseador de versos largos, intensos, casi al límite de su extensión, en los cuales su voz sentida y llena de matices (sin ser una gran voz) le presta la dimensión humana que, sin embargo, emerge de lo común para entregarnos un concierto de complejidades que hacen de lo que en apariencia sólo pueden cancioncillas confeccionadas para encajar en radios románticas o simples guiños para parejitas de enamorados melosos que se apachurran en cualquier parque de por ahí, en verdaderas declaraciones de principios que revelan una existencia de la que vuelve cómplice a su espectador.

Y Sanz ha crecido como artista, al punto que ha descartado directamente el fácil recurso de convertirse en carita bonita de canciones con gancho que ganan todos los premios y acumula fans por doquier en todo el mundo; más bien ha madurado aún más su presencia como cantautor, como artista, como interlocutor válido. Porque, está probado, que al igual que el gran Miguel Bosé, no ha terminado devorado por el mainstream, sino que ha sabido pulsear su necesaria faceta de star que baila con Shakira y tiene una lujosa mansión en Miami con el creador que le canta salmodias a La Habana, declara su rechazo a Hugo Chávez y Fidel Castro o crea canciones de amor perdurables.

Porque Sanz es, ante todo, un baladista, de los buenos. Porque es muy difícil poder escuchar canciones como La fuerza del corazón, Aprendiz, Amiga mía, Si hay dios, Cuando nadie me ve, Corazón partí’o, Eso, El alma al aire, A la primera persona, Quiero morir en tu veneno, Y si fuera ella, entre muchas otras más, sin sentir una opresión en el pecho. Particularmente, dos canciones de Sanz me estremecen, Tú no tienes alma y Cuando sea espacio. Y así como se da el lujo de escribir álbumes tan exitosos y rompedores como Más o el Unplugged, así también ha permitido que se descubran cosas como su reciente El tren de los momentos que se acercan por un momento a la cosa fácil y la pirotecnia, pero que, en líneas generales, salvan y permiten disfrutar de un trabajo sólido, propio de alguien experimentado. Será un placer volver a verlo, otra vez, por Lima este 9 y 10, en el Monumental de Ate, en el generoso inicio de su nuevo tour mundial dedicado a los peruanos.

Y claro, para gente como yo, frik y trancada por ratos, éste ya no es un placer inconfesable, sino que, en el fondo, Alejandro Sanz también es uno de los nuestros. Sólo es cuestión de escucharlo bien: en silencio, bajito, con el alma y el corazón al aire.

Mira detalles del primer concierto de Alejandro Sanz en Lima aquí

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