11 septiembre 2008
¿Turista o extranjero?
Siempre he odiado la llamada mirada del turista. Es quizás una de las más peligrosas a la hora de mirar a través de una cámara y muchos grandes cineastas han tropezado mal a la hora de cambiar de ambiente.
Pero no todos.
A veces es la mirada del foráneo, del otro, la única capaz de ver los que otros no ven, a veces es esa cosa liminal, fronteriza, del otro, mirando, a solas, ajeno, que logra captar algo.
Esto se ha dado muchísimas veces en literatura (cosa de ver cómo algunos extranjeros han capturado México) aunque en cine sucede menos. Wenders, en un principio, hizo maravillas con USA (Paris, Texas) y con Portugal pero después.... Dios nos libre. Es más: lo peor que ha hecho ha sido en Estados Unidos.
Hace poco vi una de las peores cintas del año: My Blueberry Nights, de Wong Kar-Wai, filmada totalmente en USA y con un elenco tan hollywoodense que Hollywood no se atrevería. ¿Es el mismo director que reinventó Argentina en Happy Together?
Fue tal el shock que me hizo dudar de toda su carrera. Pensé: y si entendiera cantonés, sus películas asiáticas me parecerían tan seductoras (soy un gran fan de Chungking Express).
A lo que voy: filmar es complicado y escribir guiones más. Y la mirada del turista es capaz de colarse. Pero no por eso no se puede y claramente es un desafío fascinante. Por las decenas de caídos están aquellos que son la gran excepción. Woody Allen, sin ir más lejos, con Match Point, aunque algunos amigos insisten que tiene algo de turista, lo que puede ser, aunque en ese filme, quizás se justifique.
Ejemplos de bochornos hay probablmente miles. La historia de Hollywood es de tipos que han inmigrado para hacer cosas buenas (desde Hitchcock a Renoir hasta Del Toro y Ang Lee) hasta aquellos que tuvieron su oportunidad y se la farrearon o lo hicieron mal (Puenzo y Salles, por ejemplo).
Un autor que cada día me gusta más y admiro es Louis Malle y, sin bien es cierto, que sus cintas francesas son quizás superiores (sobre todo las personales, es decir de Le Feu Follet en adelante), los filmes que hizo en USA no son meros productos por encargo: desde Pretty Baby a Atlantic City, a fracasos malditos pero interesantes como Alamo Bay, a sus experimentos/obras maestras centradas en el diálogo como My Dinner with André y Vanya on 42 Street, sin contar sus impresionantes documentales acerca de la América profunda (los hoy Red States), el caso de Malle es -sin duda- el de un tipo que necesitaba salir para mirar, explorar, aprender y, cuando regresaba a su Francia natal, era capaz de destilar su mundo interior en joyas como Au revoir, les enfants.
Antonioni hizo Zabriskie Point, un bochorno en USA; Blow Up, una muy buena aunque algo envejecida película en Inglaterra y una cinta sencillamente notable como El pasajero en Africa y en España.
David Lean dejó de ser inglés e hizo cintas queridas pero, a la larga, turísticas. Es cierto que algunas funcionan y son visualmente impresionantes pero Alec Guiness de árabe o hindu es, desde hoy, algo parecido a un insulto racial y si hay un director que ha envejecido es Lean justamente por querer turistear tanto: Arabia, Rusia, Irlanda, Tailandia (¿ahi está el rio Kwai?), etcétera.
El mundo ahora está dando un nuevo tipo de Lean que es el autor cosmopolita que no tiene casa o cuya casa es el mundo: uno de ellos puede ser Assayas. Intensamente francés en una Francia llena de extranjeros o muy global y cómodo en cintas magníficas como Clean o extraviadas como Boarding Gate.
Ejemplos hay miles y da para una conversación: quién mejora fuera, quién tropieza con la cámara Kodak. Es más: no es necesario viajar para ser turista. Valparaíso es el mejor ejemplo de cómo una ciudad objetivamente bella y "extraña" puede dar para obras del tamaño de Valparaíso, mi amor a objetos kitsch para señoras como La luna en el espejo de Caiozzi (que, al parecer, es un turista: ver la obesa y adiposa Cachimba y el balneario de Cartagena).
En el caso de las cintas latinoamericanas, el tema se complica más con el asqueroso tema de la co-producción. Malas cintas dirigidas por españoles en estos territorios o, peor, cintas que parecen filmadas por extranjeros por la cantidad de extranjeros que hay para satisfacer a los productores allá en Madrid o Barcelona, solo arruinan o subrayan esa mirada externa. Mejor ni comentar lo correctamente latera, lo pulcramente falsa que es una cinta como El lugar donde estuvo el paraíso, cinta de Gerardo Herrero (uno de los productores de Tinta roja), donde todo los cliches de las fucking cintas Ibermedia dan fruto, pero no son capaces de articular una película que pudo ser pura atmósfera y termina por ser un telefilme ni siquiera odiable, solo olvidable.
Una pena, porque Iquitos da para mas. Para mucho más...
Eso creo. Claro que sí.
La mirada del turista no es sólo estética, es moral. Es cómo filmar en un territorio ajeno una cinta que no le sea ajena al director y, más importante aún, al espectador.
Preguntas, preguntas que me hago mientras pienso en SUDOR, un posible proyecto ambientado en un sitio al que nunca he estado: IQUITOS.
¿Podré ir como un turista y no filmar como uno?
Eso...
x ahora
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