Minuto 93

Por: Enrique Dávila (Ikitozz City)



Minuto 93 y un león hambriento corre con la melena al viento, se desplaza con todas sus fuerzas, rugiendo con el corazón en la mano y gritando en su interior "carajo, yo puedo". Un león indomable rodeado de cazadores albicelestes despiadados. Quieren verlo por los suelos, lamentándose. Pero esta fiera no se rinde, sigue adelante demostrando la entrega que lleva en la sangre.

Minuto 93 y en la humilde casa punchanina de los Dávila, junto a mi padre, doy presencia de cómo el tiempo se detiene. Juan Vargas realiza una corrida magistral - como pocas veces se pueden ver - y otorga el balón a un Fano que se arrastra diciendo "¡no nos ganan!"

Minuto 93. El tiempo se detiene, dejo de respirar, los latidos son uno en todo el Perú. Hasta que por fin veo el balón acariciar las redes y el golero argentino por los suelos. Ese momento grito con todas mis fuerzas. Me torno lisuriento, efusivo, hiperactivo. Me acuerdo de la madre del argentino, del padre del argentino, del hermano del argentino y hasta de la nona del argentino. No puedo evitarlo, el fútbol hace esto en mi; me torna eufórico, incontrolable, irreconocible.

Minuto 93 y mi padre grita con todas sus fuerzas. No le importa tumbar el control remoto, patear la silla y derramar la botella de huitochado. Mi madre sale de la ducha, aún con el jabon en el cuerpo, apenas puede ponerse la toalla y va a nuestro encuentro. Se resbala por los pies descalzos y el agua escurriendo. Antes de preguntar si se encuentra bien la abrazamos como pocas veces un gol peruano ha hecho méritos.

Minuto 93 y en la casa del costado explota la alegría. Javier hacía el amor con su novia pero no puede evitar levantarse de la cama. Salta y grita por toda la habitación, desnudo y sudando. Sale a la calle olvidando ponerse al menos el calzoncillo. No puede evitarlo; Javier se olvidó de sí mismo y del mundo. Ese gol bien merece el salir desnudo a la calle.

Minuto 93 y el corazón del viejo Shungo se detiene. Cuántas veces ha luchado a puño limpio contra el mismo yanapuma, partido a la mitad con su machete a la inmensa sachamama y ha evitado ser raptado por las bellísimas sirenas. A pesar de todo eso ese gol, al último minuto, es capar de derribarlo. Aún acostado en el suelo con la vieja Doña Rosa, dándole golpes al pecho no puede retirar los ojos de la pantalla. Una y otra vez hasta que el corazón vuelve a latir y las palabras retornan a sus labios "tráeme mi chuchuhuasi, tráeme mi chuchuhuasi, esto hay que celebrarlo"

Minuto 93 y Rogelio abraza a su nieto Pedro. Al ver el valor y la entrega del loco Vargas recuerda sus días en el Ejército. Arrastra de brazos a su nieto por toda la casa repitiendo una y otra vez "viste ese gol, huevón". Pedro, ebrio por la alegría, y desde lo mas profundo de su corazón grita "puta, qué gol, abuelo, soy gay, puta, qué gol". el viejo Rogelio lo mira por un segundo sorprendido y ante la repetición del gol en la televisión vuelve a gritar: "¿viste ese gol, huevón?"

Minuto 93 y salgo a la calle a gritar junto a mis vecinos "Iquitos, gózalo porque eres peruano y debes celebrarlo". Escucho los cuetones reventando a lo lejos y los motocarristas pitando en la esquina. La vieja Disnarda abre su ventana y me reprende como en mis días de chibolo. "Calla, escandaloso, como si con ese gol clasificáramos al mundial". Tiene razón. Perú empató con Argentina, 1 a 1, al último minuto y ese gol no significa que clasificaremos, que somos los mejores de Sudamérica o que desde ahora nuestra selección de fútbol nos brindará un futuro de triunfos. Pero eso no es lo importante, lo importante es como una simple jugada en un simple minuto, puede demostrar todo el amor, coraje y pundonor que llevamos en nuestro ser.