Por Gino Ceccarelli
Iquitos debe ser una de las pocas ciudades en el mundo donde se celebra todo. Tenemos una necesidad de andar por la vida haciendo desfiles, fiestas, discursos, conmemoraciones y chupaderas como si lo que nos sobrara fuera la plata. Casi todas las celebraciones oficiales se parecen: Himno Nacional, bendiciones, desfile con paso marcial, incluso los civiles y los niños lo hacen como si estuvieran yendo a la guerra, luego un "brindis de honor"(?), un discurso por aquí, otro por allá, se sirven bocaditos, se sirven traguitos, se cuentan chistes y generalmente "la continuamos" y, al final, a bailar se ha dicho. No importa si es el aniversario de una batalla, de un héroe, de un patrono, del sindicato, día del esto, día de lo otro o de lo que sea.
De la misma manera los nacimientos, bautizos, matrimonios, cumpleaños, inauguraciones, promociones, bodas de plata, de oro, de platino o cartón se celebran con algunos regalos, comida, harto trago y música bailable (con volúmenes que te destrozan los tímpanos) hasta que nadie pueda estar en pie o se hayan terminado la cerveza.
No está mal celebrar, festejar y bailar, pero lo curioso es que de los trescientos sesenta y cinco días del año, la pasamos festejando por lo menos doscientos!. Conozco a muchos que necesariamente tienen que bailar todos los fines de semana, acompañado de chelas, evidentemente. Tampoco es comprensible que gente que no tiene trabajo se la pasa en fiestas, bebiendo y felices de la vida. Llama la atención también de ver a algunos sentados en sus veredas acompañados de sendas cajas de cerveza, mientras que su casa, literalmente, se cae a pedazos o sus hijos no tienen que ponerse.
Este fenómeno social (la cultura del bailongo y de andar celebrando) se entiende que es una vía de escape que tiene nuestra gente ante una realidad dura y donde casi nada funciona.
Lo que gastamos en vacilones es alucinante.
Sería bueno saber cuánto destinan las instituciones tutelares en cocteles, aniversarios, buffets, "brindis de honores", almuerzos de confraternidad, de camaradería, cumpleaños, recepciones, bienvenidas, despedidas, día de la secretaria, día del trabajo, día de Iquitos, Navidad, Año Nuevo, 28 de Julio, día de la institución, día del padre, de la madre, día del árbol, del héroe tal, día de los enamorados, día de los muertos, semana santa, cristo morado, santa Rosa, san Juan, día del agua, día del bosque, día de la ronsapa, día de la cuica o día de la caca. Si a esto agregamos las permanentes colectas que se hacen dentro de las oficinas para celebrar cumpleaños, parrilladas, polladas, ishpas, bautizos, porque ganó Alianza, porque perdió CNI, porque Perú va a jugar, porque se enfermó fulanita, porque le abandonaron a sutanito, para que menganito se compre sus calaminas, por la abuelita de tal, por el velorio del que está más allá, por el colegio, por la guardería, porque es viernes, para comprar chelas, para alquilar equipos de música (y comprar más chelas), para ir de paseo (llevando chelas), etc, etc, etc.
Un amigo extranjero que estuvo unos meses por aquí decía que los iquiteños o están haciendo marchas de protesta o están bailando y chupando. En otros países, celebrar no quiere decir necesariamente chupar y mucho menos emborracharse. Es triste ver que alguna gente cree que la única forma de ser feliz es bailando y bebiendo.
Todos tenemos derecho a “disfrutar de la vida”, pero cuando estas celebraciones se hacen en días y horas que deben estar destinados a trabajar se convierte en un verdadero problema. Al final terminamos trabajando poco y mal. ¿O acaso estoy exagerando?
Iquitos debe ser una de las pocas ciudades en el mundo donde se celebra todo. Tenemos una necesidad de andar por la vida haciendo desfiles, fiestas, discursos, conmemoraciones y chupaderas como si lo que nos sobrara fuera la plata. Casi todas las celebraciones oficiales se parecen: Himno Nacional, bendiciones, desfile con paso marcial, incluso los civiles y los niños lo hacen como si estuvieran yendo a la guerra, luego un "brindis de honor"(?), un discurso por aquí, otro por allá, se sirven bocaditos, se sirven traguitos, se cuentan chistes y generalmente "la continuamos" y, al final, a bailar se ha dicho. No importa si es el aniversario de una batalla, de un héroe, de un patrono, del sindicato, día del esto, día de lo otro o de lo que sea.
De la misma manera los nacimientos, bautizos, matrimonios, cumpleaños, inauguraciones, promociones, bodas de plata, de oro, de platino o cartón se celebran con algunos regalos, comida, harto trago y música bailable (con volúmenes que te destrozan los tímpanos) hasta que nadie pueda estar en pie o se hayan terminado la cerveza.
No está mal celebrar, festejar y bailar, pero lo curioso es que de los trescientos sesenta y cinco días del año, la pasamos festejando por lo menos doscientos!. Conozco a muchos que necesariamente tienen que bailar todos los fines de semana, acompañado de chelas, evidentemente. Tampoco es comprensible que gente que no tiene trabajo se la pasa en fiestas, bebiendo y felices de la vida. Llama la atención también de ver a algunos sentados en sus veredas acompañados de sendas cajas de cerveza, mientras que su casa, literalmente, se cae a pedazos o sus hijos no tienen que ponerse.
Este fenómeno social (la cultura del bailongo y de andar celebrando) se entiende que es una vía de escape que tiene nuestra gente ante una realidad dura y donde casi nada funciona.
Lo que gastamos en vacilones es alucinante.
Sería bueno saber cuánto destinan las instituciones tutelares en cocteles, aniversarios, buffets, "brindis de honores", almuerzos de confraternidad, de camaradería, cumpleaños, recepciones, bienvenidas, despedidas, día de la secretaria, día del trabajo, día de Iquitos, Navidad, Año Nuevo, 28 de Julio, día de la institución, día del padre, de la madre, día del árbol, del héroe tal, día de los enamorados, día de los muertos, semana santa, cristo morado, santa Rosa, san Juan, día del agua, día del bosque, día de la ronsapa, día de la cuica o día de la caca. Si a esto agregamos las permanentes colectas que se hacen dentro de las oficinas para celebrar cumpleaños, parrilladas, polladas, ishpas, bautizos, porque ganó Alianza, porque perdió CNI, porque Perú va a jugar, porque se enfermó fulanita, porque le abandonaron a sutanito, para que menganito se compre sus calaminas, por la abuelita de tal, por el velorio del que está más allá, por el colegio, por la guardería, porque es viernes, para comprar chelas, para alquilar equipos de música (y comprar más chelas), para ir de paseo (llevando chelas), etc, etc, etc.
Un amigo extranjero que estuvo unos meses por aquí decía que los iquiteños o están haciendo marchas de protesta o están bailando y chupando. En otros países, celebrar no quiere decir necesariamente chupar y mucho menos emborracharse. Es triste ver que alguna gente cree que la única forma de ser feliz es bailando y bebiendo.
Todos tenemos derecho a “disfrutar de la vida”, pero cuando estas celebraciones se hacen en días y horas que deben estar destinados a trabajar se convierte en un verdadero problema. Al final terminamos trabajando poco y mal. ¿O acaso estoy exagerando?
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