16 marzo 2006

UN TEXTO SOBRE BRYCE

Tomar en las manos un libro de Alfredo Bryce es recordar que la ternura siempre es buena consejera, buena compañera y buena amante.

Leerlo es una experiencia divertida, plena de humor, pasión, nostalgia, también de ironía perversa, pero cercada por un profundo espacio para la reflexión y el cuestionamiento. Es un motivo para vivir las historias que a cualquiera de nosotros podrían pasarnos y que sorteamos en medio de innumerables avatares que nos encaja - como un profundo jab al mentón - el maniaco-depresivo destino.

Somos mejores personas de lo que deberíamos (o menos imperfectas, quizás) gracias a la innata capacidad que tienen algunos tocados por la gracia celestial para generar belleza con sólo escribir (palabras, frases, párrafos, capítulos enteros). Uno de ellos, sin duda de los más extraordinarios, es Bryce.

Nunca un libro ha sido traidor. Nunca un buen libro ha sido infame (son los hombres, debido a su proverbial imperfección). Un libro es el mejor modo de llegar a imaginar, a potenciar nuestras capacidades mentales, a soñar y a ser testigos cómplices (y a veces protagonistas) de aquello que no podemos concretar en la vida real. La literatura nos permite trascender la chata realidad y sacarle la vuelta con la ficción, esa dama tan seductora, difícil, indomable, eternamente bella. Creo firmemente, incluso, que a veces esa es la única demostración de bigamia que no sólo debemos practicar, sino alentar constantemente.

Y no sería lo mismo si no existieran libros fundamentales como “Un mundo para Julius”, “La vida exagerada de Martín Romaña”, “No me esperen en abril” o “El huerto de mi amada”. Y no sería lo mismo si alguna vez no nos hubiéramos sentido como Taquito Carrillo frente a la hermosa, espectacular e irremediablemente vacua Baby Schiaffino (Frase inolvidable: “Tú eres mi más grande amo...amiga”). Y no seria lo mismo si nos hubiéramos hecho la promesa de nunca experimentar lo que le pasó a Jimmy en Paracas. Y no sería lo mismo, pues (no lo sería), si no creyéramos absolutamente, con convicción casi fundamentalista, que Alfredo Bryce realmente escribe para que lo quieran más.

Allí, donde hoy estará sentado Bryce, y donde ayer se sentaron gentes tan valiosas como Ernesto Cardenal, Santiago Roncagliolo y Eloy Jáuregui – entre muchísimos otros –, se construye el futuro de la cultura, se festeja el triunfo de la literatura, se revive el más esplendoroso talento del arte en general. Tierra Nueva es una de esas artífices solitarias a veces pero, felizmente, de tanta terquedad ya se ha logrado darle a Iquitos la alegría de tener en su seno a un gran tipo y mejor escritor.

Y claro, Alfredo, usted tiene permiso para vivir, para sentir; tiene permiso para todo en esta tierra que le abre los brazos con generosidad y admiración, exactamente como hace cinco años atrás. Bienvenido y espero que nos lleve alguna vez en su mente y su corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En definitiva, Bryce es uno de los pocos que pueden hacer sentir todas esas sensaciones que describes.

Me gusta su estilo, propio y muy bueno……leerlo es sentir o vivir todo lo que trata de transmitir en sus tantas obras.

Bryce es un escritor de mucha trayectoria, que paso por todo y los que seguimos sus obras, lo entendemos.

Es casi segura que su presencia en Iquitos, si es que su vuelo llego (por motivos de lluvias) será disfrutada por la cantidad de admiradores que tiene.

Por supuesto que mi presencia esta asegurada!!!!!!!

Saludos,

PD: Cambiando de tema, te felicito Francisco, muy buena descripción sobre lo que se siente leer una obra de Bryce………aunque se que tu favorito es Vargas Llosa. ;)