02 marzo 2006

LECCIONES DE RONCAGLIOLO

El primer manuscrito de novela entregado por el joven Santiago Roncagliolo a los innumerables representantes editoriales fue rechazado tantas veces que, en broma y en serio, su autor indica que puedes ser considerado, sin ninguna duda como el del record mundial de negativas. Antes, había tenido que dedicarse a mil oficios para labrar su oficio de escritor a tiempo completo. Durante ese tiempo, pasó por todas las variantes habidas - y por inventarse – del género: plumífero, negro literario, dramaturgo en ciernes y, aún más inquietante, guionista de telenovelas.

Santiago Roncagliolo decidió irse un día a España, con su título de lingüista de la Católica, algunos librillos redactados, todas las ganas en ciernes y muchas dudas. Quería ser escritor. Vivió como ilegal durante un tiempo, tuvo que dedicarse a cuidar ancianos para poder sobrevivir en un país con estándares absolutamente difíciles para un peruano de clase media como él. El modesto piso ibérico donde habitaba pronto se convirtió en su guarida de trabajo, en su bunker personal. Ninguno de los “críticos” serios, ni de los “escritores” serios, ni las “vacas sagradas” dio un medio por aquel jovencito voluntarioso, “muy blanco” y tan políticamente incorrecto para un país tan acomplejado como el nuestro.

Y siempre desde las fauces peruleras le dispararon dardos venenosos. Mientras, poco a poco, en España construía una carrera literaria, acá muy pocos lo conocían y en los círculos viciosos de la rapiña y la envidia se lo miraba como niñito engreído, hijo de papá, mal narrador, pésimo retratista de su realidad. Mientras, rápidamente, aparecía en vitrinas El Príncipe de los Caimanes, se ambientaba en Iquitos y ponían en evidencia la capacidad narrativa de Roncagliolo, los puristas, costumbristas y reaccionarios le criticaron por no ser un exacto taxidermista de pinceladas amazónicas ( “encontraron” 8 errores sobre datos y sobre dicha base lo rechazaron, porque no entendían – aún no entienden – cómo una novela no fuera un fiel reflejo topográfico del mundo que grafica).

Y mientras algunos muy pocos sintonizaban con la onda desembozada y ágil del Príncipe de los Caimanes, en Iquitos, en la inauguración de la I Semana del Libro de Tierra Nueva, con extraordinaria arrogancia y poca elegancia le señalaban que estaba muy equivocado, que era mejor que narrara de temas que “conocía”, animándolo cordialmente y con una sonrisita conmiserativa a que, si pudiera, mejor se dedicara a otra cosa. Y aunque Alfaguara, nada menos, publicara su novela Pudor y en ella se percibiese una mejor destreza y una madurez creativa, los de siempre, los que no creían en reconocimientos europeos, ni en talentos literarios de la FNAC ni en respuestas del público en ventas dictaron su implacable veredicto: “light”, aburrido, mediocre, insuficiente, poco riguroso, extraño, torpe y demás etcéteras. Y mientras, hasta las últimas consecuencias, algunos sicarios de dedo en el gatillo y pulso inestable le dieron con palo, duro y parejo, en blogs , páginas de diarios y revistas, en publicaciones “serias” y demás, Roncagliolo siguió, duro y parejo, dándole sin tregua a la pasión de la literatura.

Hace unos instantes, acaban de rebotar los cables desde Madrid, comunicando que Santiago ha ganado la novena edición del Premio Alfaguara de Novela, uno de los más importantes de las letras hispanas. “Abril rojo” se llama el libro de marras y le ha permitido a Roncagliolo la consagración, la edición inmediata, publicidad que nunca viene mal a nadie y 175 mil dólares de bolsa monetaria. Nada mal. Además, el prestigio de haber logrado lo que antes lograron escritores de la talla de Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Tomás Eloy Martínez y Xavier Velasco, entre otros. Así, esto se convirtió un triunfo del talento, pero también de la tenacidad para vencer barreras, abrir puertas, destruir maleficios, soportar infamias y convertirse, al fin, en un escritor mayor de la literatura peruana, un reconocimiento internacional y de estricta justicia para una de las voces más representativas de su generación.

Tierra Nueva logró el milagro de traerlo a Iquitos para la primera Semana del Libro, en setiembre del año 2004. Fue un esfuerzo que se convirtieron rápidamente en dos días maravillosos e inolvidables. Vistas las circunstancias, es inevitable no sentir orgullo por haber permitido que alguien como Roncagliolo se haya empapado de vida, de luces y de calor amazónicos. Y eso lo creímos desde aquella vez quienes, lejos de cofradías y pontificados, iniciamos la aventura de brindar cultura - en este caso literatura – a quien quisiera recibirla. Con los muchachos dirigidos por Jaime Vásquez, a veces sin el apoyo de esos que tanto hablan de cultura y se llenan la boca de la misma pero no la apoyan de ningún modo concreto, a veces poniendo de la nuestra (sin esperar reposiciones) hicimos posible un evento que ya en setiembre de este año llegará a su tercera edición, con tantas o más sorpresas que aquellas que trajeron a nuestro consagrado nuevo Premio Alfaguara de Novela 2006, en las que sintonizaron todos, con especial énfasis los jóvenes, esos de sangre nueva y pura, esos que no se venden a envidias y patetismos inútiles.


Luego de celebrar este triunfo peruano, como aquellos del Cienciano, Jaime me dice por el Messenger de Hotmail (nuestro único vehículo de comunicación en estas épocas de lejanía territorial y globalización cibernética) que es una gran alegría y que eso demuestra que “sí se puede”. Claro que sí; el secreto, como alguna vez lo dijo Santiago: terquedad. Constancia. Transpiración. Escribir no es un oficio fácil, a veces duele mucho; pero para algunos es imposible imaginarnos algo cercano a la felicidad si no fuera junto a sus misterios y vericuetos. Aquella es una de las lecciones más importantes que nos ha enseñado el merecido triunfo de Roncagliolo esta semana, sin ninguna duda.
En la foto: Jaime Vásquez, Douglas Flores, Santiago Roncagliolo, y damita acompañante, en la casa de Gino Ceccarelli. Iquitos, 2004.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Digno de admirar: la osadía, el empuje, la tenacidad y el “no miedo” a lo desconocido, al hacer cosas que ni te imaginas, para lograr tus metas, etc.

Escribir no duele, escribir es solo transcribir lo que dice el alma, es también ir mas allá de la imaginación, y eso solo pocos pueden hacerlo.

Creo que esto que le paso a Roncagliolo, debería servir de ejemplo a muchos que aun piensan que “escribir duele”; deben vencer barreras y arriesgar!!

Adelante, lo lograran y con muchos éxitos, mas de los imaginados, ya que lo que nace en uno, no se va ni con dolor, ni con miedo.

Éxitos, nuevamente a Roncagliolo!!!!!

Saludos

Paco Bardales dijo...

SANTIAGO RONCAGLIOLO DICE:

Muchas gracias, Francisco.

A ver si una vez más, el viaje me lleva por allá.

Un abrazo,

Santiago