Siempre he creído que las concepciones ideológicas que separan a los ciudadanos entre “derechistas” e “izquierdistas” no se condicen con la realidad. Es más, a menudo llegan a sonar como mensajes primarios, llenos de clichés y despropósitos, los cuales se desempolvan en épocas electorales y esparcen su influencia sostenida en el rumor, el desconocimiento y la manipulación descarada de los hechos. Todo aquello crea en los sectores menos sensatos – o en todo caso más susceptibles – una explosión de adjetivos, una retahíla de insultos y una deformación del mensaje que supuestamente dicen rechazar.
Los pequeños detalles son los que muestran esas contradicciones. Si Freud estuviera vivo y observara lo sucedido el pasado sábado en el estadio de Matute, en pleno clásico del fútbol peruano, cuando un parapentista que llevaba impreso el nombre del candidato Ollanta Humala en la lona del aparato, hubiera señalado sin duda que los tótem son creaciones inconscientes del ser humano, pero no productos racionales y reales a veces. La campaña actual está llena de tótem simbólicos. Sólo que en este caso funciona la psicología a la inversa. El uso de este tipo de recursos, propia de las campañas más poderosas y ricas de cualquier parte del mundo, las financia un partido supuestamente pobre y, además, supuestamente comprometido con las mayores demandas del pueblo. Pero, por lo visto, ésta parecía una propaganda de derechas (financiada además por un millonario cuestionado como Siomi Lerner), tal como se suele asociar a los movimientos de grandes fondos económicos. Por cierto, si la multitud pifió e insultó atronadoramente al candidato Humala no es porque todos los aficionados eran “ricos”, “poderosos” o de la “derecha” (ya que estábamos en pleno corazón del populoso distrito de La Victoria)
Y resulta muy irónico también que la “derecha”, asociada constantemente al gasto dispendioso de fondos para campañas, pelee palmo a palmo, rozando apenas la igualdad, en gastos de publicidad con quien es su mayor antagonista, es decir el APRA. Los apristas han gastado como nunca dinero en la lid electoral (¿de dónde pecata mea?) y han inundado sus mítines con costosa logística, ideas de marketing, bailecitos y reggaetón. Ya parecen gringos del partido republicano los compañeros. Resulta irónico, obviamente, que la supuesta candidata de los dueños de los canales y periódicos del país aparezca menos en sus titulares que el candidato “nacionalista”.
Resulta irónico, además, que la candidata de la “derecha”, a quien siempre se le han achacado los valores del orden y la seguridad, proyecte más bien una imagen de buena gente, ingenua, hasta demasiado confiada se diría. No hay esa sensación de autoridad que es imprescindible tener para manejar el país. Mientras que la izquierda (o un sector de ella), que siempre se ha creído democrática, amplia, pluralista, termina convirtiéndose en un dispendio de violencia, odios, prejuicios, racismo y homofobia propios del más rancio primitivismo conservador (parecida a aquella que usaban los “momios” oligárquicos y terminaron desplomando la democracia chilena en 1973). Escuchando a la familia Humala, por ejemplo, uno tiene la sensación de estar frente al repudiable candidato del ultraderechista Frente Nacional francés, Jean Marie Le Pen, famoso por sus visibles exabruptos reaccionarios, sólo que con valores culturales diferentes y paralelismos geográficos y sociales alterados, pero con la sustancia del mensaje muy evidente.
Pero también resulta por igual repudiable que entre “derechas” e “izquierdas” se siembren odios y se juegue a la peligrosa polarización social. En eso tiene amplia ventaja el líder “nacionalista” (quien irónicamente, ha sido el que mejor fortuna familiar ha tenido de entre los tres punteros de esta contienda), pero el líder aprista tampoco se queda atrás, mucho menos la candidata de Unidad Nacional. Para ser más evidentes, salvo por apariencias y estrategias electorales, ni Flores es sólo de derechas (mucho menos de izquierda, con la que no ha podido llegar a comunicarse adecuadamente), ni García es sólo del centro-izquierda (hay muchos mercantilistas que añoran su primer gobierno), ni mucho menos Humala es el hijo de las clases más oprimidas y el odiado objeto de satanización de la oligarquía (miren, sino, quiénes están aportando a su campaña).
Es ahora cuando se percibe que la elección empieza a parecerse mucho a una definición entre la rabia y el miedo, mucho más allá de un conflicto entre la sensatez y la improvisación o entre la consolidación democrática y económica y el proyecto autoritario y populista desde adentro. Ya sabemos, por experiencia, que la rabia y el miedo derrumban castillos y candidaturas, pero no ayudan a generar democracia y desarrollo.
Los pequeños detalles son los que muestran esas contradicciones. Si Freud estuviera vivo y observara lo sucedido el pasado sábado en el estadio de Matute, en pleno clásico del fútbol peruano, cuando un parapentista que llevaba impreso el nombre del candidato Ollanta Humala en la lona del aparato, hubiera señalado sin duda que los tótem son creaciones inconscientes del ser humano, pero no productos racionales y reales a veces. La campaña actual está llena de tótem simbólicos. Sólo que en este caso funciona la psicología a la inversa. El uso de este tipo de recursos, propia de las campañas más poderosas y ricas de cualquier parte del mundo, las financia un partido supuestamente pobre y, además, supuestamente comprometido con las mayores demandas del pueblo. Pero, por lo visto, ésta parecía una propaganda de derechas (financiada además por un millonario cuestionado como Siomi Lerner), tal como se suele asociar a los movimientos de grandes fondos económicos. Por cierto, si la multitud pifió e insultó atronadoramente al candidato Humala no es porque todos los aficionados eran “ricos”, “poderosos” o de la “derecha” (ya que estábamos en pleno corazón del populoso distrito de La Victoria)
Y resulta muy irónico también que la “derecha”, asociada constantemente al gasto dispendioso de fondos para campañas, pelee palmo a palmo, rozando apenas la igualdad, en gastos de publicidad con quien es su mayor antagonista, es decir el APRA. Los apristas han gastado como nunca dinero en la lid electoral (¿de dónde pecata mea?) y han inundado sus mítines con costosa logística, ideas de marketing, bailecitos y reggaetón. Ya parecen gringos del partido republicano los compañeros. Resulta irónico, obviamente, que la supuesta candidata de los dueños de los canales y periódicos del país aparezca menos en sus titulares que el candidato “nacionalista”.
Resulta irónico, además, que la candidata de la “derecha”, a quien siempre se le han achacado los valores del orden y la seguridad, proyecte más bien una imagen de buena gente, ingenua, hasta demasiado confiada se diría. No hay esa sensación de autoridad que es imprescindible tener para manejar el país. Mientras que la izquierda (o un sector de ella), que siempre se ha creído democrática, amplia, pluralista, termina convirtiéndose en un dispendio de violencia, odios, prejuicios, racismo y homofobia propios del más rancio primitivismo conservador (parecida a aquella que usaban los “momios” oligárquicos y terminaron desplomando la democracia chilena en 1973). Escuchando a la familia Humala, por ejemplo, uno tiene la sensación de estar frente al repudiable candidato del ultraderechista Frente Nacional francés, Jean Marie Le Pen, famoso por sus visibles exabruptos reaccionarios, sólo que con valores culturales diferentes y paralelismos geográficos y sociales alterados, pero con la sustancia del mensaje muy evidente.
Pero también resulta por igual repudiable que entre “derechas” e “izquierdas” se siembren odios y se juegue a la peligrosa polarización social. En eso tiene amplia ventaja el líder “nacionalista” (quien irónicamente, ha sido el que mejor fortuna familiar ha tenido de entre los tres punteros de esta contienda), pero el líder aprista tampoco se queda atrás, mucho menos la candidata de Unidad Nacional. Para ser más evidentes, salvo por apariencias y estrategias electorales, ni Flores es sólo de derechas (mucho menos de izquierda, con la que no ha podido llegar a comunicarse adecuadamente), ni García es sólo del centro-izquierda (hay muchos mercantilistas que añoran su primer gobierno), ni mucho menos Humala es el hijo de las clases más oprimidas y el odiado objeto de satanización de la oligarquía (miren, sino, quiénes están aportando a su campaña).
Es ahora cuando se percibe que la elección empieza a parecerse mucho a una definición entre la rabia y el miedo, mucho más allá de un conflicto entre la sensatez y la improvisación o entre la consolidación democrática y económica y el proyecto autoritario y populista desde adentro. Ya sabemos, por experiencia, que la rabia y el miedo derrumban castillos y candidaturas, pero no ayudan a generar democracia y desarrollo.
Ilustración: Dr. Captus Company, de Fernando Gutiérrez (parte de la exposición individual Super Chaco, que estará abierta hasta el 9 de abril en la galería Lucía de La Puente de Barranco)
1 comentario:
Le felicito por esta excelente observación del estado de polarización que estamos viviendo. Pero hay que notar que ese discurso "izquierda contra la derecha" proviene exclusivamente de la mera izquierda que ha logrado que esta idea atraviese todo la opinión publica. Sostengo que Lourdes compite contra todo el resto del espectro político en tanto que todos los contendores (desde el fujimorismo hasta el humalismo) se presentan como propulsores del cambio contra los "cucos" de "la derecha", "la partidocracia", "los politicos tradicionales", "los ricos", etc. De hecho los discursos "anti" de muchos otros candidatos no ha hecho mas que alimentar la opción humalista.
Incluso la propuesta -tardía- de conformar una coalición centrista responde más a un anti-derechismo, que un anti-humalismo. La izquierda no quiere verse en el dilema "moral" de tener que elegir entre un anti-sistema con vocación dictatorial y una derechista. Aunque de darse esta eventualidad podrían inclinarse por Humala si acaso este logra articular un discurso progresista acompañado de las suficientes poses democráticas necesarias para justificar ante la sociedad civil su apoyo al lider nazionalista.
Saludos
Publicar un comentario