18 febrero 2006

ENTREVISTA A ELOY JAUREGUI: INCURSION AL LLONJA

Eloy Jáuregui está vestido a la tela. Parece político el puta. Parece un best sellerista y un escritor que ha vendido harto. A lo mejor es así, aunque no me consta (A la editorial Norma sí, y a Tierra Nueva también, si no Jáuregui no se hubiese dado una vuelta por los IQT). Lo que sí estoy seguro es que este aedo de la calle, este mariscal de la crónica, este teórico del amor y la ternura en clave de bolero, este peso pesado de la Bombonera literaria, este Stravinski de la bombilla roja y el burdel es un invitado de lujo a la Semana de Libro que la editorial de Jaime Vásquez ha organizado con mucho éxito. Lo encontramos en el backstage de la presentación de su libro Usted es la culpable, en El Dorado Plaza, jugando con su teléfono portátil y decidimos hacerle esta entrevista, con Mónica Paredes como testigo y musa inspiradora, tanto del entrevistador como del entrevistado.

¿Desde cuándo usas celular?

(Mohín de sorpresa)...Bueno, yo soy periodista en primer lugar. Como periodista debo estar comunicado con todo lo que tiene que integrarse con lo que se denomina cultura mediática. Eso me hace de dos maneras feliz: saber que uno enseña culturas mediáticas en la universidad y desde otro punto de vista terminas siendo un prócer porque a los cincuenta años la gran mayoría de las personas casi no tiene atractivo, solas, ente lo mío es la palabra y yo he tratado que se revitalice la palabra mediante un proceso de volverle a dar brillantez a cosas que son tan banales como periodismo, nota informativa. Yo ando alentando a mis alumnos de la universidad una forma nutritiva de hacer el ADN de las palabras. Yo creo firmemente que las palabras se clonan.

¿Cuál ha sido tu principal centro de enseñanza de la vida?

A mí me enseñó que eran dos cosas: tu mama y la calle. Mi mamá, porque me prohibía ir a la calle; y la calle, porque me prohibía ir donde mi mamá. Si yo no tuviese mamá no podría ir con confianza a la calle, y si no tuviese calle no podría ir con confianza donde mi mama. Hay algo fundamental en la enseñanza de uno, esa manera de sentirse confiado porque tiene la confianza de la familia...

...Y también has tenido la confianza del “llonja”...

Claro, la confianza del llonja, del callejón, del edificio. El llonja es aquel ayllu, como una verdadera organización quechua, donde todo se socializa. La socialización del hábitat hace que no se llene de obligaciones y, cómo no, de posiciones, de una manera, cuando uno expone, en realidad esta diciendo: “esta es mi zona, este es mi cariño, esta es mi solidaridad, mi temporalidad”. Esta forma de entender el socialismo en un mínimo lugar que se llama callejón, ha hecho que todos aquellos que publicamos al amor seamos hoy el ejemplo de la decencia y, no al revés.

Etimológicamente, ¿qué significados le puedes dar al término “callejón”?

El callejón es la galera de la ternura. El callejón es el último bastión del socialismo químicamente puro. Solamente en el callejón, con un solo baño, con un solo caño, hace que todo pertenezcamos a un mismo proyecto.

Y en medio de ese sentimiento...cómo así aparece tu barrio, Surquillo; “Sullorqui”, como le dicen

“Sullorqui” me parece un término medio torreja que yo no uso. Yo digo siempre “Surquillo”. Yo respeto mucho a mi barrio...es que mi barrio me lo dio todo, como puedes leer en el libro y has podido escucharme ahora: me dio a mi mamá, a mis hermanos, el sexo, la religión, la música, me dio la literatura, me dio la amistad...sobre todo eso, la amistad. ¿Qué sería de nuestra vida sin la amistad? ¿Te imaginas un mundo donde nadie tuviera amistad? Ya nos hubiéramos enfriado todos. Eso es lo principal, que en un sitio bravo ta’ que la gente se respetaba, porque pertenecíamos al anclaje cultural que sólo puede tener un sitio como ése. Yo estoy orgulloso de haber nacido en el callejón y ahora me vez con mi corbata de seda italiana, con mi zapato de cuero importado y la puta madre...

¿Faite...?

Recontra faite; porque tengo la oportunidad de haber salido del llonja, del callejón, del barrio, yo siempre he escrito pensando en las curvas de la mujer surquillana, en esas hembras de tacos altos, así como los tiene ella (dirigiéndose a Mónica Paredes y su zapatos de suela nueve), pero sin tacos (risas)...

En ese sentido tú eres un privilegiado, porque pudiste salir del llonja y hacer una carrera, una profesión. Sin embargo, en tus artículos y crónicas, Surquillo, siempre está presente, y como una tierna imagen, a pesar de lo duro que puede haber sido el barrio y lo has mostrado al mundo, porque al final siento que este libro (Usted es la culpable) es como un acto de amor hacia tus recuerdos...

Sí, pero yo creo que es más que eso. Es parte del esfuerzo de mi familia. También es una rememoración de todos los buenos tiempos. Yo trabajaba desde chiquito, a los catorce años en la imprenta Minerva, con Sandro Mariátegui, haciendo los libros de José Carlos Mariátegui. Y desde esa época ya llevaba plata a mi casa, es decir tenía un poco de guita para chupar con los amigos, pero siempre mantenía religiosamente otra parte para la familia. Sin embargo, es cierto que todo lo que uno hace debe estar impregnado de amor, y en la dimensión creativa siento que yo también he realizado uno hacia los que me rodean y han sido importantes en mi vida. Yo he escrito siempre con buena leche, con ganas de construir esa ternura que a veces está larvada o, peor, olvidada en cada uno de nosotros. Esto no lo dice un baboso; esto te lo dice alguien que tiene esquina, que mete cuchillo, que juega timba, que tira putas, que fuma pastel, que mete coca, pero que también tuvo la inteligencia que le supieron inculcar su papá y su mamá, un tipo en quien ganó la cultura y la religión. Yo siempre creí en el Papá, antes que en el Presidente. Yo soy bien católico, apostólico y rumano...sí pues, rumano, pero por las gimnastas (risas).

¿En que basas esa relación tuya tan intensa con la música?

La música constituye un estímulo de aprendizaje muy fuerte en mi vida. Por ejemplo con los Beatles. Mi hermana fue becada por medio del colegio a los Estados Unidos y al volver me trajo un disco de los Beatles. Era 1964 y yo supe inmediatamente después de escucharlos que este tipo de música iba a revolucionar al mundo.

¿Siempre has sido el charly del barrio?

Siempre, mi familia y yo. Yo soy el charly aquí también, en este hotel cinco estrellas. Para ser charly, uno no necesita tener harta plata, uno debe tener la actitud...

¿Tú siempre has tenido la actitud?

Siempre. Yo soy más picón que la gran puta, y a mí no me gusta que me metan el dedo, pues. Yo creo ser el único escritor que saca un libro y ese libro tiene un aroma de bolero, de belleza y admiración, en ninguna parte del Perú hacen eso, y que venga una editorial colombiana que lo publica y lo distribuye a toda Latinoamérica. Es que yo soy transdiciplinario, me he nutrido de muchas fuentes. Mi padre vendía libros, en mi casa no se hablaba de huevadas, se hablaba de la II Guerra mundial, de la guerra fría, de la revolución cubana. Mi madre tiene en su receta catorce tipos de chupes. Métete un sorbo a esa cuchara y descubrirás que la vida va más allá de lo que se supone

¿Descubriste algo al lado de tu madre después de haber salido del barrio?

Entre tantos olores y sabores, lo que descubrí al ver a mi mama es que tenía mucha ternura y una confianza para poder hacer lo que creyera...Con ternura, más bien con terno. Debo ser el único cojudo que ahora (lunes seis de de setiembre) debe estar con terno en Iquitos. Lo que más me enseñó mi padre en todo caso son dos cosas: tienes que ser elegante y debes respetar a tus amigos.

En tus escritos lo interesante es que tu tendencia principal es la ironía, buscas ironizar absolutamente todo...

Claro, es que mira, si lo tomas de manera seria, la gente no te cree. Me he dado cuenta de que si no sonríes, o eres un huevón o te estás haciendo el huevón. La ironía es innata, y va más allá de decir bromas o hacer pendejadas.

¿Cuál es la materia prima de tu escritura?

La ternura. Yo tengo una práctica muy suave y sencilla para poder escribir: ojalá que nadie me odie cuando me lea. Y no por huevón, sino porque estoy pensando el público cuando escribo. El lenguaje para mí siempre ha sido un reto. Escribir crónicas es fácil, pero escribirlas bien es lo difícil, todos los día es un rigor constante, estar leyendo y releyendo, el escritor es como una esponja y debe estar con el oído atento a esta complejidad de hechos que es la vida. Y ante ello hay que estar siempre con su diccionario.

¿Qué crees que te dijera Dios si te viera llegar al Cielo?

Uhhh...¡Llegó el cronista! (risas), el pecador penitente, el vate - no el bate que se fuma – (carcajada).

Finalmente, ¿cuál sería el título de un bolero que le dedicarías a Iquitos esta noche?

(Jáuregui no dice nada y sólo me muestra el libro que tiene entre manos, con una sonrisa de chiquillo cachoso y pendeivis). Éste es el titulo.


Demás está decir que el título del libro es Usted es la culpable.

Iquitos, 6 de setiembre de 2004

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bacàn la interview
saludos
augusto
www.mareacultural.blogspot.com

Martín dijo...

Buena entrevista... Muy buena.

Paola Galindo dijo...

Wujuu!!! ese es mi profee=D jaja! wena Eloy!!-Fundamentos de la Informacion!ULima=)