En la noche del 10 de setiembre de 1999, pasadas las diez, la poetisa amazónica Sui-Yun en su penúltima visita al poeta Germán Lequerica le comenta que está preparando la publicación de una plaqueta en una edición bilingüe alemán-castellano en Wiesbaden (Alemania), ésta tendría por título Cantos para el Mendigo y el Rey. Germán, muchas veces te pedí que escribieras un poema para mí, y me prometiste que sí lo harías, le había dicho Sui-Yun, y tienes que hacerlo ahora, en este momento, para publicarlo en mi plaqueta, pues mañana viajo.
A Germán no le molestaba que lo presionen de esa manera, le encantaba, pues sostenía que cuando estamos bajo presión fluye mejor nuestra inspiración y nos volvemos enérgicamente creativos. Esa era uno de sus formas preferidas de motivar. Lo mismo hacía con los dibujantes del Grupo Oruga de Acción Cultural para apurar la ilustración de los cuentos para niños. Imagino también, que así como muchos amigos, los aquel entonces jóvenes poetas del Grupo Urcututo (ahora con gran madurez), Anita Varela, Percy Vílchez y Carlos Reyes, le recuerdan con mucho respeto y admiración, pues reconocidamente era un maestro en cuanto era requerido para plasmar con perfectas pinceladas lo que daría el contraste preciso y el brillo concluyente al cuadro poético.
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