24 junio 2007

ÑAÑITA


Aún restableciéndome del todo con Perú, he prendido la televisión (malsana costumbre de la que es probable que uno no salga indemne) y me he encontrado con el rostro espectacularmente maquillado de Claudia Portocarrero liderando uno de los espacios más populares del sector juvenil, el programa de Raúl Romero, Habacilar. Fotografiada en sugerentes posiciones, remedando a Jennifer Beals en Flashdance, dejándose llevar por los acordes del gran What a feeling de Irene Cara, sus labios carnosos-bótox, su puchero de diva emergente, su cuidadoso vestuario i-love-Gamarra-fashion y sus modales de mujer sencilla le han granjeado rápidamente el rótulo de top model de alto perfil. La gente sabe que está ante una celebridad. Ella también lo sabe. Pero, aún encantándole, no puede dejar de sentir stress por tamaña responsabilidad.

Claudia Portocarrero tiene 22 años y es probablemente uno de los personajes más populares de Iquitos. Su rostro y figuran son marcas registradas de la cerveza que pretende representar a la ciudad. Las chiquillas de afanes danzarines e histriónicos, de grandes, quieren ser como ella. Además, es la hija predilecta del marketing. Todo un logro para una chica que debutó hace seis años bailando en las movidas televisivas, haciendo de relleno en programas cómicos de mal gusto, comiéndose las tripas y el orgullo esperando, agazapada, su gran oportunidad.

No es precisamente algo que deba entusiasmarnos el hecho que nuestro estandarte principal ante el mundo sea una ex bailarina convertida en maniquí gesticulante, pero, claro, tampoco podríamos admitir desconocimiento (porque Claudia, mal que bien, es de la estirpe de las mujeres más famosas y deseadas de aquella parte del trópico). Su ascenso social, de la mano de su novio Dilbert Aguilar, un productor chatito, jorobadito, feo (cariñosamente apodado como “chullachaqui”) pero de afinado carisma y mayor talento para el negocio cumbiambero, es probablemente uno de los más importantes logros que una mujer del extramundo – robémosle el término a Andrea Montenegro - de las elites estéticas se haya hecho un gran espacio en las pasarelas de la alta sociedad limeña. Teniendo en cuenta los humildes orígenes de Claudiña, este es doble mérito

Porque nunca fue una chica que se hiciera paltas con la pobreza material en que vivía; pero obviamente esas cosas nunca se olvidan. Y tampoco los inicios. Y tampoco el evidente racismo de que ha sido víctima en su intento de labrarse un nombre en un mundito donde sobran las siliconas, pero faltan los rostros –bellos – cetrinos. Obviamente, tampoco creemos estar frente a Santa Teresa de Calcuta. Claudia es un producto, una hechura de la publicidad, una señorita de calculada sonrisa y pose de bomba sexy del Perú popular. Y es un poco más rica y acicalada que antes, con su plata o la de Dilbert. Y también sabe que la televisión y el mundo del espectáculo es peor que la selva de verdad, y hay que sacar los colmillos en cada instante que pueda (y a veces hacer cosas no muy edificantes como puentear a tu compañero de conducción para hacerle ojitos a la patronal, sino pregúntenle a Beto Ortiz).

Claro, Claudiña es un producto que vende. Al lado de su pataza, la siempre achorada y sexy Angie Jibaja; vendiendo en los diarios de cincuenta céntimos; pegada sobre la pared de un taller de mecánica de autos, es todo un personaje. Y aunque aún no haya aprendido a hablar bien, y aunque la tele le quede aún muy grande para programa propio, y aunque a veces no deja de caer chinchosa cuando quiere dárselas de mujercita melosa, Claudia Portocarrero es un fenómeno que habría que tomar en serio. No solo porque tiene la belleza típica del peruano promedio, sino porque en cualquier caso, su sencillez y la verdad sobre su linaje le confieran un puesto especial entre aquellas mujeres que desarman con su sonrisa (fingida o no). Al fin y al cabo, nadie puede alegar más capas de maquillaje y más victorias encajadas a su favor en este último año (a pesar de las inevitables lágrimas y las zancadillas autodefensivas) que la Ñañita de sabor amazónico y garbo de fiera salvaje desatada.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No te cansas de escribir de ella?, tanto te gusta?, Lánzate, a ver si te liga; es mas ni siquiera estamos seguros de que sea Loretana, escuche que era de Pucallpa, solo que por que representa a la cerveza de tu Loreto querido ya creen que es loretana………Obvio que ella y la Jibaja hacen noticia, pero QUE NOTICIAS?

Otra cosa, dejen de hablar tú y Gino mal de Iquitos, por eso, por gente como Uds., mal agradecidos, Iquitos esta como esta. Tú saliste de Iquitos y ahora eres un chico nice, por que vives de tus padres y Gino hizo plata en Iquitos (pregúntale si le quedo algún polito verde de la semana turística de Iquitos, del año pasado)

No vivo en Iquitos, pero a pesar de todo lo que pasa allá, siempre estaré orgullosa de ser de Loreto!

Anónimo dijo...

Linda mujer...

Buen perfil...

Y es toda una fiera amazónica

Cuidense

Lando dijo...

Paco. Siempre preciso. Para mi gusto... nunca mas preciso que ahora en tus comentarios de la Claudia. Xlnt. Mi sombrero es tuyo amigo. Hay que apoyar a esta niña. Lando

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo que esta chica de bonita no tiene nada, es una más q se supo aprovechar de sus circunstancias. si es icono o no de loreto poco interesa, loreto es lo que es por lo que vale no por una persona y menos por la portocarrero, pero tampoco ofendamos a pako, el no tiene la culpa de no tener una buena fuente de inspiración más q la convenida y calabaza esta.

Anónimo dijo...

Claudia y sus hermanos efectivamente nacierón en Iquitos, pero toda su familia son de Pucallpa.