En el número 338 de la revista de alta divulgación Les Langues Néo-Latines, el P. Joaquín García, eminente intelectual que vive en Loreto y Director del semanario Kanatari, publicado un artículo que lleva el título de Rasgos Históricos del cine en Iquitos y en la Región Amazónica del Perú desde los orígenes hasta 1990. Aquí publicamos una version resumida de este importante documento de consulta:
LOS INICIOS DEL CINE
Al principio la imagen proyectada en la pantalla no ofrecía otra ventaja que la de sacar de la tediosa monotonía de días y meses a la burguesía local, o la de entretener a los hombres que después de largo aislamiento regresaban de las estradas ansiosos de romper la dureza de las privaciones del monte. Más tarde fueron apareciendo personajes inquietos que quisieron incorporarse con todo derecho al cada día creciente número de los cineastas del mundo.
La escasez documental que nos ha quedado de la época no permite precisar el nacimiento exacto del espectáculo cinematográfico en Iquitos. Sin embargo es probable que a partir de la década del 1890, una vez organizada y afincada la ciudad conforme a los módulos europeos, hayan llegado periódicamente de aquel lado del mar las novedades científicas que despertaban asombro del mundo. Marey y, sobre todo, Louis Lumiére, con su cronofotógrafo y un poco más sistematizado (1895) pusieron al alcance de las mayorías la fascinación de las imágenes en movimiento.
El primer hecho cinematográfico de que se tiene noticia data de 1900. En los bajos de la conocida “Casa de Fierro”, propiedad por aquel entonces de Manuel Montoya , se realiza la primera proyección con máquina marca “Edison” que reproducía las imágenes mediante la lámpara de carburo y se movía merced a un mecanismo manual actuado continuamente por el operador.
Hacia 1898 Clemente Alcalá y Francisco de Paula Secada adquirieron un terreno en la llamada Plaza Principal, propiedad de la familia Rojas, y construyeron un rústico techado al que bautizaron con el pomposo nombre de ALHAMBRA. Allí instalaron un diminuto carroussel traído de Manaos, ciudad intermediaria por la que llegaban a Iquitos los modelos de comportamiento social. Será en 1902, coincidiendo con el apogeo de los precios del caucho en el mercado internacional, cuando Eduardo Fuller arriende este local y decida instalar el primer cine de la ciudad con un equipo de proyecciones marca Lumiére .
La ciudad crece y se consolida como centro subordinado a las grandes transacciones económicas extractivas. Arnaldo Reátegui, un inquieto inmigrante sanmartinense, viaja a Francia por el año 1905, compra una máquina de proyecciones con un abundante stock de películas de la casa Pathé Fréres y de la Guamont, en blanco y negro y en color, se asocia con Luis Pinasco y montan con más abundancia de tecnología y recursos un cinema llamado Jardín Strassburgo, ubicado en la calle Pastaza, primera cuadra, hoy calle Sargento Lores.
Hasta 1914, fecha en que, según los historiadores, concluye aproximadamente la era primitiva del cine, la presencia de los productores franceses es casi exclusiva. Méliès y la Gaumont exportan kilómetros de celuloide a esta parte del Perú, donde emerge una nueva clase social de potentados extractores que no hallan manera de apaciguar sus soledades ni gastar el fácil dinero que producen el bosque y las masas de indios explotados. El fakir de Singapur, El hombre mosca, El sueño del astrónomo, 20.000 leguas de viaje submarino, Jack el desollador, etc. son títulos que aparecían reiteradamente en la cartelera de la aristocrática calle Próspero y el Malecón.
El esfuerzo comercial produce abundantes beneficios. Las ganancias logradas a lo largo de un año de exhibiciones alcanzó la jugosa cifra de 4.500 libras esterlinas, capital no despreciable para la época. Pero las gentes del caucho no se detenían en sus aspiraciones por cuestión de dinero. Reátegui siguió abriendo nuevas empresas, y en 1911, provisto de los más modernos instrumentos de filmación producidos por la casa Pathé realiza una serie de tomas recogiendo la llegada de las tropas del comandante Benavides de la gesta del Caquetá.
LA CRISIS CAUCHERA: NUEVO CINE
Es la época del Cine España, propiedad de un arriesgado empresario español llamado José Altamira, por donde desfilan los más gloriosos títulos del cine mudo de Chaplin, como Carlitos vagabundo, Carlitos debutante, A la una de la mañana, Carlitos bombero, etc. Un pequeño conjunto de cámara que trae en sus cuerdas la nostalgia de los años pasados pone música al silencio de la pantalla.
Mientras tanto se siguen haciendo esfuerzos por elaborar un cine local. Cesáreo Mosquera es un español llegado a principio de siglo a la naciente ciudad y que tiene la extraña pretensión de animar la cultura instalando primero una librería, abriendo jardines en los espacios urbanos vacíos, poniendo un estudio fotográfico y, por último, haciendo un cine informativo de carácter localista donde quedasen grabadas para siempre las imágenes significativas del devenir provinciano.
LA ERA DE ANTONIO WONG
Representa toda una generación con sus ideologías, aspiraciones y fracasos. Fotógrafo, periodista, compositor musical, encontró su centro en el cine siguiendo paso a paso todos los avances que en este campo se iban dando sobre todo en Norteamérica. Comienza por reproducir estampas históricas de la vida de Loreto (Frente del Putumayo en 1932, Sepelio del Sto. Lores en 1933, Inauguración del Municipio en 1943, etc.) que él organiza en una serie llamada Revistas de Loreto y de las que hemos podido conocer hasta siete.
Antonio Wong decide arriesgarse en un largometraje que llega a estrenarse en 1936, y titulado Bajo el Sol de Loreto, ficción romántica que acepta resignadamente los moldes ideológicos que ha decretado rigurosamente la maquinaria económica central, y, que, al mismo tiempo, con marcado acento regionalista llama la atención sobre los valores artísticos de la Selva, a la que considera una tierra por descubrir a los ojos del Perú y del mundo.
En 1957 un gran proyecto es encargado a Antonio Wong para exhibir en la PRIMERA FERIA INTERNACIONAL que se habría de celebrar en Iquitos en octubre del mismo año. Lamentablemente un siniestro consumió el estudio del cineasta loretano y nunca pudo pasar a las salas cinematográficas. En esta producción había sido protagonista la actriz mejicana Amalia Aguilar.
Más allá de las obvias posiciones ideológicas de fondo, por lo demás muy naturales en su tiempo, Antonio Wong puede considerarse como uno, de los hombres más representativos, sino el mayor, de la cultura amazónica. Por su capacidad creadora, su apertura a la incorporación de nuevas técnicas, y la inmensa versatilidad de sus posibilidades. Hizo de libretista, cameraman, revelador, editor, montajista, decorador; esbozó al calor de la bohemia de las noches iquiteñas sus guiones e ideó escenarios para sus producciones. Sólo le faltó ser el protagonista de su cine, tarea ésta que supo encomendar a gentes de su pueblo. De más está decir que los actores de la película fueron loretanos, destacándose la protagonista Deidamia Muñoz, que falleció al año siguiente de la presentación (1937) en la ciudad de Leticia, ya por entonces de Colombia, representándose la película ante la noticia de su muerte.
En 1957 llegaron a Iquitos desde Hollywood un grupo de cineastas, acompañados de la actriz Harma Lewis y el actor Keith Larsen, para filmar veintinueve cortos bajo el título general de Aventura en el Amazonas, por encargo de la Warner Bross., bajo la dirección cinematográfica de Tom Mc Gowan.
En 1966 se produce la película En la selva no hay estrellas, de Armando Robles Godoy. El realizador utiliza el escenario de la selva para una aventura. El protagonista, envuelto en un conflicto urbano y asediado por todas partes, huye a la selva amazónica, que no constituye una salvación, sino nuevos riesgos.
Armando Robles Godoy produce La muralla verde, (1969), relato en que la selva es un espacio de colonización. El colono es urbano; la visión que la imagen ofrece también lo es. La selva se presenta como naturaleza indomeñable y como belleza turística.
En 1972 Werner Herzog realiza Aguirre, la ira de Dios, seguramente el film de más elevado contenido de la Amazonía.
En 1982 Werner Herzog produce la película Fitzcarraldo, ficción del cauchero fastuoso que trae la ópera de Manaos a Iquitos.
En 1983 Nora de Izcue produce El viento del ayahuasca, realizada en su totalidad con personajes de Loreto.
Federico García realiza en 1986 un relato de la época del caucho titulado El socio de Dios, donde dos familias se enfrentan en etapas hegemónicas.
(Más tarde, fuera de lo que ha sido el alcance de la presente cronología, se filmarían diferentes escenas para producciones de telenovelas nacionales e internacionales, y películas de ficción como Anaconda (1997), de Luis Llosa, Pantaleón y las visitadoras, Francisco Lombardi (2000), Diarios de Motocicleta, Walter Salles (2004), Hijas de Belén, Javier Corcuera (2004) Chullachaqui (2006), Dorian Fernández).
LOS INICIOS DEL CINE
Al principio la imagen proyectada en la pantalla no ofrecía otra ventaja que la de sacar de la tediosa monotonía de días y meses a la burguesía local, o la de entretener a los hombres que después de largo aislamiento regresaban de las estradas ansiosos de romper la dureza de las privaciones del monte. Más tarde fueron apareciendo personajes inquietos que quisieron incorporarse con todo derecho al cada día creciente número de los cineastas del mundo.
La escasez documental que nos ha quedado de la época no permite precisar el nacimiento exacto del espectáculo cinematográfico en Iquitos. Sin embargo es probable que a partir de la década del 1890, una vez organizada y afincada la ciudad conforme a los módulos europeos, hayan llegado periódicamente de aquel lado del mar las novedades científicas que despertaban asombro del mundo. Marey y, sobre todo, Louis Lumiére, con su cronofotógrafo y un poco más sistematizado (1895) pusieron al alcance de las mayorías la fascinación de las imágenes en movimiento.
El primer hecho cinematográfico de que se tiene noticia data de 1900. En los bajos de la conocida “Casa de Fierro”, propiedad por aquel entonces de Manuel Montoya , se realiza la primera proyección con máquina marca “Edison” que reproducía las imágenes mediante la lámpara de carburo y se movía merced a un mecanismo manual actuado continuamente por el operador.
Hacia 1898 Clemente Alcalá y Francisco de Paula Secada adquirieron un terreno en la llamada Plaza Principal, propiedad de la familia Rojas, y construyeron un rústico techado al que bautizaron con el pomposo nombre de ALHAMBRA. Allí instalaron un diminuto carroussel traído de Manaos, ciudad intermediaria por la que llegaban a Iquitos los modelos de comportamiento social. Será en 1902, coincidiendo con el apogeo de los precios del caucho en el mercado internacional, cuando Eduardo Fuller arriende este local y decida instalar el primer cine de la ciudad con un equipo de proyecciones marca Lumiére .
La ciudad crece y se consolida como centro subordinado a las grandes transacciones económicas extractivas. Arnaldo Reátegui, un inquieto inmigrante sanmartinense, viaja a Francia por el año 1905, compra una máquina de proyecciones con un abundante stock de películas de la casa Pathé Fréres y de la Guamont, en blanco y negro y en color, se asocia con Luis Pinasco y montan con más abundancia de tecnología y recursos un cinema llamado Jardín Strassburgo, ubicado en la calle Pastaza, primera cuadra, hoy calle Sargento Lores.
Hasta 1914, fecha en que, según los historiadores, concluye aproximadamente la era primitiva del cine, la presencia de los productores franceses es casi exclusiva. Méliès y la Gaumont exportan kilómetros de celuloide a esta parte del Perú, donde emerge una nueva clase social de potentados extractores que no hallan manera de apaciguar sus soledades ni gastar el fácil dinero que producen el bosque y las masas de indios explotados. El fakir de Singapur, El hombre mosca, El sueño del astrónomo, 20.000 leguas de viaje submarino, Jack el desollador, etc. son títulos que aparecían reiteradamente en la cartelera de la aristocrática calle Próspero y el Malecón.
El esfuerzo comercial produce abundantes beneficios. Las ganancias logradas a lo largo de un año de exhibiciones alcanzó la jugosa cifra de 4.500 libras esterlinas, capital no despreciable para la época. Pero las gentes del caucho no se detenían en sus aspiraciones por cuestión de dinero. Reátegui siguió abriendo nuevas empresas, y en 1911, provisto de los más modernos instrumentos de filmación producidos por la casa Pathé realiza una serie de tomas recogiendo la llegada de las tropas del comandante Benavides de la gesta del Caquetá.
LA CRISIS CAUCHERA: NUEVO CINE
Es la época del Cine España, propiedad de un arriesgado empresario español llamado José Altamira, por donde desfilan los más gloriosos títulos del cine mudo de Chaplin, como Carlitos vagabundo, Carlitos debutante, A la una de la mañana, Carlitos bombero, etc. Un pequeño conjunto de cámara que trae en sus cuerdas la nostalgia de los años pasados pone música al silencio de la pantalla.
Mientras tanto se siguen haciendo esfuerzos por elaborar un cine local. Cesáreo Mosquera es un español llegado a principio de siglo a la naciente ciudad y que tiene la extraña pretensión de animar la cultura instalando primero una librería, abriendo jardines en los espacios urbanos vacíos, poniendo un estudio fotográfico y, por último, haciendo un cine informativo de carácter localista donde quedasen grabadas para siempre las imágenes significativas del devenir provinciano.
LA ERA DE ANTONIO WONG
Representa toda una generación con sus ideologías, aspiraciones y fracasos. Fotógrafo, periodista, compositor musical, encontró su centro en el cine siguiendo paso a paso todos los avances que en este campo se iban dando sobre todo en Norteamérica. Comienza por reproducir estampas históricas de la vida de Loreto (Frente del Putumayo en 1932, Sepelio del Sto. Lores en 1933, Inauguración del Municipio en 1943, etc.) que él organiza en una serie llamada Revistas de Loreto y de las que hemos podido conocer hasta siete.
Antonio Wong decide arriesgarse en un largometraje que llega a estrenarse en 1936, y titulado Bajo el Sol de Loreto, ficción romántica que acepta resignadamente los moldes ideológicos que ha decretado rigurosamente la maquinaria económica central, y, que, al mismo tiempo, con marcado acento regionalista llama la atención sobre los valores artísticos de la Selva, a la que considera una tierra por descubrir a los ojos del Perú y del mundo.
En 1957 un gran proyecto es encargado a Antonio Wong para exhibir en la PRIMERA FERIA INTERNACIONAL que se habría de celebrar en Iquitos en octubre del mismo año. Lamentablemente un siniestro consumió el estudio del cineasta loretano y nunca pudo pasar a las salas cinematográficas. En esta producción había sido protagonista la actriz mejicana Amalia Aguilar.
Más allá de las obvias posiciones ideológicas de fondo, por lo demás muy naturales en su tiempo, Antonio Wong puede considerarse como uno, de los hombres más representativos, sino el mayor, de la cultura amazónica. Por su capacidad creadora, su apertura a la incorporación de nuevas técnicas, y la inmensa versatilidad de sus posibilidades. Hizo de libretista, cameraman, revelador, editor, montajista, decorador; esbozó al calor de la bohemia de las noches iquiteñas sus guiones e ideó escenarios para sus producciones. Sólo le faltó ser el protagonista de su cine, tarea ésta que supo encomendar a gentes de su pueblo. De más está decir que los actores de la película fueron loretanos, destacándose la protagonista Deidamia Muñoz, que falleció al año siguiente de la presentación (1937) en la ciudad de Leticia, ya por entonces de Colombia, representándose la película ante la noticia de su muerte.
En 1957 llegaron a Iquitos desde Hollywood un grupo de cineastas, acompañados de la actriz Harma Lewis y el actor Keith Larsen, para filmar veintinueve cortos bajo el título general de Aventura en el Amazonas, por encargo de la Warner Bross., bajo la dirección cinematográfica de Tom Mc Gowan.
En 1966 se produce la película En la selva no hay estrellas, de Armando Robles Godoy. El realizador utiliza el escenario de la selva para una aventura. El protagonista, envuelto en un conflicto urbano y asediado por todas partes, huye a la selva amazónica, que no constituye una salvación, sino nuevos riesgos.
Armando Robles Godoy produce La muralla verde, (1969), relato en que la selva es un espacio de colonización. El colono es urbano; la visión que la imagen ofrece también lo es. La selva se presenta como naturaleza indomeñable y como belleza turística.
En 1972 Werner Herzog realiza Aguirre, la ira de Dios, seguramente el film de más elevado contenido de la Amazonía.
En 1982 Werner Herzog produce la película Fitzcarraldo, ficción del cauchero fastuoso que trae la ópera de Manaos a Iquitos.
En 1983 Nora de Izcue produce El viento del ayahuasca, realizada en su totalidad con personajes de Loreto.
Federico García realiza en 1986 un relato de la época del caucho titulado El socio de Dios, donde dos familias se enfrentan en etapas hegemónicas.
(Más tarde, fuera de lo que ha sido el alcance de la presente cronología, se filmarían diferentes escenas para producciones de telenovelas nacionales e internacionales, y películas de ficción como Anaconda (1997), de Luis Llosa, Pantaleón y las visitadoras, Francisco Lombardi (2000), Diarios de Motocicleta, Walter Salles (2004), Hijas de Belén, Javier Corcuera (2004) Chullachaqui (2006), Dorian Fernández).
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