Llegaron un día a Iquitos, sin previamente haber hecho un reconocimiento real y constante del terreno de trabajo, se desenvolvieron arrogantemente en los detalles de “su producción”, tomaron un crucero de lujo para arribar a un albergue (también de lujo), permanecieron un par de semanas pasándola relativamente chévere, alucinándose los dueños de la selva, e inmediatamente se mandaron a mudar para Lima. Luego trabajaron la post producción con todos los gags, estereotipos y reiteraciones de malos relatos y así lanzaron “su miniserie” basada en la historia de una jovencita supuestamente selvática que habla con los monos, se viste como versión chicha de Xeena y trata de salvar al mundo de una cofradía liderada un dúo de malos que imitan pésimamente a Pinky y Cerebro y hablan con acento charapa impostadazo, al punto que parecen ladridos de perro triste. Ahora lidera el raiting de programas más vistos del horario estelar de las 9 de la noche.
“Yuru, la princesa amazónica” pretende ser un homenaje a nuestra selva (ahora que, dicen, estamos de moda) Pero en realidad, el programete de marras termina siendo el más acabado símbolo de la atrevida ignorancia con que ciertos individuos tratan a las provincias, y con mayor razón a la Amazonía. Producido por Michelle Alexander y transmitido por Frecuencia Latina, nunca había visto en los últimos tiempos una producción de considerable financiamiento que diera forma a inconsistentes argumentos, personajes inenarrables, situaciones que lindan la bobería y un pretendido mensaje ecologista que no cala ni en niños de pre-escolar.
“Yuru” se erige, sin embargo, como un poderoso agente desinformador del carácter y la realidad. Hace unos días, decidí darme una vuelta por la presentación de los actores realizado en el Megaplaza del cono norte limeño y, aunque no hubo una multitud asfixiante, un gran número de gente se acercó a ellos y los trató como estrellitas. Pero, gracias a sus esfuerzos y a la inefable contextura del libreto, se han trocado la realidad y todas las seudo características que presentan sobre la vida amazónica en la pantalla chica se perciben casi como ciertas por esa – no pequeña - legión de admiradores. Y, pues, es cierto que ante una política poco integradora del Estado y ante un pobre contenido educativo intercultural de las escuelas y varios centros académicos, algún sector de la opinión pública puede creer que los habitantes de Iquitos, Pucallpa o Tarapoto hablamos como débiles mentales o nos vestimos de modo tan huachafo.
Es probable que jamás encuentren a una niña típicamente amazónica que hable con acento chalaco como la pretenciosa Maira Goñi (jovenzuela mimada del canal que se explayó en sus niñerías en deplorable entrevista con Cecilia Valenzuela); que exista un abuelo que se vista con plumas en la cabeza y tenga un lenguaje de tipo andino; que los bares y las casas de la gente más humilde tengan aspecto de lodges para gringos. Es probable que no exista un personaje más desagradable como el que hace de Culebra (bufón sin gracia, con tics del peor tipo) y que el malo de la serie se denomine “Tunche” (con “e”) y no tunchi (con “i”, como usualmente se denomina en la selva a la famosa criatura espectral), entre otros gruesos detalles que dan una idea de lo poca seriedad con que se ha tratado el tema.
Nadie pide que la historia sea un fiel reflejo de la realidad, o un panorama cuadriculado del mismo; pero de ahí a deformarlo todo, a pretender reflejar microcosmos de modo flojo y disforzado, a creer que se puede hacer un producto ligero y divertido mofándose de la ignorancia de los demás sólo porque tienen la facultad de acceder a nivel nacional a través de un canal de televisión, existe un trecho muy largo. Mientras los esfuerzos por exponer nuestras cosmovisiones desde adentro no son fáciles (a pesar del apoyo que se recibe de promotores sinceros y dedicados), allí flotan ejemplos palpables de que aún no se ha concretado un verdadero cambio cultural y una descentralización mental en nuestros hacedores de relatos. “Yuru” es un bodrio mal hecho, una caricatura sin brillo y un ejemplo de lo que no se debe hacer (y seguir) en estos tiempos globalizados de jarjachas, kharisiris, yaras, chullachaquis y tunchis (con “i”, como se suele decir en la Selva peruana).
“Yuru, la princesa amazónica” pretende ser un homenaje a nuestra selva (ahora que, dicen, estamos de moda) Pero en realidad, el programete de marras termina siendo el más acabado símbolo de la atrevida ignorancia con que ciertos individuos tratan a las provincias, y con mayor razón a la Amazonía. Producido por Michelle Alexander y transmitido por Frecuencia Latina, nunca había visto en los últimos tiempos una producción de considerable financiamiento que diera forma a inconsistentes argumentos, personajes inenarrables, situaciones que lindan la bobería y un pretendido mensaje ecologista que no cala ni en niños de pre-escolar.
“Yuru” se erige, sin embargo, como un poderoso agente desinformador del carácter y la realidad. Hace unos días, decidí darme una vuelta por la presentación de los actores realizado en el Megaplaza del cono norte limeño y, aunque no hubo una multitud asfixiante, un gran número de gente se acercó a ellos y los trató como estrellitas. Pero, gracias a sus esfuerzos y a la inefable contextura del libreto, se han trocado la realidad y todas las seudo características que presentan sobre la vida amazónica en la pantalla chica se perciben casi como ciertas por esa – no pequeña - legión de admiradores. Y, pues, es cierto que ante una política poco integradora del Estado y ante un pobre contenido educativo intercultural de las escuelas y varios centros académicos, algún sector de la opinión pública puede creer que los habitantes de Iquitos, Pucallpa o Tarapoto hablamos como débiles mentales o nos vestimos de modo tan huachafo.
Es probable que jamás encuentren a una niña típicamente amazónica que hable con acento chalaco como la pretenciosa Maira Goñi (jovenzuela mimada del canal que se explayó en sus niñerías en deplorable entrevista con Cecilia Valenzuela); que exista un abuelo que se vista con plumas en la cabeza y tenga un lenguaje de tipo andino; que los bares y las casas de la gente más humilde tengan aspecto de lodges para gringos. Es probable que no exista un personaje más desagradable como el que hace de Culebra (bufón sin gracia, con tics del peor tipo) y que el malo de la serie se denomine “Tunche” (con “e”) y no tunchi (con “i”, como usualmente se denomina en la selva a la famosa criatura espectral), entre otros gruesos detalles que dan una idea de lo poca seriedad con que se ha tratado el tema.
Nadie pide que la historia sea un fiel reflejo de la realidad, o un panorama cuadriculado del mismo; pero de ahí a deformarlo todo, a pretender reflejar microcosmos de modo flojo y disforzado, a creer que se puede hacer un producto ligero y divertido mofándose de la ignorancia de los demás sólo porque tienen la facultad de acceder a nivel nacional a través de un canal de televisión, existe un trecho muy largo. Mientras los esfuerzos por exponer nuestras cosmovisiones desde adentro no son fáciles (a pesar del apoyo que se recibe de promotores sinceros y dedicados), allí flotan ejemplos palpables de que aún no se ha concretado un verdadero cambio cultural y una descentralización mental en nuestros hacedores de relatos. “Yuru” es un bodrio mal hecho, una caricatura sin brillo y un ejemplo de lo que no se debe hacer (y seguir) en estos tiempos globalizados de jarjachas, kharisiris, yaras, chullachaquis y tunchis (con “i”, como se suele decir en la Selva peruana).
Pd: No deseo generar un debate sobre la correcta forma cómo se denominan a los espectros en diversas partes del Perú. De hecho, hace muy poco se estrenó un corte cinematográfico titulado Tunche, esfuerzo de producción del huancaino Nilo Inga, que mantiene la acepción terminológica usada generalmente en el ande peruano, de forma por demás válida. Sin embargo, si uno quiere adentrarse a la amazonía peruana, especialmente en Loreto, donde se realizan las actividades de la mencionada miniserie, sabrán entender que la forma generalizada y casi unánime de denominación es "tunchi", con "i". Usos y costumbres de cada región del país.
8 comentarios:
En general las producciones peruanas son malas, sólo buscan entretener, asi que no podemos pedir mucho, si les hablaramos a lo productores el porqué de tanto bodrio televisivo.. su respuesta seria.. porque vende.. es una pena pero es la realidad.. pero es buenoq ue exista gente que si exija algo mejor..
Pues con esta y "Baila Reggaeton" ya tenemos dos serias más para la televisión basura.
Saludos
Nuestros "creativos" ni siquiera se les puede llamar "limeñizados" porque hasta para recrear la vida de barrio tienen que recurrir a cliches y estereotipos importados.
Muy buena nota. La tendré que mencionar obligadamente cuando toque un tema adyacente o similar. Viva Lima!!
Hoy fue el final de Yuru, en realidad fui una fiel seguidora pues me parecio demasiado graciso. Ademas, siempre estuvo en tela de juicio mio ¿xq Yuru no habla como charapa? ¿los de la selva se visten asi con plumas? bueno eso en realidad pasa a un segundo plano, cuando uno vive el drama en si. No la critico malamente y pienso que el autor del articulo deberia examinar las reacciones y las criticas de los televidentes, tanto limeños como provincianos, pues claro de hecho que tiene fallas pero no le quita la comicidad. Puedo decirlo ¡ ME DIERON GANAS DE CONOCER LA SELVA! por la cercania que tuve con la serie.
Claro eso no quita que tambien haya tomado en cuenta lo escrito por el autor del articulo, le agradesco por informarme.
Es cierto que Yuru fue una serie popular, y además fue tan graciosoa como un gag sin sentido, en el que te ries porque no te queda otra que hacerlo. Pero, franacamente, serie graciosa no es, tampoco, mi querida Zenya. Lo que sí es es un absurdo compendio de desinformación y mala capacidad de conceptualización de la Amazonía, el cual salva por las imagénes de selva, las cuales parecen haber embrujado a nuestra postera anterior (cuando desees, ahi te esperamos, pero sin el "Tunche" ni Culebra, eso sí, porque probablemente sólo existan en la mente de algún tontito disfrazado de libretista).
Pues la verdad esta serie es una basura!! de principio de fin!! la historia es demasiado imbécil!! = que bailar reggaeton y toda esa porkería que invade la televisón. Tmb por la Sarita y otros esperpentos televisivos que dan ganas de vomitar!! pero ke no se escape así es la vida ke es la peor mierda que se ha podido escribir alguna vez... no puedo creer que exista tanta gente que le guste este bodrio!!! El colmo es ke van a repetir esta estupidez!!! de Yuru!!! la televisión va a seguir siendo una mierda acaso??? x favor que pongan argumentos realmente creativos y no cualkier webadas que se le ocurra a algún fomoncho ke no tiene nada ke hacer!!!
Yuru se parece a little lupe
Por Dios que en serio se toman
una serie baladí hecha para divertir.
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