Indigna lo que un maestro no sepa enseñar adecuadamente a sus alumnos. Pero indigna más que ese maestro, aparte de inepto, sea abusivo y canalla. Eso es lo que ha pasado con la agresión que un docente ha realizado en Junin contra alguien que no opinaba igual. Este "maestro" es uno de los más representativos de "la lucha combativa gremial".
Lo que ha sucedido representa al típico matoncito. Roberto Huaynalaya, patita sin escrúpulos, que ha hecho del pandillaje y del sindicialismo un negocio redondo y una vía libre para el abuso y la violencia. Dizque maestro porque pertenece al SUTEP, la coladera de la cual se ha escapado lo mejorcito del magisterio nacional y ha quedado flotando, como en una pecera con peces muertos, lo más radical, mediocre y absurdo del rubro.
Huaynalaya asume cabalmente su pose de matón y la emprende con golpes contra el director regional de educación de Junín, quien tuvo la mala suerte de querer debatir ideas sobre munipalización de la educación con alguien que no porta ninguno, argumentos frente a frente con un señor que apenas balbucea infundios, polemizando y atacando argumentos con alguien que solo sabe del palo y la pedrada, tratando de comportándose como cualquier hombre decente y civilizado que discrepa con las ideas con el hombre de las cavernas de la "avanzada dirigencial". Obvio, el funcionario fue respondido con patadas, puñetazos. La verdad y la objetividad se perdió entre moretones y rasguños.
Patético que un maestro tenga este tipo de embates desenfrenados. Patético aún más que crea que está haciendo un acto valeroso y una lucha contra el gobierno centralista. Porque lo de Huaynalaya no es un asunto aislado. Es una persistencia en el absurdo, una constante del caos. En su afiebrado, desvarío, se ha empeñado en arrastrar a lo que alguna vez fue una institución sindical tan importante, luchadora y ahora ha perdido tanto prestigio y presencia que se ha convertido en virtual cómplice, apañadora y, lo peor, promotora de cretinos sin ningún beneficio y lucidez como Huaynalaya. En tanto, la educación nacional sigue mal. Así es como se hace Patria.
Lo que ha sucedido representa al típico matoncito. Roberto Huaynalaya, patita sin escrúpulos, que ha hecho del pandillaje y del sindicialismo un negocio redondo y una vía libre para el abuso y la violencia. Dizque maestro porque pertenece al SUTEP, la coladera de la cual se ha escapado lo mejorcito del magisterio nacional y ha quedado flotando, como en una pecera con peces muertos, lo más radical, mediocre y absurdo del rubro.
Huaynalaya asume cabalmente su pose de matón y la emprende con golpes contra el director regional de educación de Junín, quien tuvo la mala suerte de querer debatir ideas sobre munipalización de la educación con alguien que no porta ninguno, argumentos frente a frente con un señor que apenas balbucea infundios, polemizando y atacando argumentos con alguien que solo sabe del palo y la pedrada, tratando de comportándose como cualquier hombre decente y civilizado que discrepa con las ideas con el hombre de las cavernas de la "avanzada dirigencial". Obvio, el funcionario fue respondido con patadas, puñetazos. La verdad y la objetividad se perdió entre moretones y rasguños.
Patético que un maestro tenga este tipo de embates desenfrenados. Patético aún más que crea que está haciendo un acto valeroso y una lucha contra el gobierno centralista. Porque lo de Huaynalaya no es un asunto aislado. Es una persistencia en el absurdo, una constante del caos. En su afiebrado, desvarío, se ha empeñado en arrastrar a lo que alguna vez fue una institución sindical tan importante, luchadora y ahora ha perdido tanto prestigio y presencia que se ha convertido en virtual cómplice, apañadora y, lo peor, promotora de cretinos sin ningún beneficio y lucidez como Huaynalaya. En tanto, la educación nacional sigue mal. Así es como se hace Patria.
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