22 febrero 2008

AMOR A PESAR DE LA CORDURA

"Yo no la veo tan erótica sino más bien llena de obscenidad. La naturaleza aquí es vil e infame, no podría verle nada erótico, sólo podría ver fornicación y asfixia y lucha por sobrevivir…crecer…y finalmente pudrirse. Por supuesto hay mucha miseria, pero es la misma miseria que nos rodea. Los árboles son miserables, los pájaros son miserables. Yo no creo que ellos canten sino que se quejan de dolor.

Es como un país no terminado, es aún prehistórico, lo único que le falta son los dinosaurios. Es como una maldición que pesa sobre todo el paisaje, y cualquiera que se adentre en esto se lleva su parte de maldición, así que estamos malditos haciendo lo que estamos haciendo.

Es la tierra que Dios, si es que Dios existe, ha creado con cólera. Es la única tierra en donde la creación está aún inconclusa.

Viéndolo mas de creca existe en lo que nos rodea un tipo de armonía, es la armonía del arrollador asesinato colectivo. Y nosotros, en comparación a la vileza articulada, a la infamia y a la obscenidad de toda esta selva, sólo nos parecemos y sonamos a las frases mal pronunciadas y a medio acabar de una estúpida y suburbana novela barata, y tenemos que hacernos humildes frente a la aplastante miseria, la aplastante fornicación, el aplastante crecimiento y la aplastante falta de orden. Hasta las estrellas arriba en el cielo parecen un caos. No hay armonía en el universo, tenemos que hacernos a la idea de que no hay real armonía como la hemos concebido.

Pero cuando digo esto, lo digo lleno de admiración por la selva. No quiero decir que la odie, sino que la amo, y la amo mucho.

Pero la amo en contra de lo que me aconseja mi juicio.”



(Werner Herzog, el genio de Fitzcarraldo)

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