26 febrero 2008

TRES ESCENAS DE PELICULA...

Son tres escenas dignas de lo mejor que tiene el cine, en tres películas nominadas para un Oscar de la Academia (que, a estas alturas, ya deben saber que ganó No country for old men), pero que se han quedado grabadas en mi mente, por su belleza, su conmovedor talante o una crudeza que rebasa todos los límites y que solo la estética audiovisual es capaz de retratar:

1.- La escena final de Atonement (o Expiación, deseo y pecado). La presentación en tele de la última novela de Briony Tallis, la jovencita que había creado con sus imagnaciones y fantasías una tragedia que arrastra a toda una familia por generaciones. "Me estoy muriendo", y la dignidad y poder que le da Vanessa Redgrave a su caracterización de la Briony avejentada, culposa y débil hacen una gran metáfora de la culpa, del deseo de expiación y, además, una imagen de lo que significa, en el fondo, el oficio y la dolorosa vertiente que debe pasar todo escritor. "Yo les quise dar en el libro la felicidad que les fue negada" Imperdible.



2.- There will be blood (o Petroleo Sangriento) confirma el enorme espectro en el cual se mueve el cine de Paul Thomas Anderson, uno de los mejores filmakers norteamericanos hoy por hoy. Esta escena de salvación, recibimiento de la sangre de Crsito en el Iglesia de la Tercera Revelación, en el cual el magnate petrolero Daniel Plainview se arrepiente de sus pecados por pura conveniencia, ante el inefable pastor Eli. "He abandonado a mi hijo", señala el espectacular Daniel Day Lewis (el mejor actor de su generación), y una mueca de desazón se dibuja en su rostro, pero todo está friamente calculado. El petróleo lo compra todo. "Habrá un oleoducto", refleja toda la filosofía cínica y realista de los tiempos que corren en Estados Unidos.



3.- Escena inicial de No country for old men (o No hay lugar para los débiles), la peli de los hermanos Coen. Luego de la perorata desencantada de una voz en off, aparece este cuadro que en menos de un minuto resume en parte lo que se vendrá: un film cruel, violento, pero al mismo inteligente e impredecible. Chigurh es un psicópata sicario y el policía es una víctima en el camino. Una más. Una de las escenas de asesinatos más duras y esteticamente perfectas que se ha visto en el cine actual en los últimos tiempos. Y una muestra de por qué Javier Bardem ganó, con justicia, su Oscar como mejor actor de reparto.


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