Por: Gino Ceccarelli
En la región de Loreto las gallinas no sólo se crían para comerlas. Son también las proveedoras de uno de los máximos placeres que tienen los hombres y mujeres de la Amazonía: La bendita plumita llamada shicshina.
Para los que no saben o los que se hacen que no conocen, la shicshina es una plumita que se saca de las alas de las gallinas; ojo, no es de cualquier parte del ala, hay que saber escoger. Dicen que las de la segunda fila de lo que sería el antebrazo del ala son las adecuadas. La punta tiene que ser redondita y tupida. Dicen también los expertos que si es del ala de una gallina "teretaña", es mucho mejor. Luego se procede a quitarle un poco de plumitas hasta darle la forma de un pequeño abanico de un centímetro de diámetro aproximadamente; después hay que desinfectarla con alcohol o con el vapor de una tetera que hierve.
Una vez terminada la operación se necesita de una buena mecedora o hamaca, te acomodas y cogiendo la shicshina con el pulgar y el índice te la introduces en un oído, y, dándole un movimiento circular, el placer se apodera de los sentidos. De preferencia hay que cerrar los ojos.
Los grandes “shicshineros” tienen técnicas diversas. Unos lo hacen rápido, otros despacio y los verdaderos adictos lo hacen a dos manos, es decir, con una pluma grande que la colocan en medio de las dos palmas y en un ademán como si se frotaran las manos se dan en el mero gusto. Dicen que de esta forma el placer se multiplica por diez!.
Esta práctica se hace generalmente en privado, muy pocos lo hacen en público, aunque he visto en el mercado de Belén algunas vendedoras que son tan angurrientas y que no aguantan la comezón (¡porque la oreja te pide!) y se "shicshinean" mientras venden sus productos.
Esta forma de placer puede durar horas y además tiene la ventaja que puedes cambiar de oreja. No es raro encontrar en las billeteras de los hombres y en las carteras de las mujeres sendas shicshinas prestas a ser usadas en cualquier momento. Incluso en nuestra región existen familias enteras, desde la abuela hasta el huinsho, que gozan con esta forma de placer.
Hace años, en Lima, por la Iglesia de San Francisco me encontré con un amigo loretano que buscaba desesperadamente por las veredas y pistas alguna plumita de paloma (que hay muchas en ese lugar) para reemplazar a su shicshina perdida. "no es lo mismo, pero te salva!", me dijo.
El poeta Carlos Reyes, gran shicshinero, me cuenta que tiene un cuñado en Australia que regularmente pide a su madre (que vive en Requena) que le envíe plumas de gallina en encomienda para así satisfacerse a escondidas. ¿Se imaginan lo que pensarían los australianos viendo una práctica como esa?
Nadie sabe el origen de esta costumbre, si ya se practicaba antes de la llegada de los españoles, lo cierto es que la gran mayoría de los amazónicos conservan este placer escondido. Algunos dicen que los nativos ya lo hacían con las plumas del guacamayo, pero, atrévanse a sacarle alguna pluma al pajarraco ese. Primero perderían un dedo.
Hay de los que sostienen que es una catarsis sana y un remedio contra el estrés, otros dicen que este placer solitario es comparable al mejor orgasmo, incluso dicen que es la mejor manera de poner la mente en blanco y volar de placer.
La shicshina, patrimonio del placer amazónico, se mantiene incólume ante todos los arrebatos de la globalización. Quizás algún día sea un producto de exportación. Un verdadero placer (dicen).
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