Alguien debe señalar a los tinterillos expertos en manejar como les dé la gana los procesos electorales, que las victorias se ganan con la persuasión y no con las malas artes, de las que a son expertos algunos.
Las tachas interpuestas contra el candidato del Partido Nacionalista-UPP, Ollanta Humala, felizmente fracasaron. Decimos que felizmente fracasaron, porque era un despropósito derrumbar una candidatura por el simple hecho que a alguno le incomoda o no le gusta.
Dicho esto, partamos que no es lo mismo tachar e inhabilitar a un candidato como el prófugo Alberto Fujimori, que esta prohibido de participar en la vida política del país por diez años, que hacerlo con el nuevo líder de las encuestas. No porque no se les deba medir con la misma vara, sino porque las diferencias obvias.
Aunque Humala es una candidato que plantea propuestas antidemocráticas (y manda secuaces violentistas a amedrentar a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones), esas propuestas deben ser vencidas en el ruedo electoral, con los votos. Si, como los sondeos señalan, hay un nuevo puntero, sus rivales (y los sicarios por encargo, como el tristemente célebre abogado Julio Quintanilla) deberían comprender que las ventajas que han dado debe ser corregidas. Aún faltan tres meses para la primera vuelta. Ni Humala es imparable, ni mucho menos, sobre todo en esta época cuando su crecimiento aparente está desnudando al mismo tiempo sus limitaciones y carencias como opción sólida y coherente para el próxima gobierno.
Así como Humala no debe ser atacado con las tinterilladas, debería empezar ya a dejarse de goriladas (entre ellas las que profiere su socio populistoide venezolano Hugo Chávez) y esbozar planes de gobierno y propuestas. Ya ese discurso del “anti-todo” está empezando a desgastarse. Ahora es tiempo de afrontar las caras. Y en ese sentido, Lourdes Flores, Alan García y hasta Valentín Paniagua ya le han sacado ventaja.
Las tachas interpuestas contra el candidato del Partido Nacionalista-UPP, Ollanta Humala, felizmente fracasaron. Decimos que felizmente fracasaron, porque era un despropósito derrumbar una candidatura por el simple hecho que a alguno le incomoda o no le gusta.
Dicho esto, partamos que no es lo mismo tachar e inhabilitar a un candidato como el prófugo Alberto Fujimori, que esta prohibido de participar en la vida política del país por diez años, que hacerlo con el nuevo líder de las encuestas. No porque no se les deba medir con la misma vara, sino porque las diferencias obvias.
Aunque Humala es una candidato que plantea propuestas antidemocráticas (y manda secuaces violentistas a amedrentar a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones), esas propuestas deben ser vencidas en el ruedo electoral, con los votos. Si, como los sondeos señalan, hay un nuevo puntero, sus rivales (y los sicarios por encargo, como el tristemente célebre abogado Julio Quintanilla) deberían comprender que las ventajas que han dado debe ser corregidas. Aún faltan tres meses para la primera vuelta. Ni Humala es imparable, ni mucho menos, sobre todo en esta época cuando su crecimiento aparente está desnudando al mismo tiempo sus limitaciones y carencias como opción sólida y coherente para el próxima gobierno.
Así como Humala no debe ser atacado con las tinterilladas, debería empezar ya a dejarse de goriladas (entre ellas las que profiere su socio populistoide venezolano Hugo Chávez) y esbozar planes de gobierno y propuestas. Ya ese discurso del “anti-todo” está empezando a desgastarse. Ahora es tiempo de afrontar las caras. Y en ese sentido, Lourdes Flores, Alan García y hasta Valentín Paniagua ya le han sacado ventaja.
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