El Refugio. Con orgullo propio – también ajeno – fue rebautizado como “El paraíso de los infieles”. El reino festivo de Moronacocha. Combina la estética de bar portuario, el bailódromo con pista de tierra y aroma de creolina, la decoración abigarrada, colorida y la espesa niebla de la bombilla roja, que permite que todas las mujeres ejerzan su metamorfosis ideal: ahora panteras desatadas, lycras ceñidas sobre los rollitos extras, tetas-poto-cadera XL y la genial ausencia de los compromisos formales. Aquí no hay firmes, amorcitos ni ñoris. Apenas un río de alcohol que se macera con la cumbia de moda y el olor de perfume barato. El resto, corre por cuenta de su billetera y su capacidad, caballero. Si por ventura de la mala suerte, la que maneja el título de oficial ha descubierto su plancito, no se preocupe: hay una salida especial, una puerta falsa, que los transporta a usted y a su trampa hacia un paraje deshabitado, recargado de hierba mala y sonidos extraños, donde la fuga le será más propicia y manejable. Todo sea en nombre de la cacería.
Urba Lores. Denominación coloquial que refiere a la clásica urbanización Sargento Lores, uno de los focos más especiales del centro de Iquitos. Siempre tuve una particular predilección por sus recovecos, sus jardines, sus casitas de juguete, pequeñitas, modositas, además, era el primer adelanto de lo que se podría esperar de una sociedad urbanizada (algo que finalmente, no sucedió y dudo suceda en muchísimo tiempo). Las noches eran su espacio ideal: silencioso, levemente iluminado, cargado de claroscuros – especial para el mano a mano y la declaración de amores - con sus recovecos que serpenteaban en medio de plantas dignísimas y señoriales, y desembocaban en aquel lugar donde las hermanas Reátegui eran reinas indiscutibles (la gente de mi generación no me dejará mentir). Alguna vez será - siempre – todas las veces.
Zona baja de Belén. No creo que haya alguno que haya dicho algo sobre la zona baja de Belén. Pequeños canales de tierra, que se transforman en surcos acuáticos cuando llega la creciente. Miradas de candor e ilusión que se transforman en malicia cuando llega la noche. Muchas cosas se dicen del barrio, cosas terribles y legendarias. No todas son ciertas. Casi todas lo son. Pero nadie podrá negar que aquellas llanuras que pueden tocar el río, aquellos palafitos donde la gente canta, a pesar de la pobreza y el hacinamiento, constituye la atracción primaria, en donde la expectativa, la emoción y el entusiasmo son especiales. Lo mejor de Belén zona baja es su gente. Lo mejor es que allí navega un resoplo salvaje de vida que le da un colorido especial a lo que en cualquier otra circunstancia debería ser un sombrío porvenir.
Ex Quinta Schaper. Era un oasis en medio de la ciudad. Nadie puede negar que la ex quinta de la familia Schaper, inmigrantes que llegaron en pos de un futuro mejor y nos legaron el mejor testimonio de amor a la naturaleza, era un lugar ideal para vivir. Con una pequeña cabaña en el centro, en la cual la madera hacía las maravillas decorativas, lo que se disponía alrededor era aún mejor. Todas las plantas conocidas (y las que no conocíamos), todas las flores, todos los árboles, todos en conjunción y armonía. La Quinta se mostraba como una invitación a las aventuras y un recuerdo del Iquitos que nunca debió morir. Por eso, cuando un día regresé y vi que no había Jardín Celestial en la cuadra siete de la calle Napo sino una iglesia evangélica pomposa, atiborrada de concreto y oropel, abigarrada con inmoderados fieles, parafraseando a la canción de Sabina, su memoria vengué a pedradas contra el flamante cemento.
El puente de las emociones. Conecta las primeras extensiones de las calles Yavarí y Távara West. Empieza en la Gota Fría y desemboca en la Plazuela Clavero (viceversa). Con techito de calaminas y piso de cemento, más que una vía de comunicación, es una entrada a las más desbocadas situaciones, en las cuales nadie puede salir ileso. Casitas que se exponen a lo largo de ella, el sonido de los grillos y los sapos haciendo de las suyas, el deslenguado optimismo de la LLulai, estilista unisex del paso, y el oscurito haciendo de las suyas en el momento menos pensado. Es un gran lugar de paso y repaso.
Aeropuerto Internacional Francisco Secada Vignetta. Siempre ando fijándome en la calidad de sus baños y en la limpieza de sus ambientes. En verdad, no mucho ha cambiado desde los tiempos de crisis, pero el Aeropuerto sigue siendo uno de los mejores huecos de la ciudad. Porque es el único en el cual el tránsito es una concesión a la melancolía y el recuerdo. Y en el cual las cosas se reducen a una sigla. Si no fuera porque existe el Francisco Secada Vignetta, si no fuera porque existen aviones que todos los días parten hacia un lugar de escala, y a través de él hacia cualquier lugar, esta columna no existiría, se llamaría de otra manera, tendría otro espíritu y otras concesiones. Haz un esfuerzo, lector, e imagina esta escena: un avión espera en la pista de aterrizaje, tú eres el último de la cola, te pones los audífonos de tu reproductor de música, escuchas una canción que te recuerda algo muy especial (digamos, en mi caso, Days go by, de Dirty Vegas). De pronto, solo sientes el grito de las turbinas retumbando en tu memoria. Imagina que quizás vuelvas, pero que quizás siempre tengas que irte otra vez. No miras atrás. No retornas los ojos. Solo entras a la nave, cierras los ojos y te encierras en ti mismo ¿Lo captaste? Por eso este lugar significa tanto para IQT.
Extra: Aquí uno de los mejores videos que contienen una historia que he visto en los tiempos. sin duda, Days go by, de Dirty Vegas, uno de las canciones que escuchaba justo cuando nació IQT.
Link: Ver Huecos 1 y Huecos 2
Urba Lores. Denominación coloquial que refiere a la clásica urbanización Sargento Lores, uno de los focos más especiales del centro de Iquitos. Siempre tuve una particular predilección por sus recovecos, sus jardines, sus casitas de juguete, pequeñitas, modositas, además, era el primer adelanto de lo que se podría esperar de una sociedad urbanizada (algo que finalmente, no sucedió y dudo suceda en muchísimo tiempo). Las noches eran su espacio ideal: silencioso, levemente iluminado, cargado de claroscuros – especial para el mano a mano y la declaración de amores - con sus recovecos que serpenteaban en medio de plantas dignísimas y señoriales, y desembocaban en aquel lugar donde las hermanas Reátegui eran reinas indiscutibles (la gente de mi generación no me dejará mentir). Alguna vez será - siempre – todas las veces.
Zona baja de Belén. No creo que haya alguno que haya dicho algo sobre la zona baja de Belén. Pequeños canales de tierra, que se transforman en surcos acuáticos cuando llega la creciente. Miradas de candor e ilusión que se transforman en malicia cuando llega la noche. Muchas cosas se dicen del barrio, cosas terribles y legendarias. No todas son ciertas. Casi todas lo son. Pero nadie podrá negar que aquellas llanuras que pueden tocar el río, aquellos palafitos donde la gente canta, a pesar de la pobreza y el hacinamiento, constituye la atracción primaria, en donde la expectativa, la emoción y el entusiasmo son especiales. Lo mejor de Belén zona baja es su gente. Lo mejor es que allí navega un resoplo salvaje de vida que le da un colorido especial a lo que en cualquier otra circunstancia debería ser un sombrío porvenir.
Ex Quinta Schaper. Era un oasis en medio de la ciudad. Nadie puede negar que la ex quinta de la familia Schaper, inmigrantes que llegaron en pos de un futuro mejor y nos legaron el mejor testimonio de amor a la naturaleza, era un lugar ideal para vivir. Con una pequeña cabaña en el centro, en la cual la madera hacía las maravillas decorativas, lo que se disponía alrededor era aún mejor. Todas las plantas conocidas (y las que no conocíamos), todas las flores, todos los árboles, todos en conjunción y armonía. La Quinta se mostraba como una invitación a las aventuras y un recuerdo del Iquitos que nunca debió morir. Por eso, cuando un día regresé y vi que no había Jardín Celestial en la cuadra siete de la calle Napo sino una iglesia evangélica pomposa, atiborrada de concreto y oropel, abigarrada con inmoderados fieles, parafraseando a la canción de Sabina, su memoria vengué a pedradas contra el flamante cemento.
El puente de las emociones. Conecta las primeras extensiones de las calles Yavarí y Távara West. Empieza en la Gota Fría y desemboca en la Plazuela Clavero (viceversa). Con techito de calaminas y piso de cemento, más que una vía de comunicación, es una entrada a las más desbocadas situaciones, en las cuales nadie puede salir ileso. Casitas que se exponen a lo largo de ella, el sonido de los grillos y los sapos haciendo de las suyas, el deslenguado optimismo de la LLulai, estilista unisex del paso, y el oscurito haciendo de las suyas en el momento menos pensado. Es un gran lugar de paso y repaso.
Aeropuerto Internacional Francisco Secada Vignetta. Siempre ando fijándome en la calidad de sus baños y en la limpieza de sus ambientes. En verdad, no mucho ha cambiado desde los tiempos de crisis, pero el Aeropuerto sigue siendo uno de los mejores huecos de la ciudad. Porque es el único en el cual el tránsito es una concesión a la melancolía y el recuerdo. Y en el cual las cosas se reducen a una sigla. Si no fuera porque existe el Francisco Secada Vignetta, si no fuera porque existen aviones que todos los días parten hacia un lugar de escala, y a través de él hacia cualquier lugar, esta columna no existiría, se llamaría de otra manera, tendría otro espíritu y otras concesiones. Haz un esfuerzo, lector, e imagina esta escena: un avión espera en la pista de aterrizaje, tú eres el último de la cola, te pones los audífonos de tu reproductor de música, escuchas una canción que te recuerda algo muy especial (digamos, en mi caso, Days go by, de Dirty Vegas). De pronto, solo sientes el grito de las turbinas retumbando en tu memoria. Imagina que quizás vuelvas, pero que quizás siempre tengas que irte otra vez. No miras atrás. No retornas los ojos. Solo entras a la nave, cierras los ojos y te encierras en ti mismo ¿Lo captaste? Por eso este lugar significa tanto para IQT.
Extra: Aquí uno de los mejores videos que contienen una historia que he visto en los tiempos. sin duda, Days go by, de Dirty Vegas, uno de las canciones que escuchaba justo cuando nació IQT.
Link: Ver Huecos 1 y Huecos 2
2 comentarios:
QUINTA SCHAPER-Verdad que era un oasis,entrar ahi era como estar en la selva.
BAR EL REFUGIO-Tenia todo una atmósfera acta para trampear jajajaja...
URBA. LORES-que cada vez parece un pueblo joven y donde esta la casa de mis padres
Hola Pako,
Gratos recuerdos de la Urba Lores, lugar donde vive mi infancia y adolescencia. Ahí va una pequeña selección personal.
Huecos
Heladería “La Favorita”. Un clásico, inolvidable.
El Aris Burger, que adolescente no ha tenido que ahorrar hasta sus últimos centavos de propina para llevar a la noviecita de la adolescencia.
Los helados en barquillo de Prospero con Sargento Lores.
El taco de Don Lucho en Morona con Ricardo Palma (los agustinos de mi generación lo entienden. (todavía existe?????).
Las empandas de Yuca frente al Banco Amazónico.
Un juanecito en Belén a eso de las cinco de la tarde.
El Bar con rockola de la plaza 28 de julio, justo antes de la curva para entrar a Aguirre.
Los atardeceres en moronacocha y si es con una hermosa loretana mejor.
La pista del aeropuerto viejo, y las peleas estudiantiles.
Corrientillos y pampa chica, cuantas sonrisas evocadas.
Los bares de punchana, humedecidos de cerveza y con vallenatos por supuesto.
Los refrescos del Mercado Central, de Camu Camu, heladitos……….
Prometo segunda entrega……
un abrazo,
Juan José Plasencia
Promo XXXV - SA
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