27 agosto 2008

Tipishca

Por: Enrique Dávila (Ikitozz City)


Para Andrea los domingos son días donde puede relajarse y quedarse en casa sin hacer nada. Después de una ardua semana de trabajo como vendedora en Carsa siente a sus 21 años que puede darse el lujo de descansar como anciana los domingos; sin nada más que una buena película, una cajetilla de cigarrillos y un ventilador a toda potencia.

Pero esa semana llegó la prima Carol. Una limeña con muchas energías, bastante extrovertida y con todas las ganas de pasearse en la calentona Iquitos. Como pasa en las familias cuando un visitante inesperado llega, Andrea se vio forzada a ser la chaperona de la prima. A llevarla a conocer esa ciudad de la que tanto escuchó hablar, donde los maquisapas cuelgan de los postes de luz y cuando el semáforo cambia a verde los ronsocos cruzan la pista. Todos esos mitos estaban en la mente de Carol que por primera vez pisaba suelo iquiteño. Pero Andrea decidió poner todo su empeño en mostrarle una ciudad despierta, divertida y juvenil.

En el día fueron a pasear en bote por los rios Itaya/Nanay/Amazonas; a tomarse fotos en Quistococha y a andar en moto a toda velocidad por la carretera Iquitos – Nauta. Por la noche fueron a bailar en las discos de moda Noa y Berimbau, a tomarse una cola de mono en el Musmuqui y a ver tocar en vivo a Tran-C en La Parranda.

Andrea sentía que había cumplido con su misión “que no jorobe más, con todo eso ya se puede ir contenta”.

Llegó el domingo y Andrea quería disfrutar de la paz que encuentra en su rutina dominical. Pero Carol aparte de los mitos absurdos de gente calata en las calles y cupisos policías; también escuchó hablar de la playa más concurrida de Iquitos, el punto de encuentro de la juventud aventurera, la “ya no ya”: Tipishca.

Andrea había jurado no volver a Tipishca, la odiaba por sobre todas las cosas. Es que hace un año una serie de eventos desafortunados adornaron su día veraniego. Pero Carol insistió tanto que tuvo que acceder – por obligación de su madre – a acompañarla. Tomaron un motocar hasta Santa Clara, pero el tráfico vehicular las obligó a bajarse mucho antes de llegar hasta donde esperan los botes. A pesar de que el sol asfixia a cualquier desprevenido, Carol estaba embelesada, con sus lentes oscuros y su bikini por estrenar; mientras a Andrea le dolía la cabeza de tanto soportar el claxon de los vehículos.

El viaje en peque-peque demora 15 min. Carol estaba muy contenta y entusiasmada, el ambiente era cálido y acogedor; observa a una familia sonriente y podía sentir el maravilloso día de recuerdos que le esperaba. Pero Andrea no sentía lo mismo, estaba en el medio de un par de sobrealimentadas señoras que no dejaban de hablar en voz alta, apenas podía moverse y su cuerpo sudaba a chorros.

Para Carol descubrir eso que llaman peque-peque a la embarcación por el sonido que hace el motor es todo un acontecimiento. Para Andrea descubrir que una de las señoras le estaba tocando el trasero fue toda una tragedia.

Carol disfrutaba de la playa como si fuese una niña pequeña, no dejaba de correr de un lado a otro probando de todo un poco. Desde el tacacho de las vendedoras establecidas hasta los chupetes Shambo que le ofrecian. Andrea solo quería acomodarse bajo la sombra de algunas ramas y esperar que las horas pasen rápido para regresar sana y salva a la ciudad y enviar a su prima de una vez a la capital.

Carol participó de un emocionante partido de voley donde hizo nuevos amigos, disfrutó bailando al ritmo de Explosión, salpicando la arena a sus pies, bebió una botella entera de witochado que le regalaron y se dejó llevar por el suave vaivén de las olas del Nanay. Andrea trato de dormir un poco pero recibió un desafortunado pelotazo de un partido de voley cercano, un niño tropezó delante suyo y le derramó todo el chupete en las piernas y encima le dijo “discúlpeme SEÑORA”, se topó con su ex enamorado besuqueándose con quien fue su mejor amiga, cuando fue a comprar un juane le robaron el teléfono móvil y cuando quiso relajarse un poco dándose un baño una rama enterrada en la arena le hizo un profundo corte en el pie.

Para el final del día Carol estaba encantada, extrañaba un poco el tallarin en bolsa de las playas limeñas y la inmensidad del mar; pero estaba contenta con el tacacho servido en hoja de bijau y el reflejo del sol en el placentero rio Nanay. Para el final del dia Andrea solo podía pensar “nunca mas regreso a esta jodida playa” y es que casi como calcado le pasaron las mismos eventos desafortunados del año anterior.

Carol se despedía de todos en el aeropuerto, se llevaba consigo hermosos recuerdos de una ciudad alegre y divertida. Pero sobre todo de una prima que le mostró lo emocionante que puede ser Iquitos. Abraza a Andrea y le promete regresar el próximo año para ir nuevamente a disfrutar de una tarde en Tipishca. Ella sonríe brevemente y acepta la promesa con un pequeño abrazo, mientras una frase le da vueltas en la cabeza: “que se vaya a la puta Tipishca”.

3 comentarios:

marco dijo...

Curiosa historia de final gracioso en la que se recuerda a manera de crónica, por ejemplo, las reacciones de comprensible y natural extrañesa (curioso acontecimiento) por parte de nosotros, los limeños (aunque de cualquiera de habla hispana, de lo que he sido testigo más de una vez), al origen de algunos términos como el de peque peque, ya que si bien es cierto las onomatopeyas han servido como uso nomenclativo de su proveniencia en el inicio de la civilización, no es muy común atestiguarlo hoy en día, sobretodo en elementos modernos como un vehículo motorizado. Y con respecto a la detestable costumbre de algunos, de llevar comestibles en elementos no higiénicos como soopa o tallarín en bolsa (cosa de la que hacen mofa los NSQNSC en los "patos y las patas") que no hace más que ensuciar las playas limeñas por la poca o falta de educación de los mismos, algunos municipios están tomando medidas para evitar este foco de infección; aunque algunos sostienen que la educación solucionaría eso, es muy largo el camino, por ahora, esperemos esas medidas solucionen el problema.

Saludos



Marco Palacios

Anónimo dijo...

jajajaja muy bien , en ascendencia aunque hubiera quedado mejor "que se vaya a la pucta tipishca"

tropplsh dijo...

jajajajajajaj y eso que la anfitriona no era alguien del mismo pueblo...Me imagino una persona de Lima yendo a una playa de tumbes con una prima visitandola desde Miami.