Por: Marco Avilés (*)
«Cuando el país atraviesa instantes de espera, cuando en las calles tropezamos con la violencia, el hambre y la desesperación, cuando el mundo prima el personalismo, la indiferencia, y todo tiene su precio establecido en dinero. Cuando todo esto sucede al inicio de un siglo convulso, entonces reconforta unas horas de paz y amor a la humanidad suscitadas por la aparición de un nuevo libro.
No me refiero, apreciado lector, al libro que tiene usted entre manos. Hablo de la inminente aparición de mi próximo poemario, tema sobre el cual habría de profundizar quizás en otra ocasión más apropiada.»
Reza el prólogo que el poeta Dennis Angulo se encargó de redactar para el libro de Jaime Bedoya. Y esto no puede sino ser tomado como un irónico acto de rebeldía de un autor de provincias frente a otro de la capital. Pero Angulo, como todos sabemos, sólo existe en la imaginación de Bedoya. Y entonces la ironía es doble.
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú. Si yo fuese sacerdote, y ésta mi misa, la letanía que me gustaría compartir con ustedes sería la siguiente.
Repitan conmigo, por favor:
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Un joven editor dijo que los líos entre limeños y andinos era en verdad una pelea para viejos. Y entonces, ¿en qué etapa de la literatura nacional nos encontramos? No lo sé, pero creo que la idea de los escritores contemporáneos es hacer que esos recelos y sospechas se vuelvan anacrónicos.
Lo moderno debería ser, por eso, un interés constante por aquello que ocurre fuera de esta triste ciudad.
Y, sólo para citar un ejemplo, a una pregunta que le hace Francisco Bardales al pintor Christian Bendayán. Éste responde que en la Amazonía se produce actualmente la obra más interesante, intensa y fresca –a la vez– del país.
¿Le creemos? Les pregunto a ustedes.
¿Tenemos manera de contradecirlo? ¿Conocemos la pintura de la amazonía? ¿Hemos visto la maravillosa pintura en corteza de árbol que realizan los huitotos? ¿Acaso hemos visto la explosión de colores en los trabajos de los artistas shipibos?
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Lima es un lugar cándidamente cosmopolita donde el cosmopolitismo, además, es una ignorancia con respecto a lo que pasa fuera de Lima. Los limeños no viajamos. Los limeños desconocemos la fascinante vida cotidiana de las otras ciudades del país. Y es en este sentido que debe celebrarse la aparición de un libro sobre esa ciudad deslumbrante, afiebrada, brutal: Iquitos.
Libros sobre Iquitos hay muchos. Y éste no es un libro más. Es un libro escrito por un autor talentoso que –confieso– desconocía hasta el momento en que apareció en mi bandeja de correo la invitación de Francisco Bardales para formar parte de la mesa de presentación. Y ya ven. Estas palabras también son testimonio de mi propia ignorancia. De mi ignorancia del periodismo que se hace en Iquitos (muchas de las historias han sido publicadas en medios de esa localidad) y, seguramente, de mi ignorancia de la excelente literatura que se realiza allí.
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Y hay que ver cómo nos asfixiamos en esta ciudad.
Si la cultura es fabricante de palabras, el libro de Francisco es, además, un glosario magnífico del mundo maravilloso que late en Iquitos.
Y sólo como muestra:
Humarí
Chupetes Shambo
Belén
Helado de aguaje
Chullachaqui
Males de ojo
Cutipadas
Tunchi
Ayahuasca
Huambrillo
Casa de fierro de Gustave Eiffel
Juanes
Juaneada Show-bailable
Patarashca
Huevos de taricaya
Bufeo colorado
Y yo quisiera que estas palabras iniciales, las mías, sólo sirvan para llamar la atención sobre el impecable trabajo de un cronista de esa parte del Perú. Un cronista moderno que informa, sí, sobre un universo particular, pero que además emprende la tarea de universalizar ese paisaje.
Y me siento orgulloso.
(*) Extractos de los comentarios del editor de la revista Etiqueta Negra, Marco Avilés, durante la presentación de IQT Remixes en la Feria del Libro de Miraflores.
«Cuando el país atraviesa instantes de espera, cuando en las calles tropezamos con la violencia, el hambre y la desesperación, cuando el mundo prima el personalismo, la indiferencia, y todo tiene su precio establecido en dinero. Cuando todo esto sucede al inicio de un siglo convulso, entonces reconforta unas horas de paz y amor a la humanidad suscitadas por la aparición de un nuevo libro.
No me refiero, apreciado lector, al libro que tiene usted entre manos. Hablo de la inminente aparición de mi próximo poemario, tema sobre el cual habría de profundizar quizás en otra ocasión más apropiada.»
Reza el prólogo que el poeta Dennis Angulo se encargó de redactar para el libro de Jaime Bedoya. Y esto no puede sino ser tomado como un irónico acto de rebeldía de un autor de provincias frente a otro de la capital. Pero Angulo, como todos sabemos, sólo existe en la imaginación de Bedoya. Y entonces la ironía es doble.
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú. Si yo fuese sacerdote, y ésta mi misa, la letanía que me gustaría compartir con ustedes sería la siguiente.
Repitan conmigo, por favor:
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Un joven editor dijo que los líos entre limeños y andinos era en verdad una pelea para viejos. Y entonces, ¿en qué etapa de la literatura nacional nos encontramos? No lo sé, pero creo que la idea de los escritores contemporáneos es hacer que esos recelos y sospechas se vuelvan anacrónicos.
Lo moderno debería ser, por eso, un interés constante por aquello que ocurre fuera de esta triste ciudad.
Y, sólo para citar un ejemplo, a una pregunta que le hace Francisco Bardales al pintor Christian Bendayán. Éste responde que en la Amazonía se produce actualmente la obra más interesante, intensa y fresca –a la vez– del país.
¿Le creemos? Les pregunto a ustedes.
¿Tenemos manera de contradecirlo? ¿Conocemos la pintura de la amazonía? ¿Hemos visto la maravillosa pintura en corteza de árbol que realizan los huitotos? ¿Acaso hemos visto la explosión de colores en los trabajos de los artistas shipibos?
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Lima es un lugar cándidamente cosmopolita donde el cosmopolitismo, además, es una ignorancia con respecto a lo que pasa fuera de Lima. Los limeños no viajamos. Los limeños desconocemos la fascinante vida cotidiana de las otras ciudades del país. Y es en este sentido que debe celebrarse la aparición de un libro sobre esa ciudad deslumbrante, afiebrada, brutal: Iquitos.
Libros sobre Iquitos hay muchos. Y éste no es un libro más. Es un libro escrito por un autor talentoso que –confieso– desconocía hasta el momento en que apareció en mi bandeja de correo la invitación de Francisco Bardales para formar parte de la mesa de presentación. Y ya ven. Estas palabras también son testimonio de mi propia ignorancia. De mi ignorancia del periodismo que se hace en Iquitos (muchas de las historias han sido publicadas en medios de esa localidad) y, seguramente, de mi ignorancia de la excelente literatura que se realiza allí.
El Perú no es Lima y Lima no es el Perú.
Y hay que ver cómo nos asfixiamos en esta ciudad.
Si la cultura es fabricante de palabras, el libro de Francisco es, además, un glosario magnífico del mundo maravilloso que late en Iquitos.
Y sólo como muestra:
Humarí
Chupetes Shambo
Belén
Helado de aguaje
Chullachaqui
Males de ojo
Cutipadas
Tunchi
Ayahuasca
Huambrillo
Casa de fierro de Gustave Eiffel
Juanes
Juaneada Show-bailable
Patarashca
Huevos de taricaya
Bufeo colorado
Y yo quisiera que estas palabras iniciales, las mías, sólo sirvan para llamar la atención sobre el impecable trabajo de un cronista de esa parte del Perú. Un cronista moderno que informa, sí, sobre un universo particular, pero que además emprende la tarea de universalizar ese paisaje.
Y me siento orgulloso.
(*) Extractos de los comentarios del editor de la revista Etiqueta Negra, Marco Avilés, durante la presentación de IQT Remixes en la Feria del Libro de Miraflores.
1 comentario:
Nombre del libro y lugares de venta, por favor. Suena interesante.
Eduardo Quiroz.
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