21 abril 2008

SERENATA EN TARAPOTO

Por: Gino Ceccarelli


(La Serenata, Salvo Caramagno)

*****

Lo primero que hicimos después de bajar del avión fue buscar un bar para refrescarnos. Hacía mucho calor en Tarapoto que sentimos la necesidad de compensar el sudor con sendas cervezas heladas. William Rengifo y yo éramos estudiantes de arte y expertos en beber para refrescarnos.

Desde que lo conocí no paró de invitarme a conocer su querida tierra, y aprovechando las vacaciones decidimos dejar los pinceles por unas semanas para divertirnos un poco, o mucho.

En el bar hacía tanto o más calor que en la calle. Las cervezas circulaban a buen ritmo y estaban bien heladas. Después de refrescarnos durante algunas horas, se acercó a nuestra mesa un amigo de William. Se saludaron efusivamente, me presentó y noté que el joven este tenía el rostro desencajado y triste.

-¿Qué tienes? Se te nota tristón –le preguntó mi amigo.
-Tengo un problema, se trata de la Julissa.

Se sentó y nos contó el motivo de su angustia. Se trataba del típico caso de amor no correspondido. El estaba enamorado de una tal Julissa desde hacía ya un año y ella, nada, no le correspondía a su amor a pesar de todos los intentos y estratégias que había utilizado para conquistarla. Con lágrimas en los ojos nos confesó que estaba sufriendo y se sentía desesperado.

-¡Dale una serenata pues cojudo! –le dijo William.
-¿Tú crees?
-¡Claro! ¡Lo hacemos esta noche y vas a ver que ahí mismo te atraca. Pedimos a todos los patas que te acompañen. Le decimos al Ramiro, al Fulvio, al Esteban, a panchito, a todo el barrio! Incluso Gino puede venir, ¿Sí o no compadre?

-Bueno, podría ser,- les dije, un poco incómodo de participar en un asunto que no me concernía.
-¿Y dónde conseguimos el tocadiscos?- preguntó su amigo.

Después de escuchar esta frase recapacité y decidí estar presente, aunque de lejitos, en una serenata con ¡tocadiscos! Eso nunca lo había visto y tampoco me lo iba a perder. Pedí la dirección de donde se iría a desarrollar la increíble serenata y les dije que trataría de asistir. La cita era a las nueve de la noche.

Llegué minutos antes de la hora al lugar donde se suponía que vivía la Julissa y esperé en la bodega de la esquina a que llegaran los serenateros.

Efectivamente, a las nueve en punto llegó un grupo de doce muchachos. Tres de ellos cargaban sendas sillas y otros dos portaban el tocadiscos y los parlantes. La calle era de tierra y la casa de la amada era de madera y de dos pisos con balcón. Yo me mantuve alejado porque todo el barrio comenzó a salir a la calle. Curiosidad natural.

Colocaron las sillas en medio de la pista, pusieron encima el equipo de música y los parlantes apuntando a la casa. El enamorado se puso frente al equipo mientras que los amigos se colocaron detrás de él con las manos en la espalda.
Alguien le alcanzó un disco que limpió en su camisa y puso a andar el aparato.

La canción elegida era un antiguo bolero que decía: “Voy a rifar mi corazón, rematando amor...”. Terminó la canción y nada. No había signos de vida en esa casa. A todo esto la multitud se había acomodado alrededor de ellos que miraban también ávidos hacia la casa.

Volvió a poner el disco: “voy a rifar mi corazón...” Nada, ni siquiera prendían las luces. Intentó una vez más: “voy a rifar mi corazón...”

Yo me preguntaba si para conquistar a una fulana la canción “Voy a rifar mi corazón” era la adecuada...

A la cuarta vez que puso el mentado disco, se prendió la luz del segundo piso, se abrió la puerta del balcón y un señor gordo, en calzoncillos (probablemente el suegro) se arrimó en la baranda y poniendo las manos a los costados de la boca como un megáfono gritó:

-“¡¡Cuando rifes tu culo me avisas para comprar todos los boletos!!”

La carcajada se escuchó como un estruendo por toda la ciudad. Yo me caí literalmente de risa sobre un charco. No me podía levantar, y volví a caerme cuando vi al grupo de muchachos regresar avergonzados y ultrajados con sus sillas, parlantes y equipo. Demás está decir que la serenata había fracasado

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaja ay Paco, no te imaginas cómo me he reído con este post.
¡Pobrecito el serenatero!

Ya sabes quién.

Anónimo dijo...

QUE BUENA ESA SERENATA CON LOS MUCHACHITOS DEL AYER.
JAJAJAJ....