06 abril 2008

“RAJES DEL OFICIO” IQUITEÑO


La semana pasada estuve en la presentación del segundo volumen de Rajes del Oficio, el excepcional conjunto de entrevistas realizado por Pedro Salinas a una veintena de miembros representativos del periodismo nacional (y sus visitantes ilustres), entre los que destacan Mario Vargas Llosa, César Hildebrandt, Cecilia Valenzuela, Beto Ortiz, Augusto Álvarez Rodrich, Jaime Bayly, Enrique Zileri, Fernando Vivas, Fernando Rospigliosi, Raúl Vargas, Rosa María Palacios, Fernando Ampuero, Jaime Bedoya, Mirko Lauer, Juan Carlos Tafur, Aldo Mariátegui, Alvaro Vargas Llosa, Gustavo Gorriti, Federico Salazar y Jaime De Althaus. Ambos libros son un referente para entender el sentido de hacia dónde camina el gremio, así como sus misterios de cara al presente y el futuro. Salinas logra condensar la esencia del perfil profesional (y a veces personal) de sus entrevistados. Y es un diagnóstico preciso de la realidad nacional vista con ojos colectivos - y colectivistas – bastante escépticos.

La idea de Salinas me ha generado cierto interés por conseguirnos un “Rajes del Oficio” de esencia regional y local, que pretenda explicar un poco por qué el periodismo que se practica en estos fastos tiene determinadas características, insuperables y difíciles de explicar para el analista académico. El periodismo loretano, el iquiteño en realidad, posee rasgos que lo diferencian totalmente del practicado en Lima y otras provincias peruanas. En esas diferencias se podría compilar su significado y su realidad (buena o mala, según la opinión particular de quien lo mira con ojos de espectador o de protagonista, indistintamente). Quizás el trabajo sea muy enriquecedor.

Considero que deberían incluirse algunas interrogantes muy específicas en el cuestionario de los entrevistados. ¿Se puede vivir plenamente del periodismo? ¿Es la ética un pilar insustituible del ejercicio profesional? ¿Es necesario tener un título para ejercer el periodismo? ¿Se debería tener una ideología particular para analizar o tratar temas sensibles con la soberanía y la dignidad territorial? ¿Se debe exigir la capacitación profesional permanente? ¿Cuán importante es el uso de herramientas informáticas modernas para el trabajo diario? ¿Se debería considerar como inmoral el cobro de facturas por “imagen institucional” a instituciones públicas y/o privadas? ¿Vale la pena saber escribir bien o tener un discurso sintáctico articulado para poder trabajar? ¿Es la radio el lugar natural de predominio del ejercicio periodístico? ¿Por qué la tele no ha prendido más que la radio como fuente primordial de noticias? ¿Los diarios impresos tienen futuro en un medio donde la lectura se ha reducido considerablemente? ¿Las páginas interactivas en internet son el nuevo espacio a conquistar en la difusión noticiosa? ¿Cuán importante es la línea editorial en un medio de prensa? ¿Se debe mezclar el manejo empresarial y los principios periodísticos en los medios de comunicación? ¿Cuál es el futuro que se espera de las nuevas generaciones de profesionales en este rubro?

Presiento, además, que un libro o documento de este estilo no podría prescindir de algunos nombres necesarios que expliquen el panorama actual del periodismo iquiteño. Sería imposible, por ejemplo dejar de lado a Manuel Rosas y su opinión sobre James Beuzeville. Y el “Gato” de la radio no podría dejar de estar, hablando de Jaime Vásquez, y Vásquez explicando los pros y contras de su relación profesional con Mary Pérez sería insustituible. No deberían, tampoco dejar de estar, la parsimonia del sacerdote/historiador/periodista Joaquín García, ni el dramático estilo vocal de Raúl Celis. Bajo ningún punto de vista se debería dejar de escuchar lo que tienen que decir Oscar Olavarría, Hercilia Del Águila, directores de medios escritos, como tampoco escuchar qué hay detrás de la radical voz investigadora de Fernando Nájar o de la moderación punzante de Fernando Tapia. Sería un crimen obviar a Pepino Verea y sus sabrosas anécdotas. Tampoco podríamos tener un gran diagnóstico sin el talento multimedia de Jorge “Potrillo” Carrillo, posiblemente uno de los pocos periodistas locales que trabaja tanto en radio, tele, prensa escrita e internet al mismo tiempo. Habría que recurrir a Armando Murrieta para averiguar cómo se puede conciliar la lealtad personal y los principios. También, como un testigo inusual de la modernidad y la tradición, debería entrevistarse a Pedro Salazar. De igual modo, para intentar sentir esa vena jodona de la columna, habría que preguntarle algunas cosas a Dino Soria. Como una pieza arqueológica y enciclopédica, sin duda, a Víctor Manuel Velásquez Cárdenas (quizás el hombre que más sepa de deportes en la actualidad, a pesar de su venerable edad). Como un puntal del análisis de actualidad, sería interesante recurrir al aprista ilustrado Moisés Panduro, como el decano de la conversación distendida, claro que acudiríamos a Hertz Hemeryth. Como el mejor cronista, mitad periodístico, mitad literario, estaría Percy Vílchez y como la vieja dama de la locución, las relaciones públicas y un estilo aséptico que se ha ido diluyendo en el tiempo, deberíamos tener la melodiosa voz de Nelly Varela.

Quizás los nombrados acá no sean los mejores o los peores (tan solo son una muestra subjetiva). Siento incluso que podrían estar otros representantes tan respetables y protagónicos como los anteriormente nombrados. Pero, al margen de ellos, esta selección personal podría ser muy ser representativos sobre los puntos de enlace que nos permitan preguntarnos y preguntar sobre las cumbres, los abismos y las tareas pendientes del periodismo local.

Link: Jaime Vásquez comenta la propuesta regional de Rajes del oficio.

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