UN SUEÑO

Mónica Paredes, periodista que ha laborado en algunos medios de prensa loretanos, además de asesora de prensa en el Congreso de la República, nos acompaña a partir de ahora como colaboradora eventual de la nueva etapa de este Diario, con sus historias, que algunos hasta llamarían vivenciales. Nosotros creemos que son personales, en el sentido de que solo a ella corresponden pero también representan parte de su espíritu.

UN SUEÑO

Por: Mónica Paredes

Dicen que ella llegó después de muchos años al pueblo donde vivió momentos inolvidables, donde nació, creció, se enamoró y regresó de pronto sin saber que ya la esperaba. Él estaba ansioso por volverla a tener entre sus brazos, pero ella no se imaginaba cuando habló con él, mucho tiempo antes de su llegada, cuando le anunció su retorno.

Al bajar de la lancha que la transportaba de la ciudad, fue a casa. No había nadie, se instaló, se sintió muy cómoda. Él pasó a verla y le preguntó ¿Todo bien, como te sientes? Y ella respondió: ¡bien, gracias; estoy feliz, no podría ser mejor!

De pronto él se retiró. Ella volvió a quedarse sola. Salió a dar un paseo en el pueblo, miraba a su alrededor, algunas cosas habían cambiado después de varios años, pero no veía a nadie que conociera. Así que al atardecer se fue a comer sola en una esquina donde una señora vendía pescado ahumado, miró su reloj, pues estaba ansiosa por volverlo a ver.

Ella presentía lo que podía ocurrir, pero luego lo disfrutaría. Regresó a la vivienda, no pasaron muchos minutos cuando tocaron la puerta de su humilde hogar. Era él con una botella de witochado que a ella le encantaba, hicieron brindis se tomaron varios vasos.

En medio de los vaivenes del brindis el entusiasmo, ella fue al baño (que quedaba a unos metros fuera de la casa). Aguardó lentamente unos minutos, como buscando generar la emoción respectiva. Cuando regresó, él le esperaba con el torso desnudo. Ella se sorprendió; por un momento imaginó lo que iba a pasar, así que no dijo nada y siguieron tomando. Volvió a ir al baño; a su regreso encontró al hombre en calzoncillos. Por un instante se le cruzó por la mente que todo había estado premeditado. Pero tampoco dijo nada, vio aquel cuerpo rápidamente de pies a cabeza e hizo una comparación con años anteriores (lo había contemplado tantas veces) y le pareció que seguía igual, con la misma contextura. Así que no se resistió, ya lo deseaba. Él se acercó más a ella y empezó a besarla sus labios. Ella sentía temor, pero simplemente se dejó llevar. Se amaron tanto que ella se quedó dormida por el cansancio y los vasos de witochado que había tomado, por la alegría de estar nuevamente con él.

Se despertó en la mañana asustada por el canto de los gallos que había en la huerta, estaba completamente desnuda, miró su cuerpo, se acarició, pues el perfume de su amado seguía impregnado en su piel. Hizo la misma rutina del día anterior, recorrió las calles del pueblo, buscando a alguien conocido, sin éxito. En la noche caminó hacia la huerta, los animales ya dormían, se sentó en una mecedora y levantó su mirada al cielo, sonrió al ver las estrellas y una hermosa luna, de pronto escuchó un ruido en la puerta como si alguien quisiera abrirla, corrió rápidamente y, él había regresado, esta vez con un aguardiente de caña, pero a ella no le gustaba mucho, así que se lo tomó con agua que había traído de la quebrado. Se volvieron a amar, ella estaba encantada que volviera a suceder. Mientras acariciaba su rostro, él le dijo que estaba más linda que antes y que hacía el amor mejor que en años anteriores y cuando se fuera del pueblo que volviera pronto la iba a extrañar. Se volvió a quedar dormida, y el ruido matutino de los animales la despertaron. Miró a su alrededor y él hombre que había amado dos noches seguidas ya no estaba en su cama, se asustó, pero luego se dio cuanta que todo en era un sueño, que nunca sucedió.

Se volvió a marchar del pueblo, sola como llegó.