Alan García se regodea en el 59% de aprobación que su gestión ha captado, luego de seis meses de gobierno. Y lo disfruta con una ruma de papeles viejos dispuestos a ser quemados en su pira de la euforia, mientras el vasto desierto de hombres con quienes lidia (que son, paradójicamente, quienes soportan los pesados cimientos de su segundo mandato) lo aplaude a rabiar, haciendo mover la maquinita de fanfarrias, llevando y trayendo los buses de todos los conos sociales y mentales, echando a andar – en repetidas nupcias – la gran cartera clientelista y demagógica en la que es – con dinero o sin dinero – siempre rey.
García ha decidido practicar un arriesgadísimo pase ilusionista para entretener a las galerías ávidas de golpes de efecto y televisión hipnotizante. Sin la alquimia de los científicos, sin magia de los hacedores de emociones, confiado en sus años de Mandrake político y fauno que cree saber lo que al pueblo le gusta, se la ha emprendido contra la Corte Interamericana de Derechos Humanos, contra el sistema de protección de derechos fundamentales y ha jugado un deplorable papel para, en dos planos espacio-tiempo históricos, por un lado, desconocer las sentencias de la CIDH que condenan a criminales y, por otro lado, jugar con una campaña de impulso de la muerte que, como todos ya han conocido, pretende asesinar, ante el regodeo del respetable que desde la antigua Roma siempre ha pedido pan y circo al emperador.
Pero el nuevo defensor de los banqueros, el neo derechista que se ubica al extremo de Lourdes Flores, el duro de matar que vive bien y con concha de los logros macroeconómicos que le dejó Toledo (a quien, por otro lado, quiere encarcelar por lo que sea), ese adiposo mandatario que necesita el litio de los aplausos - en el arenal o en el patio de Palacio de Gobierno -, nos quiere encajar un truco viejo, el de la pena de muerte, que por años ha sido imposible de aplicar en nuestro país por razones filosóficas, jurídicas, y sociales, además porque hay leyes lo suficientemente duras en el sistema penal que no le importan porque no son populares, y preparar, en medio de su fingida indignación, la defensa del ex dictador japonés asesino de terroristas desarmados y bárbaro entre bárbaros, el mismo que tiene deudas pendientes con la justicia tal como los que gobernaron 1985-1990 conocen y temen.
El ilusionista de las palabras es bueno para desmoronar sentencias de la CIDH cuando no le convienen o cuando tocan a su nuevo aliado y antiguo perseguidor (ante el beneplácito de Keiko, la Moyano y Giampietri), pero no recuerda cuando las empuñaba, como arma de impecable factura jurídica para su propio beneficio, como cuando condenaron al Estado por su persecución en la dictadura fujimorista o cuando le restituyeron sus derechos políticos, que tuvo que cumplir el gobierno de Valentín Paniagua y por el cual pudo volver a postular a la presidencia el año 2001. Y no recuerdan los nuevos dorissánchez del poder (Cabanillas, Pastor, Mulder) cómo se colgaban del saco de la Corte Interamericana para valorar sentencias que, en el fondo y en la forma, son parecidas a las que ahora se han dictado en el caso de la matanza de Castro Castro, en casos como la Cantuta o la re-reelección ilegítima del 2000. La escopeta de dos cañones siempre ha sido un arma mágica en manos del APRA.
Y mientras García chilla contra la sentencia que le quiere dar dinero a un campesino andino a quien agentes del Estado torturaron, mataron, despedazaron y enterraron en fosa común; mientras protege a Fujimori como se protegerán su vicepresidente y él cuando salga lo de la matanza del Frontón, mientras desde sus diarios favoritos de la derecha caníbal se calumnie a una expresión artísticas como el monumento “El Ojo que Llora” (los bárbaros siempre han sido ciegos para la cultura), su faz ilusionista sigue pasando piola en temas que también prometió en campaña mucho más importantes como la eliminación de las services y la renta básica de telefonía, la estabilidad laboral, el impuesto a las sobreganancias, la eliminación del IGV los pasajes aéreos, la entrada de los mejores universitarios a la administración pública (justo ahora que los compañeros empiezan a copar todos los puestos), etc. El ilusionista está logrando, en complicidad con quienes siempre han manejado este país, la alquimia de volver al poder a quien se fue hace 16 años, en medio del peor desastre económico experimentado por nuestra nación. Ni David Copperfield logró tanto en tan poco tiempo.
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